20 de julio de 2011

Motu Proprio y Liturgia: Card. Koch

Presento a continuación un artículo publicado en un blog que sigue la Tradición de la Iglesia, en el cual el Cardenal Koch habla acerca de lo que representa el Motu Propio en la Liturgia de hoy y en lo que representa para el futuro litúrgico de la Iglesia.

Card. Koch: “El motu proprio es sólo el comienzo de este nuevo movimiento litúrgico”


Presentamos nuestra traducción de la relación del Cardenal Kurt Koch en el congreso sobre el motu proprio Summorum Pontificum que se ha celebrado en los pasados días en Roma.

La reforma de la liturgia no puede ser una revolución. Ella debe intentar tomar el verdadero sentido y la estructura fundamental de los ritos transmitidos por la tradición y, valorizando prudentemente lo que está ya presente, los debe desarrollar ulteriormente de manera orgánica, yendo al encuentro de las exigencias pastorales de una liturgia vital”. Con estas iluminadas palabras, el gran liturgista Josef Andreas Jungmann comentó el artículo 23 de la constitución sobre la sagrada liturgia del concilio Vaticano II, donde son indicados los ideales que “deben servir de criterio para toda reforma litúrgica” y de los que Jungmann dijo: “Son los mismos que han sido seguidos por todos aquellos que con perspicacia han pedido la renovación litúrgica”. Diversamente, el liturgista Emil Lengeling ha afirmado que la constitución del concilio Vaticano II marcó “el fin del medioevo en la liturgia” y llevó a cabo una revolución copernicana en la comprensión y en la praxis litúrgica.

He aquí mencionados los dos polos interpretativas opuestos, que constituyen el punto crucial de la controversia desarrollada en torno a la liturgia después del concilio Vaticano II:¿la reforma litúrgica post-conciliar debe ser tomada a la letra y entendida como “re-forma” en el sentido de una restauración de la forma originaria y, luego, como una ulterior fase dentro de un desarrollo orgánico de la liturgia, o bien esta reforma debe ser leída como una ruptura con la entera tradición de la liturgia católica e incluso la ruptura más evidente que el Concilio haya realizado, es decir, como la creación de una nueva forma?. El hecho de que los padres conciliares entendieran la reforma sólo en el sentido de la primera afirmación ha sido profundamente mostrado sobre todo por Alcuin Reid. Sin embargo, en amplios círculos dentro de la Iglesia católica se ha impuesto cada vez más la segunda interpretación, que ve en la reforma litúrgica una ruptura radical con la tradición e intenta incluso promoverla. Este desarrollo condujo, en la comprensión y en la praxis litúrgica, a nuevos dualismos.

Es cierto que el motu proprio podrá hacer realizar pasos adelante en el ecumenismo sólo si las dos formas del único rito romano en él mencionadas, es decir, la ordinaria de 1970 y la extraordinaria de 1962, no sean consideradas como una antítesis sino como un mutuo enriquecimiento. Ya que el problema ecuménico se encuentra en esta fundamental cuestión hermenéutica.

Un primer dualismo afirma que antes del Concilio la Santa Misa era entendida sobre todo como sacrificio y que después del Concilio ha sido redescubierta como cena común. En el pasado se ha hablado naturalmente de la Eucaristía como de un “sacrificio de la misa”. Hoy, sin embargo, este aspecto no sólo es menos conocido sino que ha sido incluso dejado de lado o sencillamente olvidado. Ninguna dimensión del misterio eucarístico se ha vuelto tan discutida después del concilio Vaticano II como la definición de la Eucaristía como sacrificio, sea como sacrificio de Jesucristo, sea como sacrifico de la Iglesia, al punto de que existe el peligro de que un contenido fundamental de la fe eucarística católica pueda terminar completamente en el olvido. Contra tal dualismo, el Catecismo de la Iglesia Católica mantiene unido lo que es inseparable: “La misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor”.

Un ulterior dualismo en torno al cual tiende a polarizarse la visión de una liturgia preconciliar y de una liturgia postconciliar sostiene que, antes del Concilio, era sólo el sacerdote el sujeto de la liturgia mientras que, después del Concilio, la asamblea ha sido elevada al rol de honor de sujeto de la celebración litúrgica. Ciertamente, es indiscutible que, en el curso de la historia, el rol originario de todos los fieles como co-sujetos de la liturgia ha ido poco a poco menguando y que el oficio divino comunitario de la Iglesia primitiva, en el sentido de una liturgia que veía partícipe a toda la comunidad, ha asumido cada vez más el carácter de una misa privada del clero. La existencia de una continuidad de fondo entre la antigua liturgia y la reforma litúrgica puesta en marcha por el concilio Vaticano II brilla por la visión amplia y profundizada por la constitución litúrgica, según la cual el culto público integral es ejercido “por el cuerpo místico de Jesucristo, es decir, por la cabeza y por sus miembros” y toda celebración litúrgica debe ser considerada, por tanto, como “obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia”. El Catecismo agrega luego: “algunos fieles son ordenados mediante el sacramento del Orden para representar a Cristo como Cabeza del Cuerpo”.

