30 de enero de 2011

Ad Orientem - II



Del blog http://sacramliturgiam.blogspot.com/

II.- EL CONCILIO VATICANO II Y LA ORIENTACIÓN LITÚRGICA.

El concilio Vaticano II no se pronunció formalmente de la orientación de la oración litúrgica en la Iglesia, por lo que cualquier debate sobre el tema fue llevado posteriormente, en los tiempos de la reforma litúrgica misma. La teología litúrgica y sacramental sobre la Eucaristía tiende a tener un cambio radical durante este tiempo, donde la noción sacrificial ha pasado a un segundo plano, siendo en algunos casos sistemáticamente rechazada y reemplazada por la noción de Banquete. 
Esto sucede porque, en tiempos del post-concilio, se realzó de forma desmesurada la vinculación Eucaristía-Última Cena, olvidando por completo que, si bien, la Última Cena del Señor se llevó acabo en el contexto (más probable) de la cena pascual judía, a ella es incorporada una novedad, que es precisamente el Sacrificio de Cristo. Por ello, lo importante no es la Cena en si misma, que es algo secundario, sino que es el Sacrificio Eucarístico que Cristo introduce en el contexto de la cena. Por ello, la repetición que Cristo nos pide no es de la cena en si misma (lo que se podría realizar solo una vez al año y en una fecha determinada), sino que pide la repetición de lo que es novedoso, es decir, del Sacrificio, que es independiente de la cena, aún cuando sea su contexto inicial.

El concilio planteó la necesidad de "acercar a los fieles al altar". Dicha frase involucraba dos aspectos fundamentales: El primero es buscar la forma en que los fieles puedan participar más activamente de la Santa Misa, elevando sus almas hacia el Santo Sacrificio del Altar, todo ello, mediante una formación litúrgica adecuada, así como de la participación en el Canto y otros oficios. El segundo aspecto es evitar las largas distancias entre el Altar y los fieles (como pasa, por ejemplo, en Iglesias con Coro, como Notre Dame de Paris, donde la distancia entre los fieles y el Altar Mayor es muy amplia), para que los fieles puedan sentirse partícipes de la Santa Misa, y contemplar con mayor detalle lo que sucede en el Altar. 
Por ello, se instruyó en la necesidad de que, en las nuevas Iglesias, se construya el Altar más cercano a los fieles. De la misma manera, se instruyó a construirlo separado de la pared, para que pudiese ser rodeado sin problemas (presumiblemente, para lo relacionado a la incensación).

Sin embargo, el Concilio no se pronunció en torno a un cambio de la Celebración de los Sagrados Misterios desde la forma Ad Orientem a una forma Versus Populum.

Pese a ello, la Instrucción "Inter Oecumenici" de 1964, preparada por el Consilium (Ente encargado de llevar a cabo las reformas propuestas por el Concilio), dió una cierta interpretación al respecto, la cual claramente fue un intento por "declarar admisible" una práctica ya extendida en algunos países desde los comienzos del Movimiento Litúrgico, en particular, lo relacionado con Guardini. La cita textual es la siguiente:

"Es aceptable construir el altar mayor separado del muro para que se facilite la vuelta y que se pueda celebrar cara al pueblo; y se colocará en el edificio sagrado de forma que sea verdaderamente el centro hacia el cual se vuelva espontáneamente la atención de la asamblea de fieles".

Sin embargo, dicha instrucción tiene dos matices a considerar: Primero, constatar que es solo una recomendación para nuevas construcciones, y en segundo lugar, que es solo una recomendación en si misma, y por tanto, no se considera como prescripción normativa. Por ello, es un segundo argumento de importancia para recalcar de que la posición Ad Orientem es la forma conciliar y litúrgicamente correcta de celebrar la Santa Misa (aún cuando se acepte la celebración Versus Populum).