Órdenes Menores


Los órdenes menores eran instituciones eclesiásticas a las que antiguamente se accedía por una ceremonia o rito de ordenación realizada a clérigos que ya habían recibido la tonsura para que desempeñaran determinados servicios a la Iglesia -esto implicaba, antes de la separación Iglesia-Estado, que se pasaba a estar solo bajo jurisdicción eclesiástica y se pasaba a asumir las obligaciones que este estado conllevaba-.

Así, dentro de la jerarquía católica, había ocho órdenes: cinco menores y tres mayores. Los órdenes menores son los de ostiario, lector, exorcista, acólito y subdiácono; los mayores, el diaconado, el presbiterado y el episcopado.

Se confería la tonsura, rito por el que se ingresaba en el clero; se confería antes de las órdenes menores.

Recepción de la tonsura.

-El portero u ostiario (del latín ostiarius, que a su vez procede de ostium, que significa puerta) era el clérigo que había recibido la primera de las órdenes menores y tenía a su cargo abrir y cerrar la puerta de la iglesia, así como guardarla, llamar a tomar la comunión a los dignos (rechazando a los indignos) y conservar las cosas sagradas: es el guardián del Santísimo Sacramento que se oculta en el Sagrario.
En la ceremonia de ordenación, el obispo u arzobispo le presentaba al aspirante las dos llaves del templo sobre un plato y, mientras el aspirante las tocaba, le decía:

«Actúa de tal suerte que puedas dar cuenta a Dios de las cosas sagradas que se guardan bajo estas dos llaves...»

... y abre las puerta de la iglesia,
manifestando su responsabilidad de hacerse cargo del templo.

La orden de ostiario era el ostiariado, y fue suprimida junto con las otras cuatro órdenes menores en 1972, como queda recogido en el Motu proprio de Pablo VI.

-El lector era a quien se le confería el oficio de leer o cantar públicamente en el templo las santas escrituras, según los libros del canto litúrgico; además ayudaba al diácono en sus labores ministeriales, enseñando el catecismo al pueblo, y bendiciendo hogares y bienes para consagrarlos a Dios.
En la ceremonia de ordenación, el obispo le presentaba el Misal Romano y, mientras el candidato lo toca con su mano derecha, le dice:

«Sé un fiel transmisor de la palabra de Dios,
a fin de compartir la recompensa con los que desde el comienzo de los tiempos han administrado su palabra...».

Es una de las dos órdenes menores reconvertidas en "ministerios laicales" que aún se conservan, junto al acólitado. Actualmente se confiere no por ordenación sacramental sino por colación, un rito de bendición en el que el fiel laico es instituido para ésta misión, sin dejar el estado laico. A pesar de ser ministerio para laicos, se suele administrar a los candidatos al sacerdocio, como preparación al mismo.
En la práctica, el oficio de leer las escrituras durante la liturgia se hace sin poseer este ministerio.

-El exorcista era a quien se le confiere el oficio de imponer las manos sobre los posesos del demonio, recitar los exorcismos aprobados por la Iglesia y presentar el agua bendita.
En la actualidad, este oficio eclesiástico es recibido por el orden sacerdotal, por lo que solo lo pueden ejercer presbíteros, de ordinario antes del bautismo, y de modo extraordinario, con un permiso especial del ordinario de su diócesis, cuando la grave ocasión lo requiera.
En la ceremonia de ordenación, el obispo le presentaba el libro de exorcismos al ordenando para que lo tocara con la mano derecha, y le decía:

«Recíbelo y confía a la memoria las fórmulas;
recibe el poder de poner las manos sobre los energúmenos que ya han sido bautizados
o sobre los que todavía son catecúmenos...».

-El acólito era a quien se le confería el poder espiritual de portar luces en el templo y de presentar el vino y el agua.
Al ordenarse, el aspirante tocaba con su mano derecha el candelero con un cirio apagado que le presentaba el obispo, mientras este le decía:

«Recibe este candelero y este cirio,
y sabe que debes emplearlos para encender la iluminación de la iglesia,
en el nombre del Señor...».

Después el obispo le entregaba una vinajera vacía, y mientras el aspirante la tocaba con los dedos de la mano derecha, le decía:

«Recibe esta vinajera
para proveer el vino y el agua en la eucaristía de la sangre de Cristo,
en el nombre del Señor...»