Pese a las consideraciones anteriores, consonantes con la interpretación dada por J. A. Jungmann (destacado liturgista) en cuanto a la no obligatoriedad de la celebración "Versus Populum", se pudo evidenciar en los años posteriores una imposición de facto de dicha orientación (lo que es atribuíble a una interpretación rupturista), lo que conllevó a la destrucción y mutilación de muchísimos altares, de un valor cultural, patrimonial y litúrgico extraordinario. Aún asi, a nivel normativo, nunca se impuso dicha forma de celebrar.


III.- EL MISAL ROMANO

El Misal Romano, cuya primera edición data de 1970 aporta más información relevante a la orientación litúrgica de la Santa Misa.

Ejemplo de ello es la siguiente frase, tomada de la Instrucción General del Misal Romano, en la segunda edición de 1975, que es absolutamente equivalente a la que corresponde a la primera edición (1970):
"107. Vuelto al centro del altar y de cara al pueblo, extiende y junta las manos e invita al pueblo a orar, diciéndole: Orad, hermanos, etc. [...]".
Se puede evidenciar, con absoluta claridad, que se contempla la posición "Ad Orientem" como normativa de la Santa Misa (dado que el sacerdote debe pronunciar el "Orate Fratres" de cara al Pueblo, tal como se hace en la forma Extraordinaria).

Dicha frase, en la Instrucción general de la Tercera edición del Misal Romano, del año 2000, corresponde a:
"146. Después, vuelto al centro del altar, el sacerdote, de pie, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, invita al pueblo a orar, diciendo: Oren, hermanos, etc.[...]"
Por tanto, una vez más, se puede verificar como la posición "Ad Orientem" está contemplada como normativa dentro de la Santa Misa. Pese a ello, esta tercera edición contempla lo dicho por la Instrucción de 1964, diciendo que la celebración Versus Populum es "muy deseable, siempre que sea posible".

Por tanto, se puede verificar el gran cambio litúrgico entre los años 1975 y 2000, donde se transformó una "recomendación" en una "obligación", la cual, en nuestros tiempos, parece ser algo cotidiano aunque no más correcto, pues rompe con la tradición de la Iglesia, aún, desde sus comienzos, como lo puede atestiguar el Padre Louis Bouyer, quien es citado por el Cardenal Ratzinger en su célebre libro "El Espiritu de la Liturgia", así como los libros "Vueltos hacia el Señor" de Mons. Klaus Gamber, o "Volverse hacia el Señor" del Padre Michael Lang Uwe.

29 de enero de 2011

Noble sencillez no es pobreza litúrgica

Noble sencillez no es pobreza litúrgica

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Del blog http://la-buhardilla-de-jeronimo.blogspot.com


Presentamos nuestra traducción de un artículo, publicado en la edición italiana de Zenit bajo el título “La noble sencillez de las vestiduras litúrgicas”, del Padre Uwe Michael Lang, oficial de la Congregación para el Culto Divino y consultor de la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.
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La tradición sapiencial bíblica aclama a Dios como “el mismo autor de la belleza” (Sab. 13,3), glorificándolo por la grandeza y la belleza de las obras de la creación. El pensamiento cristiano, inspirándose sobre todo en la Sagrada Escritura, pero también en la filosofía clásica como auxiliar, ha desarrollado la concepción de la belleza como categoría teológica.


Esta enseñanza resuena en la homilía del Santo Padre Benedicto XVI durante la Santa Misa con dedicación de la iglesia de la Sagrada Familia en Barcelona (7 de noviembre de 2010): “La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo”. La belleza divina se manifiesta de modo totalmente particular en la sagrada liturgia, también a través de las cosas materiales de las que el hombre, hecho de alma y cuerpo, tiene necesidad para alcanzar las realidades espirituales: el edificio del culto, los utensilios, las vestiduras, las imágenes, la música, la dignidad de las ceremonias mismas.


Debe releerse al respecto el quinto capítulo sobre el “Decoro de la celebración litúrgica” en la última encíclica del Papa Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia (17 de abril de 2003), donde él afirma que Cristo mismo ha querido un ambiente digno y decoroso para la última cena, pidiendo a los discípulos que la prepararan en la casa de un amigo que tenía una “sala grande y adornada” (Lc 22,12; cf. Mc 14,15). La encíclica recuerda también la unctio de Betania, un evento significativo que preludia la institución de la Eucaristía (cf. Mt 26; Mc 14; Jn 12). Frente a la protesta de Judas de que la unción con el perfume precioso constituye un “derroche” inaceptable, dadas las necesidades de los pobres, Jesús, sin disminuir la obligación de la caridad concreta hacia los necesitados, declara su gran aprecio por el acto de la mujer porque su unción anticipa “el honor que su cuerpo merece también después de la muerte, por estar indisolublemente unido al misterio de su persona” (Ecclesia de Eucharistia, n. 47). Juan Pablo II concluye que la Iglesia, como la mujer de Betania, “no ha tenido miedo de «derrochar», dedicando sus mejores recursos para expresar su reverente asombro ante el don inconmensurable de la Eucaristía” (n. 48). La liturgia exige lo mejor de nuestras posibilidades para glorificar a Dios Creador y Redentor.


En el fondo, el cuidado atento de las iglesias y la liturgia debe ser una expresión del amor por el Señor. Incluso en un lugar donde la Iglesia no tiene grandes recursos materiales, no se puede descuidar esta tarea. Ya un Papa importante del siglo XVIII, Benedicto XIV (1740-1758), en su encíclica Annus qui(19 de febrero de 1749), dedicada sobre todo a la música sacra, ha exhortado a su clero para que las iglesias fueran bien mantenidas y dotadas de todos los objetos sagrados necesarios para la digna celebración de la liturgia: “Queremos hacer hincapié en que no hablamos de la suntuosidad y de la magnificencia de los sagrados Templos, ni de la preciosidad de los objetos sagrados, sabiendo también Nos que no se pueden tener en todas partes. Hemos hablado de la decencia y de la limpieza que a nadie es lícito descuidar, siendo la decencia y la limpieza compatibles con la pobreza”.


La Constitución sobre la sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II se ha pronunciado de modo similar: “Los ordinarios, al promover y favorecer un arte auténticamente sacro, busquen más una noble belleza que la mera suntuosidad. Esto se ha de aplicar también a las vestiduras y ornamentación sagrada” (Sacrosanctum Concilium, n. 124). Este pasaje se refiere al concepto de la “noble sencillez”, introducido por la misma Constitución en el n. 34. Este concepto parece tener origen en el arqueólogo e historiador del arte alemán Johann Joachim Winckelmann (1717-1768), según el cual la escultura clásica griega estaba caracterizada por la “noble sencillez y la silenciosa grandeza”. Al comienzo del siglo XX, el conocido liturgista Edmun Bishop (1846-1917) describía el “genio del Rito Romano” como marcado por la sencillez, sobriedad y dignidad (Cf. E. Bishop, Liturgica Historica, Clarendon Press, Oxford 1918, pp. 1-19). Esta descripción no deja de tener mérito pero hay que prestar atención a su interpretación: el Rito Romano es “sencillo” en comparación con otros ritos históricos, como los orientales, que se distinguen por la gran complejidad y suntuosidad. Sin embargo, la “noble sencillez” del Rito Romano no se debe confundir con una mal entendida “pobreza litúrgica” y un intelectualismo que pueden conducir a la ruina de la solemnidad, fundamento del Culto Divino (Cf. la contribución esencial de Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologiae III, q. 64, a. 2; q. 66, a 10; q. 83, a. 4).


De tales consideraciones resulta evidente que los ornamentos sagrados deben contribuir “al decoro de la acción sagrada” (Instrucción General del Misal Romano, n. 335), sobre todo “en la forma y en el material utilizado” pero también, aunque de forma medida, en los ornamentos (n. 344). El uso de las vestiduras litúrgicas expresa la hermenéutica de la continuidad, sin excluir un particular estilo histórico. Benedicto XVI ofrece un modelo en sus celebraciones, cuando usa tanto las casullas de estilo moderno como, en algunas ocasiones solemnes, las casullas romanas “clásicas”, utilizadas también por sus predecesores. Así se sigue el ejemplo del escriba, convertido en discípulo del Reino de los Cielos, al que Jesús compara con un dueño de casa que saca de su tesoronova et vetera (Mt 13,52).