Éste ministro, además de ser el ayudante insitutido para la celebración eucarística -función también hoy día desarrollada por ministros no instituidos, como ocurre con los lectores-, es además Ministro Extraordinario de la Comunión (creación reciente), por lo que puede sustituir al sacerdote o al diácono para llevarla a los enfermos o impedidos, entre otras funciones.



-El subdiaconado era, por su naturaleza, un orden menor, pero en la Iglesia católica, entre el siglo XII y el XX, fue cosiderada como el primero de los órdenes mayores, por las obligaciones que implica. De hecho, el Concilio de Trento definió que la jerarquía de orden de institución Divina solo incluía los tres primeros grados de orden -episcopado, presbiterado y el diaconado (De sacramento ordinis, IV, 6). Aunque el Concilio declaró que los Padres y consejeros habían colocado el subdiaconado entre los órdenes mayores (De sacramento ordinis, II), fue considerado solo una institución eclesiástica.
Era el único orden menor que tenía un ornamento propio: la tunicela (similar, o prácticamente igual a la dalmática de diácono).

Los candidatos al subdiaconado, con tunicela y manípulo en mano.

El nuevo subdiacono cantando la Epístola de la Misa.

Gran postración y Letanía de los Santos.

Tocamiento del Cáliz.
«Ve el divino ministerio que te es confiado;
es por eso que debo advertirte que te conduzcas siempre de una forma que agrade a Dios...»

Tocamiento de las vinajeras y del Libro de las Epístolas.
«Recibe el libro de las Epístolas con el poder de leerlo para los vivos y los muertos».

Imposición de la tunicela.

El nuevo subdiacono canta la Epístola de la Misa.

La función principal del subdiácono era la leer la epístola durante la misa —función hoy dada al lector—, y servir en el altar, así como purificar fuera del altar los lienzos y vasos sagrados —funciones hoy dadas al acólito—.

En algunas ocasiones muy solemnes se ha visto que los acólitos instituidos se revestian con tunicelas. Y en las ocasiones solemnes el Obispo utiliza debajo de la casulla la dalmática y debajo de ella la tunicela (réplicas en seda sin forrar de la que visten el diácono y el subdiácono), para indicar que en él reside la plenitud del sacerdocio (Rubricarum Instructum, nrs. 134, 135 y 137).



Cabe hacer notar que el Motu proprio Ministeria Quedam (1972) suprimió las órdenes menores, pero que aún en las comunidades y sociedades religiosas más tradicionales continúan existiendo.

14 de julio de 2011

Otros objetos de uso litúrgico

Presentaré en sucesivas entradas otros objetos de uso litúrgico o que acompañan la liturgia de la Santa Misa. Hoy les presento el uso de las Sacras, de los candelabros y de las reliquias.

Sacras

Las Sacras son tres cuadros que se utilizan para agilizar la Misa (tridentina). Se colocan en medio y a los lados del altar (mirando hacia oriente en el lado derecho o de la epístola y el izquierdo, el lado del evangelio). Ellas contienen ciertas oraciones comunes de la Misa para ayudar a la memoria del celebrante.

Sólo está mandada la del medio del altar y deben quitarse durante la exposición del Santísimo y terminada la Misa.

Las tres sacras.

Aquí se pueden observar claramente las sacras sobre el Altar.


En este caso las Sacras forman parte del Altar junto con los candeleros.

Candeleros

Siempre han de ser seis candeleros, aunque varía el número de luces (candeleros encendidos). De acuerdo a ello el fiel que entra en la iglesia puede detectar fácilmente qué clase de Misa escuchará.
-Se pueden colocar en forma gradual (sobre las gradas del Altar).


-O directamente encima del mismo Altar.


Los candeleros sobre el Altar han de ser:
-Dos para la Misa rezada. Misa ordinaria, en fiestas simples o en ferias de entreaño, y en misas rezadas celebradas por sacerdotes inferiores al Obispo.

Misa ordinaria con dos velas (coloradas en este caso).

-Cuatro para la Misa cantada. Misa de domingo y días menos solemnes.

Misa cantada con cuatro velas (ver segundo nivel).

-Seis para Misa solemne.


-Siete para Pontifical. Se colocan siete candeleros en línea, quedando seis a izquierda y seis a derecha del Crucifijo. Éste es colocado delante del séptimo (al medio).



-Al menos seis en Exposición Menor del Santísimo.


-Al menos doce en Exposición Mayor del Santísimo.

Aquí vemos los seis candeleros rubricales encendidos,
más los seis colocados en las gradas.

Aquí vemos los candelabros de siete brazos
tradicionalmente usados para la Exposición (ver abajo)


También pueden cumplir funciones en altares laterales donde se venere la imagen o reliquia de algún santo, de la Santísima Virgen o de Cristo, como pueden ver a continuación.