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Fuente: Zenit (edición en lengua italiana)

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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28 de enero de 2011

En defensa de la Santa Fe

Este artículo fue difundido por la red social de Facebook. Es una interesante expresión de un católico que reflexiona sobre aquel episodio del famoso Padre "Pato" en Malargüe.

Aquí la reproduzco para que puedan apreciarla.


R.P. Gómez, de Malargüe

DISCRIMINADO ACUSADO DE DISCRIMINACIÓN

"Me lleva a escribir (mal seguramente) el interrogante que se me plantea sobre como una sacerdote de la Iglesia Católica, ataviado con sotana y poncho, se sube a un escenario, ante casi 10.000 personas y hace callar a unos artistas que se mofaban de la castidad sacerdotal. A primera vista, desde ya el hecho es curioso, como católico practicante, observo habitualmente la alegría que impera en todo sacerdote católico, y la alegría que se observa en todo espectáculo que organiza la Iglesia, etc. y también la sonrisa franca con que aparece el cura en todas las fotos aparecidas en los medios.-

El hecho que lo tuvo como protagonista al Padre “Pato” Gómez en el marco de un acto artístico tuvo gran repercusión. No solo debido a la “parada de carro” a los pícaros que se reían de la fe católica, sino también por las declaraciones periodísticas que realizó posteriormente el Padre Gómez. No conozco al cura, pero se trata de uno de aquellos curas que uno le gustaría conocer. Sin duda, uno los conoce a esta clase de cura, cuando se lo “mata” mediáticamente, por extraños y también por los propios.-

¿Qué pasó? Ya fue ampliamente publicado, por lo que lo daré por conocido, o por lo menos conocido tal como lo presentaron los distintos medios.-

Y como al Cura lo han apaleado de todos lados, escuchándose solo voces críticas a su accionar, voy a intentar humildemente, y sin su permiso, defenderlo. Y también demostrar que el Pato “puso huevos” y ha sido discriminado injustamente.-

Lo cierto es que el espectáculo de grupo artístico, ante gran concurrencia, era abiertamente burlesco de la castidad sacerdotal. Entiendo que no había desconocimiento por parte de los artistas en la presencia de sacerdotes en el lugar, ya que minutos antes el propio Padre Gómez había actuado en el festival con su grupo folklórico. Tampoco, más allá de los hábitos de monjes que se pusieron los artistas, es inocente o intranscendente el tema con que se metían: nada más ni nada menos que la castidad sacerdotal. Cualquier burla a cualquier otra religión o sectores de la sociedad, hubiese generado también un gran y justificado rechazo. Y el sacerdote, como también la gran cantidad de laicos asistentes al festival, se ofendió. Y claro, la supuesta broma ataca uno de los valores más preciados para un consagrado como lo es el celibato y la castidad (Código de Derecho Canónico, canon 277§ 1). Es que se estaba consumando un “sacrilegio”: profanar o tratar indignamente los sacramentos, o las acciones litúrgicas, así como las personas, cosas y lugares consagrados a Dios (cf. Cánon 1367; 1376). Y se estaban mofando de uno de los mayores sacrificios que hace un consagrado al abrazar su vocación religiosa: el voto de castidad. Por lo tanto, la ofensa no era menor.-

El celibato, es para la Iglesia un don que Cristo ofrece a los llamados al sacerdocio. La Encíclica Sacerdotalis caelibatus afirma: «la virginidad consagrada de los sagrados ministros manifiesta el amor virginal de Cristo a su Iglesia y la virginal y sobrenatural fecundidad de esta unión» (n. 26). El sacerdote, semejante a Cristo y en Cristo, se casa místicamente con la Iglesia, ama a la Iglesia con amor exclusivo. Por tanto, en el sacerdocio católico, el celibato constituye una de sus principales características y obligaciones, y por lo tanto no es algo de lo que se pueda burlar, como se hizo en este caso, a quienes a diario se entregan en servicio de la Iglesia, y viven castamente por el Reino de los Cielos.-

Por lo tanto, el número de los artistas era una “falta o contravención” en los términos y alcances del Código de Faltas de la Provincia de Mendoza. En efecto, el artículo 49 inc. “c” de dicho código castiga con arresto o multa al que, en lugar público o abierto al público, por petulancia u otro motivo reprochable, causare molestias o perturbaciones a alguien. Y el inciso “e” castiga a los que, individualmente o en grupos, provoquen en cualquier forma, en lugares públicos o abiertos al público o expuestos a que el público los vea u oiga. Y en el Título dedicado a las faltas contra la moralidad- Ofensas al pudor o decoro personal, en el art. 52, castiga al que, en lugar público o abierto o expuesto al público, importunare a otra persona en forma ofensiva al pudor o al decoro personal.-

La burla implica desconsideración, ligereza, irreverencia. Es una expresión de menosprecio. Es injuriosa, sobre todo, cuando se infiere a quién se debería honrar y respetar.-

Ante tal violación a las normas establecida por la normativa citada, nadie salió a poner orden. Seguramente había policía, que debió actuar de oficio (art. 127 del Código de Faltas) pero no lo hizo; habían funcionarios municipales que tampoco actuaron; y lo que es más grave habían laicos, que tampoco actuaron. Entonces reaccionó el cura. Y “terminó pagando el pato”.-

Es curioso, pero no tanto. Si los artistas se hubiesen burlado de alguna otra religión o grupo social, seguramente estarían siendo juzgados por los medios y por el INADI. Pero se trata de la Iglesia Católica. Y ahí todo vale, aunque no he encontrado en las leyes antidiscriminatorias que la Iglesia de Cristo y los fieles creyentes (laicos y consagrados) estén excluidos de la protección legal.-

En sentido común le dice a cualquier habitante que si ante una agresión a sus derechos, las autoridades competentes no actúan (porque no pueden o porque no quieren o porque ignoran que pueden), la persona puede defenderse sola y como pueda. O sea, hacer uso de la legítima defensa, permitida (no castigada) por el Código Penal Argentino, que en su art. 34 inc. 6º establece que no es punible el que obra en defensa propia o de sus derechos. Para eso exige tres condiciones: agresión ilegítima, necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla y falta de provocación suficiente por parte del que se defiende. Sin duda el caso Malargue cumple todas las condiciones de la defensa propia.-

Y eso es lo que debió hacer el Cura, ante la inacción de policías, autoridades y laicos, ante la ofensa, reaccionó legítimamente.-

O sea, no hubo “censura” alguna por parte del sacerdote. El dijo que había censurado. Cayó en la trampa: en realidad quieren a él censurarlo.-

Las posteriores declaraciones del sacerdote, despertaron polémicas y críticas: “la violación de la fe es más grave que la violación de una niña”. Al respecto también hay mucho para decir. Al margen del análisis de la faz “prudencial”, de “ante quién” se dijo, “cuando” lo dijo”, el “¿para qué usó ese ejemplo”, etc. Lo cierto que sin dudas que el cura ha querido en sus declaraciones explicar el porque de su actuar poniéndole énfasis a la gravedad de la burla de los artistas. Y era necesario explicar porqué, ya que reitero: parece que hoy en el país no se puede discriminar ni burlarse de nadie, salvo si es Católico, y sobre todo Sacerdote.-

Y es curioso: parece que el INADI verá que hace con el cura por sus declaraciones. Pero ¿y la libertad de expresión?. O sea, los artistas se visten con sotanas, se burlan de la castidad sacerdotal y nadie puede decir nada (ni policía, ni las autoridades, laicos o curas), pero si el cura “se expresa” de acuerdo a sus creencias, le saltan inmediatamente con críticas despiadadas y es investigado por “discriminación”. Realmente fabuloso. La lógica no me da para entender. Pero si me da la impresión que la frase del cura vino como anillo al dedo. Les vino justo a los detractores iniciales que aprovecharon no solo para criticar la toma del micrófono por parte del sacerdote, sino también para aquellos que tomaron con recelo la actitud del sacerdote pero guardaron silencio: “ya te mandaste la anterior, ahora hablás justo de este tema”.-