Relicarios

Se llama relicario a la caja o estuche para guardar reliquias o recuerdos de los santos y exponerlas a la veneración de los fieles. Estuvieron en uso con el nombre de encólpium ya en los primeros siglos de la Iglesia, aunque por entonces tenían carácter privado y se llevaban pendientes del cuello en forma de cajitas o de medallas con figuras e inscripciones.
Hoy día es poco usual observar relicarios en los altares, más aún teniendo en cuenta que generalmente se celebran las Misas "versum populum" ("cara al pueblo"), y su existencia tapa la visión.

Relicarios en el Altar.

Reliquia Ex-ossibus

Ampolla con sangre y hueso de mártires en Japón.

Relicario con el corazón de Sta. Teresa

Relicario con una astilla de la Cruz de Cristo


Nota interesante para cualquier Sacerdote, Diácono o seminarista de habla catellana que desee aprender a celebrar la Santa Misa en la Forma Extraordinaria del Rito:



Próximo 25 al 29 de Julio del presente año tendremos el 1er Curso-Taller para la enseñanza de la Santa Misa en su forma antigua (Tridentina) del rito Latino para sacerdotes y seminaristas (diáconos principalmente) organizado conjuntamente entre Una Voce Mexico y la Fraternidad Sacerdotal San Pedro.
El curso tiene un costo de $1,600 y se desarrollará en Guadalajara en un centro para retiros y en el precio incluye los alimentos y el hospedaje.
Les pedimos sus oraciones y su ayuda para difundir este curso entre sus amigos sacerdotes (diocesanos y religiosos) que pudieran estar interesados en aprender este enorme tesoro de nuestro patrimonio litúrgico.
Informes: Edgar Fernandez Cerda
Una Voce México (Capitulo Guadalajara)
Tel Oficina 33 36413500
Tel. Celular 33 34483793
email: efernandez@megared.net.mx

13 de julio de 2011

Ley del Silencio y el Motu Proprio

Les dejo un muy interesante artículo escrito por el máximo responsable (E.G.G. Nichán) de Juventutem Argentinae, federación internacional que se encarga entre tantas otras cosas, de difundir la Misa tridentina en cada nación a partir de los mismos jóvenes.


Foederatio Internationalis Juventutem:


La ley del silencio
no va a funcionar con el Motu Proprio

Miguel Vinuesa
E.G.G. Nichán

Los que conocemos el trabajo meticuloso de Paix Liturgique y de las organizaciones que trabajan con ella en sus encuestas siempre podemos dar buena fe de la profesionalidad de las mismas. Es por eso que los datos que InfoCatólica publica son no desalentadores, pero sí un buen termómetro de la mala salud de nuestra Iglesia, y de que un obstruccionismo pastoral frente a la forma extraordinaria no ayuda lo más mínimo a mejorarlo.


Según los datos que ha recabado Ipsos para Paix Liturgique y que publicamos en España, [somos] uno de los países en los que más católicos se reconocen sus habitantes (64 por ciento) frente a países como Italia (78), Francia (56) o Suiza (36). Cifra que se desploma a un 25 por ciento de asistencia a la misa dominical o al menos una vez al mes. En Italia el 51 por ciento, aunque en Alemania el 10 (debido en buena parte a los escándalos en la Iglesia alemana).

Summorum Pontificum

Los datos sobre Summorum Pontificum muestran un absoluto desconocimiento por parte de los fieles que, se supone, acuden a Misa. Si en Francia el 58 por ciento de los fieles dicen conocerlo (50 por ciento el Alemania y hasta el 71 por ciento en Italia), tan solo un 18 por ciento de los fieles sabe qué es ese Motu Proprio, muy por debajo de cualquier país europeo, incluso la desastrada Alemania. En consecuencia, tan solo el 26 por ciento de los fieles comprende que la forma extraordinaria pueda ‘cohabitar’ con la ordinaria. Ahora bien: Hasta el 50 por ciento de los fieles practicantes consideraría asistir a la Misa en Forma Extraordinaria en su parroquia al menos una vez al mes.

Llama, y mucho, la atención este último dato. El fiel a lo mejor no sabe por qué hay dos formas, y a la postre, nadie le ha informado. Ni su párroco, ni su obispo, ni la mayoría de medios católicos en papel (lo siento, compañeros). Algunos medios generalistas han incluso aprovechado en 2007 la publicación del Motu Proprio para arremeter contra Benedicto XVI.

Sin embargo en España, no. Aquí, silencio. Y si no es por la implicación personal de algunos párrocos, monseñores vaticanos, religiosos sin sueldo por parte de su obispo, y pequeños grupos de seglares, la Misa Tradicional no existiría en España. Erradicada por un ‘aggiornamento’ sin los sobresaltos que hubo en otros países. Al menos de puertas para afuera.