Dejo las disquisiciones finas para un Teólogo (teólogo en serio, no truchos ni los mediáticos a sueldo columnistas anticatólicos). Sin embargo entiendo que la afirmación del cura es correcta: la violación a la fe es más grave que un ultraje sexual. Además de correcta es evidente: lo mayor y mejor de la persona es su alma, y la salvación de la misma, en la visión plena y definitiva de Dios. Si se ultraja a una persona se la dañará físicamente, incluso psíquicamente, pero su alma estará intacta y se salvará, alcanzará a Dios. Pero si se destruye su fe, probablemente no se dañe su cuerpo, pero sin duda dañará y destruirá su alma, y no alcanzará la salvación. Esa es una verdad, como tal, de siempre. Así la Iglesia siempre ha predicado el ejemplo de los mártires, que preferían morir o sufrir castigos físicos tremendos, antes que cometer pecado.-

En definitiva, no veo error en las palabras del sacerdote. Aunque si veo que su frase “vino al pelo” para desprestigiarlo. No solo a él en su persona, sino también a la buena actitud que había tenido en el festival. Las personas que han criticado al Padre Pato, no hubiesen soportado un solo instante los agravios que públicamente estaba soportando el sacerdote.-

Es que en realidad, el mundo de hoy no admite estas cosas raras “medievales”, menos de un sacerdote católico. Injurias, calumnias, faltas de respeto, burlas al prójimo: si, a todo hora y por cualquier medio: radio, TV, diarios; publicar y difundir cualquier idea por más absurda, mentirosa, inmoral, etc., tampoco hay problemas. Pero nada de que venga un católico a anunciar sus creencias, especialmente si son “las de siempre”: inmediatamente será tachado de nazi y medieval, y hecho a un lado inmediatamente. Todo lo contrario si es un “adaptado al mundo” (en lo posible que no utilice ningún tipo de traje eclesiástico), si sus opiniones son acordes con la modernidad: ahí tendrá inmediatamente una columna en los periódicos, y será continuamente consultado por la prensa ante cualquier manifestación del Papa o de algún sacerdote que se atreva a decir la verdad, para que lo “refute”, sin que autoridad eclesiástica alguna le salga al cruce.-

Ya decía Alberto Caturelli (“La Iglesia y las Catacumbas de hoy”, pág. 56): son funestas las consecuencias que el proceso de secularización tiene para el sacerdocio católico. Y en la misma obra se refiere a la “terrible prueba de los sacerdotes fieles” (pág. 65): es de imaginar las presiones, el dolor silencioso, cierta soledad humana, la tentación permanente a seguir la corriente de los demás…y vivir “tranquilos” de una buena vez…”; se trata de alguien que no sabe responder a tantos agravios dirigidos a su misión (que ha pasado a hacer “anacrónica”, “individualista”, en fin, no “liberadora”).-

Y también siguiendo a Caturelli, me animo a decir que lo ocurrido, no es más que el evidente intento de hacer volver a los cristianos a las catacumbas. El mundo hoy hace que la virtud de la fortaleza sea la que más se exige del cristiano, sobre todo a no tener miedo. El miedo es la más eficaz tentación del demonio.-

Y ese miedo persigue un doble efecto: impedir que otros sigan el ejemplo de la conducta ejemplar, y para el autor un “no la sigás”.-

“Al tope de esto está el deseo de no molestar. Lo que es peor, la misma filosofía de nuestros oponentes ha teñido a los que nos apoyan. Para los menos cultivados, la conexión entre la religión y sus efectos sociales secundarios es poco familiar. Entre los más cultivados existe el temor de trastornar las relaciones superficiales del mundo. Hasta en el más alto rango de inteligencia y sinceridad se ha desarrollado una especie de hábito de aceptar el insulto “vis inerte” (por fuerza de la inercia) que inhibe a los católicos para hacer libremente lo que sus oponentes hacen libremente” (Belloc Hilaire, “Sobrevivientes y recién llegados, Ed. Pórtico, 2004, pag. 298)