La generación presente de obispos en España tiene, pues un reto por delante: sacudirse esa fama, mal ganada en algunos casos, pero muy merecida en otros, de ser abyectamente contrarios a la forma extraordinaria. Desconozco las razones, pero esa es la imagen que se da. Y eso duele cuando se sabe que muchos sacerdotes no la celebran porque no fueron formados en ella, pero que tienen la aptitud “cristiana", llamémosla, para querer aprenderla. Duele cuando hay obispos de excelente doctrina que, pese a gobernar diócesis difíciles, que durante décadas no han sido puestas en cintura, salen al paso de los tiempos con una pastoral valiente, testimonio de vida cristiana… Y se dejan esto en el tintero.

No sé si hoy por hoy tenemos obispos santos. Yo creo que en algunos casos sí, aunque la prudencia me pide reserva. Lo que sí sé es que nuestros obispos tienen que hacerse eco de lo que está haciendo y diciendo el Santo Padre en Roma: en todas sus misas el Papa tiene los seis candelabros y el crucifijo encima; la comunión se recibe de rodillas y en la boca de manos del Pontífice, y la formación de sacerdotes que celebren la forma extraordinaria, ya está en marcha.

Importancia de la Liturgia

Es importantísimo que nuestros obispos hablen de esta forma litúrgica a sus fieles. No, no es un problema más, no les va a descuadrar sus pastorales tan bien programadas desde Añastro, sino que va a ser un modo más de santificación para sus fieles que no “asistirán a los oficios” de vez en cuando, sino que -al menos los que acudan- vivirán la misa.


Yo estoy harto de ver a España, mi España, descristianizada. En septiembre me marcho por un tiempo a Ginebra (aunque estas epístolas seguirán siendo matritenses de corazón), y me gustaría que al volver nuestra Iglesia se hay replanteado una situación muy seria.

La ley del silencio no va a funcionar. En Francia solo alimentó a la FSSPX, y hoy por suerte los institutos Ecclesia Dei aportan ya tantos seminaristas como los discípulos de Mons. Lefebvre. Y, todos juntos, representan una buena porción de los nuevos sacerdotes en el país galo, cada año. De ahí la importancia de que los Lefebvristas estén en total unión obediente con el Santo Padre.

Imaginen ustedes cuanto crecería el número de vocaciones si la forma extraordinaria se conociese con más amplitud en nuestro país. Hasta la mismísima Italia, que sale muy beneficiada en esta encuesta vería como España sale de su letargo espiritual…
Soñar es gratis, claro.

+Pax et Bonum+


Artículo original en:

8 de julio de 2011

Ecumenismo real

La promulgación de la Constitución Apostólica Anglicanorum Coetibus (1) en noviembre del año pasado ha dado frutos más que satisfactorios. Si bien en un principio la Constitución estaba orientada a las parroquias anglicanas inglesas y de otras naciones del Commonwealth que sostienen la Iglesia cismática de Inglaterra, pronto se ha ido extendiendo a otras áreas insospechadas o al menos no directamente vinculadas a la Comunión Anglicana.

(1) La Constitución Apostólica en castellano:

A mi parecer es un hecho concreto que ha demostrado cuál es el genuino objetivo y alcance de la política ecuménica que se ha venido desarrollado desde la mayor apertura al diálogo interreligioso llevada a cabo tras el Concilio Vaticano II y que ha sido criticada por diversos sectores (con mayor o menor razón).

Como ha predicado brillantemente el Santo Padre sobre la llamada "hermenéutica de la continuidad" que lleva adelante contra viento y marea (que muchas veces parece que hasta viene desde la propia barca), la importancia de la unidad de los cristianos finalmente comienza a dar frutos concretos, sin con esto querer desmerecer necesariamente las actitudes positivas dadas en este área por S.S. Beato Juan Pablo II y reconocidas a nivel mundial.

Por supuesto, no es lo mismo hablar de diálogo con otras religiones que con los ahora llamados "hermanos menores", es decir, los herederos de los cismáticos herejes y apóstatas de la "Reforma". En otras palabras, no es lo mismo hablar con un luterano que con un hinduísta. Sin embargo, a pesar de que los luteranos están doctrinalmente muchísimo más cerca de los católicos (que los hinduístas, claro), no por ello el diálogo ecuménico se torna más sencillo o más comprometido. Para nada. De todas maneras los fenómenos que se han venido desarrollando a partir de esta Constitución, que permite la erección de ordinariatos particulares, nos muestran una posición de humildad y aceptación sin precedentes en las últimas décadas.

Cuando veíamos que a lo único que llegábamos era a hacer una "oración interreligiosa" con budistas en una iglesia en Asís, llega esta nuevo frente de batalla evangelizador y unificador. Evidentemente todo el proceso ha venido gestándose durante tiempo y no ha sido de un día para el otro. Ha incluido toda clase de colaboradores y gente dedicada especialmente a esta nueva tarea que ha culminado por la gracia de Dios en una forma material, concisa y esperanzadora. Quizás las circunstancias de estos tiempos han ayudado a aclarar las diferencias y a re-analizar de dónde emana la Verdad. Sabemos por experiencia que en el caso de los anglicanos se vieron de alguna manera conducidos a los brazos fraternales de la Santa Madre Iglesia al ver los frutos de cisma y herejía en que había caído su "Iglesia nacional". "Ordenación" de mujeres, bendición de matrimonios homosexuales, ordenación de sacerdotes abiertamente homosexuales, "ordenación" de mujeres al episcopado, y otras tantas aberraciones. Francamente demuestran dónde está la Verdad y dónde no; sólo es cuestión de observar, ser humilde y querer abrazar fervientemente la única y salvadora Verdad.

Las conversiones masivas de más de medio millón de anglicanos, sumados a más de un millar de clérigos y cuatro obispos de aquella "Iglesia" dieron la vuelta al mundo en todos los medios de comunicación. Se habló del tema de los sacerdotes anglicanos que estaban casados, del celibato, etc. El tema dio para hablar de toda clase de cosas. Esta re-inserción de anglicanos de Inglaterra, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y diversos países de África, Asia y minorías de los países de Oriente Medio nos dan una pauta de voluntad que se ha visto realmente poco en los últimos tiempos (incluyendo aquí los ánimos poco optimistas de cierta sociedad sacerdotal).

Pero un punto también realmente interesante es el efecto "dominó" que se ha producido por obra y gracia de Dios en otras comunidades protestantes que quieren seguir los pasos de sus antiguos camaradas. Entre ellas podemos encontrar ya dos comunidades episcopalianas (un equivalente estadounidense del anglicanismo) en Baltimore y Maryland. Pero incluso ahora la llamada "Iglesica Católica Anglo-Luterana" (ALCC por sus siglas en inglés) propone en forma entusiasta y seria su incorporación a la Iglesia católica. Su Metropolita, el arzobispo Gladfelter dijo que la Reforma fue un "trágico error de proporciones épicas que nunca debió suceder". Vemos entonces que las posiciones de tal Iglesia son reales y firmes.

Estos tiempos modernistas se caracterizan indudablemente por su capacidad destructiva de relativizar todo. El bien y el mal (si es que el mal todavía existe para la sociedad moderna), lo correcto y lo incorrecto, lo moral y lo inmoral. La presencia de Cristo y sus enseñanzas luchan efectiva y concretamente contra esta tiranía del pecado; es natural entonces que quienes comprenden el verdadero mensaje de Jesucristo busquen la Verdad y quieran vivir a través de ella en el real Cuerpo Místico de Nuestro Señor.

Oremos entonces especialmente en estos tiempos para la conversión de los paganos y de los separados, para que todos seamos fieles hijos de Dios Padre, reunidos en fraternidad en su Santa Iglesia, glorificándolo por siempre. Oremos también por el Santo Padre, para que su labor de unidad que lleva adelante tan eficazmente continúe inundado de la Gracia del Espíritu Santo y nos otorgue sus frutos como éstos.
Adveniat Regnum tuum!

4 de julio de 2011

La Secta

Les dejo aquí un artículo escrito por Esteban Falcionelli, sobre la FSSPX. Aunque no comparto en muchos temas su visión, les dejo para que lean.


Ante la inusitada notoriedad que en los últimos tiempos ha tomado nuevamente la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, fundada por Mons. Marcel Lefebvre por el levantamiento de las excomuniones de los cuatro obispos consagrados por éste en 1988 por parte del reaccionario pontífice Benedicto XVI y las declaraciones contra la Shoá –dogma fundante de la hermandad universal del occidente cristiano por sobre todas las razas y religiones, menos una de cada una- formuladas por Mons. Richard Williamson, recientemente expulsado del país por el gobierno nacional popular y revolucionario de Cristina Fernández, logramos infiltrar un equipo periodístico en uno de los centros de concentración de la secta cismática, develando –único medio- sus secretos más celosamente guardados.

Como es sabido, ya que así lo afirman el Grupo Clarín, [la Conferencia Episcopal], el Gobierno, la DAIA, el INADI y otras organizaciones piadosas de similar talante, la secta lefebvrista es un cisma dentro de la Iglesia Católica, que pretende restaurar la vieja doctrina de que ésta es la Única y Verdadera. Pero como suele ocurrir con todos los cismas, a partir de las declaraciones de Mons. Williamson, la secta se desliza hacia la herejía.