Ud. Padre Pato, no debe tener miedo (aunque ya demostró que no lo tiene), porque ud. es “pastor”. Y el pastor no tiene como función solo acariciar tiernamente a sus ovejitas. Sino que debe dar la vida por las ovejas, no debe perder las ovejas, sino también defender a las ovejas del lobo y de los demás peligros (ver Gambra, Rafael, “El lenguaje y los mitos” pag., 174/175).- El Padre San Alberto Hurtado, analizando el apostolado, se pregunta, desde la perspectiva eterna que tiene la persona ¿podré permanecer inactivo, cuando mi acción o reacción tiene un alcance eterno para tantas almas? (“Un fuego que enciende otros fuegos”, pag.137).-

Hubiese sido más cómodo para el sacerdote, “tolerar”, “quedarse piola” o “irse al mazo”. Sin embargo, esa actitud pasiva ante el injusto agravio, parece que no le está permitida a ningún católico, ni sacerdote ni laico. Así Alfredo Sáez, analizando la virtud de la magnanimidad (como una virtud “olvidada” y criticando “el cansancio de los buenos”) y los pecados contra dicha virtud, enumera como una de ellas la pusilanimidad. Y dice que actualmente al magnánimo más bien se lo desprecia y se lo margina, ya que su mera presencia constituye un reproche vivo para la mediocridad dominante. Será pues preciso renunciar a ese justo anhelo de alcanzar la consideración de los demás, y seguir tendiendo, si, a la realización de grandes proyectos, pero en la conciencia de que de ello no se seguirá el reconocimiento social ni eclesial (“Siete virtudes olvidadas”, pag. 128). Y más adelante: “El magnánimo moderno deberá tener la grandeza de mantener los principios, renunciando a la gloria, no por menosprecio o por indiferencia, sino simplemente porque de hecho contará tan solo con la estima de un puñado, de algunos que, como él, se esfuerzan en practicar el retorno a las raíces de la cultura y de la fe, y que saben que las grandes cosas comenzaron por ser pequeñas. No recibirá, por cierto, la gloria de los hombres, pero indudablemente la recibirá de Dios, y con creces.” (pág. 129).-

Es que no debe perderse de vista la persecución legal y jurídica que sufre el cristianismo, en el mundo y también en nuestro país. Como dice Bojorge (“Como ovejas entre lobos”, y “En mi sed me dieron vinagre”-La civilización de la acedia), que este tipo de persecución completa a las otras formas, discriminando y oprimiendo jurídicamente a los católicos, con oposición y obstaculización crónica e insidiosa de la vida católica por via legal. No solo imponiendo a las naciones católicas constituciones y leyes contrarias a sus creencias, sino también desamparando a los católicos en el legitimo ejercicio de sus derechos al respeto a sus símbolos e imágenes religiosas, que suelen ser profanados impunemente.-

La burla hacia la Iglesia y sus ministros no es nueva. “La burla nace del menosprecio y siembre mas menosprecio. El pueblo elegido se lamenta de que, a causa de sus pecados, el Señor los ha entregado a la burla de sus enemigos: Nos haces el escarnio de nuestros vecinos, irrisión y burla de los que nos rodean; nos has hecho el refrán de los gentiles, nos hacen muecas las naciones. Así es, por dar un ejemplo, el caso del impío Nicanor, quien se burla de los sacerdotes y de los ancianos y escupe el Templo (cf. 1 M 7, 34). En el Nuevo Testamento, la burla que padecen los buenos cristianos ya no es un castigo. Es participación en la suerte de su Maestro, que fue burlado y escupido. La Epístola a los Hebreos enumera la burla a la par de los azotes entre los sufrimientos de la persecución: unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor; otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones, apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada… (Hb 11, 35-37).