Nuestro equipo en Moreno

Al trascender que el hereje negacionista Williamson vivía en el Seminario Nuestra Señora Corredentora de La Reja, nuestro equipo se constituyó en el lugar. Para pasar inadvertidos ente los acólitos de la secta lefebvrista –o lefebvriana, como se la conoce más modernamente- llegamos en caballos blancos y vistiendo nuestras armaduras de gala.

Antes de seguir con el relato, se impone una aclaración: distintos medios colegas circunscribieron su información a la comunidad de Moreno. Sin embargo, estamos en condiciones de adelantar que dicha comunidad es sólo uno de los dos grupos en los que está dividida la secta. Los lefebvrianos de Moreno, que se radicaron en torno al Seminario, son sionistas. Viven en una nueva Tierra Prometida, con sus propios usos y costumbres. Los restantes, distribuidos en distintos puntos del país y más numerosos, son los lefebvristas de la diáspora.

Aclarada esta faceta poco conocida, continuamos con el relato. Preguntamos a un par de jóvenes como se ingresaba al templo pero por única respuesta recibimos la siguiente: “Reconocemos la labor pastoral de S.E. Mons. Williamson pero consideramos que sus imprudentes declaraciones comprometieron seriamente a la Fraternidad y al Santo Padre Benedicto XVI”, tras lo cual siguieron pintando una pancarta en la que podía leerse: “¡Richard, leal, te vamos a vengar!”.

Por nuestros propios medios llegamos finalmente hasta el patio que está adelante del templo, que para la secta se llama “atrio”; sobre la derecha, tras una pequeña mesa plegable, otro joven voceaba su mercadería: “A la gorrita de Monseñor Williamson, muchacho. Hay gorro, bandera y vincha”. Varias damas adquirieron el producto, sustituyendo la tradicional mantilla por el episcopal adminículo popularizado por TN y otros canales de televisión.

Ingresamos al cabo al templo y participamos del ritual de los lefebvrianos que ellos llaman Misa Tridentina. Según fuentes bien informadas, el nombre viene de la creencia medieval de que quien falta a misa es ensartado por el diablo con su tridente.

La Misa Tridentina: un opio de aquellos

El templo es majestuoso, lujoso, ostentoso, suntuoso, portentoso y lindo; nos llama la atención el silencio. La Iglesia llena de gente arrodillada y todo el mundo en silencio. Como si fueran ahí a hablar con Dios, o algo así. No hay guitarras, no hay jóvenes a los abrazos, no hay murmullos, nada. Asusta.

De repente entra el cura custodiado por dos monaguillos, y dándole la espalda a los fieles comienza a hablar en un idioma extraño, que se llama latín y parece que se hablaba en Grecia hace como cinco mil años.

La gente se arrodilla aparentemente sin darle importancia a la descortesía del cura que ni los mira y responde, algunos leyendo de unos libros amarillentos, otros de memoria, en el mismo idioma. No se entiende bien ni lo que dice el cura ni lo que dice el público.

Hace mucho calor a pesar de lo cual todas las mujeres llevan polleras largas y no hay ningún hombre en bermudas y ojotas, aunque La Reja es un lugar de casas quintas. Empezamos a maldecir la idea de nuestra producción de hacernos venir con armaduras.

Estamos en condiciones de adelantar –nuevamente único medio- y en honor a la verdad periodística debemos hacerlo, que la misa no es toda de espaldas: de vez en cuando el cura se da vuelta y le dice algo a la gente y la gente le contesta algo, y parece que con que les hable de vez en cuando, todos se quedan conformes. También el cura lee un par de cosas en castellano de frente al pueblo: una la escuchan sentados y otra de pie. Y después dice un sermón también en castellano. Después todos se sientan y una voz empieza a cantar. Era la primera cosa interesante desde el comienzo de la ceremonia. Pero la ilusión duró un segundo. La canción decía algo como “Recibe oh Dios…” y la música era re lenta, un plomazo. ¡Y eso es lo más emocionante!, porque a partir de ahí el cura se da vuelta y empieza a hablar en voz baja y no pasa nada que tenga interés periodístico, nada más suena un par de veces una campanita.

Aparentemente el público está dormido; pero si se los observa bien entran en una especie de trance letárgico. Después el cura dice en voz alta una oración que nos pareció que era el padre nuestro. Como ahí entendimos algo, esperamos el beso de la paz. Nada. Ni siquiera queda el consuelo de soportar el hastío sentándote al lado de la chica que te gusta. Ni eso. Luego todos van a comulgar, pero de rodillas. Nadie toma la comunión en la mano. Después dura un ratito más y se termina. Algunas personas salen, otras se quedan ahí arrodilladas en silencio. Nos preguntamos de qué hablará esta gente tan rara y salimos al atrio.

Después de la misa

Dos hombres de mediana edad, uno de traje, el otro de jean y camisa, ambos con la gorrita de Williamson, hablaban animadamente en una esquina del atrio. Uno levanta la voz.
-¿Es cierto o no es cierto?
-Sí, es cierto. Pero no tendría que haberlo dicho. Fue imprudente, es una provocación innecesaria.
Nos acercamos como al descuido. A ninguno le llama la atención nuestra armadura. Parece que mientras que la vestimenta sea “decente” a nadie le importa como se vista el de al lado. Nos metemos en la conversación:
-Perdón, ¿están hablando de Mons. Williamson?
Los dos se ríen.
-No, ¿qué Williamson? Estamos hablando del último clásico que les ganamos a las gallinas éstas, cuando Ischia dijo “después de todo le ganamos al último”.
-Fue un imprudente, una provocación innecesaria.
-Sangrás por la herida, bataraza.
En eso llega un cura de sotana; les da la mano a mis dos ocasionales interlocutores y a mí me saluda con un movimiento de cabeza.
El cura los mira y les dice:
-Ustedes que están bien informados…
Pensamos que ahora la conversación se pondrá interesante, pero el cura sigue:
-¿No saben cómo terminó Independiente? Porque antes de la misa iba 2 a 2.
-Padre, a usted lo van a excomulgar. ¿Dónde se ha visto un cura hincha del Diablo?
-Tengo permiso del Obispo, dijo el cura riéndose.
Y siguieron hablando de fútbol.
Pero no podíamos volver a la redacción informando que los lefebvristas hablan de fútbol. Entonces tomando coraje nos presentamos:
-Somos periodistas…
El cura contestó:
-No puedo hablar con la prensa por órdenes de mi Superior –y se fue.
Y los otros dos se sacaron la gorrita y escondiéndola a sus espaldas dijeron a coro:
-Reconocemos la labor pastoral de S.E. Mons. Williamson pero consideramos que sus imprudentes declaraciones comprometieron seriamente a la Fraternidad y al Santo Padre Benedicto XVI. Y también se fueron. Cuando se hallaban a unos cincuenta metros, vimos cómo se ponían nuevamente las gorras.

Mitos y realidades sobre la secta

Ya no quedaba nadie y las puertas del templo se cerraron. Hasta el vendedor de gorritas había desarmado su precario puesto. Nos dedicamos entonces a hacer encuestas por el vecindario. Las revelaciones fueron aterradoras. Descubrimos que los lefebvrianos:
* Comen solamente salmón ahumado.
* Tienen muchos hijos.
* No miran televisión (¡¿Cómo se puede vivir así?!).
* Sólo les pegan a sus mujeres e hijas los viernes (excepto en Cuaresma, en que les toca paliza también los miércoles).
* Limitan la educación de las mujeres, para mantenerlas sometidas (sólo se les permite obtener un Doctorado).
* No beben sangre humana, salvo en las fiestas de guardar.
* Desde la más tierna infancia, aprenden a escribir con pluma (método represivo que obliga a los niños a hacer buena letra).
* Comen carne de cerdo y sus derivados.
* Toman vino y cerveza (incluso algunos los fabrican).
* Para los sectores más ultramontanos, tomar Coca Cola es herético.
* Tienen un doble discurso, porque fingen ser conservadores pero usan luz eléctrica, automóviles, celulares, computadoras y hasta Internet.
* Niegan ser lefebvristas y afirman que el lefebvrismo no existe. Dicen ser católicos. Uno de nuestros encuestados, miembro de la secta que prefirió mantener el anonimato, llegó a afirmar que Henri Lefebvre fue un bolche cretino. Es conveniente aclarar que estos retrógrados designan con la palabra “bolche” a cualquier joven idealista que persiga la utopía de un mundo mejor por encima de todas las razas y todas las religiones (exceptuando una raza y una religión).

Pero lo peor del caso es que los lefebvrianos están allí: son profesoras (difíciles de distinguir, porque no usan mantilla para dictar sus clases, y algunas hasta van con pantalones), abogados, maestras, médicos, ingenieros, doctoras en letras, empleadas, obreros. Están allí. Nos acechan. Nos observan. ¿Cómo distinguir un lefebvrista de un ser humano?

Están allí.

¡Socorro!

Nota de la Redacción: este artículo está elaborado en base a las apreciaciones de distintos medios periodísticos que asistieron a misas de la FSSPX en distintos puntos del país. El diálogo futbolístico entre los feligreses y el sacerdote, está convenientemente desfigurado, pero es real.

Por un Periodista Argentino