Detrás de las burlas a personas, a sus nombres, a palabras, signos y símbolos sagrados, hábitos religiosos, objetos de culto, espacios sagrados, está la acedia: tristeza e irritación por los bienes que se escarnecen. Esa burla, hija de la acedia, sigue acompañando hoy a la Iglesia como forma de persecución, y es tan habitual que a muchos ya no les causa extrañeza y pasa a menudo inadvertida hasta de las mismas víctimas".- (extraído de “En mi sed me dieron vinagre”, de Horacio Bojorge, edit. Lumen, págs. 27/28).-

El mismo autor, en la obra citada, manifiesta que tanto el creyente como las imágenes sagradas son sometidas a detorsiones que los profanan o ridiculizan, considerados abusivamente como de dominio público y desprotegidos de los más mínimos amparos legales, son llevados y traídos por todas las corrientes e intereses no eclesiales o antieclesiales con todos los fines desde los comerciales a los antirreligiosos, simplemente torpes o bien malévolos u hóstiles. (ver pág. 93).-

Y más adelante afirma el autor que la burla, como antes, sigue acompañando hoy a la Iglesia: “Pensamos en el manoseo irreverente del hábito religioso por parte de agencias de publicidad en sus avisos publicitarios; en la distorsión de la imagen sacerdotal o de las religiosas, en telenovelas que la manosean y ensucian, en espectáculos o videoclips blasfemos que hacen de la profanación una industria y de la ofensa de la sensibilidad de los creyentes un negocio. Afin a este mismo fenómeno espiritual, por otro extremo que sólo en apariencia le es opuesto, están las asociaciones negativas de los símbolos, objetos y personas sagradas en espectáculos del género de terror. Entre todas las formas de persecución, quizás sea la burla la más cobarde e innoble. Sin embargo, desde el Viernes Santo hasta el fin de los tiempos, acompaña y rodeo a la cruz, al Crucificado y a su Iglesia: “Peregrina entre las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”. (págs. 99/100).-

Al referirse a la acedia jurídica, Bojorge dice: “La indiferencia por el bien ha invadido también la órbita jurídica de nuestra cultura. El derecho es celoso en amparar los bienes económicos como si fueran sagrados. Pero no toma en cuenta, para ampararlos, los bienes sagrados. Parece que en estos asuntos el derecho se lava las manos como Pilato. Los hombres, pero particularmente los católicos, están hoy desamparados jurídicamente ante el abuso de sus símbolos sagrados, los cuales pueden ser escarnecidos, burlados, profanados públicamente con total impunidad. Pueden usarse en publicidad o en la industria del espectáculo como si fueran cosas del dominio público. El orden legal vigente ampara la propiedad intelectual y las marcas comerciales. No hace mucho, la compañía Walt Disney demandó a los organizadores del Oscar porque usaron la figura de Blancanieves sin su autorización. El personaje creado por Walt Disney es propiedad de la compañía y su uso le pertenece. Es un derecho en el que lo protege la ley. Pues bien, Blancanieves goza de mayor protección legal que un crucifico o que las personas mismas de Cristo y de María. Las imágenes sagradas de los católicos no están protegidas, no ya contra su uso, sino contra cualquier abuso. Se puede abusar de ellas para todos los fines imaginables, y los católicos no tienen ninguna forma de oponerse y reclamar por caminos legales. Se puede abusar del nombre de la Virgen como nombre de artista de una estrella porno. Se puede hacer propaganda de un fiambre, presentando risible y burlescamente el sacramento y al ministro de la penitencia. Se puede presentar una marca de reloj con una parodia de la resurrección. Se puede presentar un cosmético usurpando el hábito de las religiosas. La figura misma del sacerdote y de la religiosa son llevadas y traídas, manoseando esas imágenes en telenovelas irreverentes. Con los nombres de nuestros dogmas de fe y los artículos del credo (“sin pecado concebida”), se hace lo mismo. Habitualmente, los símbolos sagrados católicos se asocian con imágenes terroríficas en el género de terror. No hay amparo legal para este grupo humano cuyas imágenes son así manipuladas y destruidas por la más moderna y sofisticada ingeniería de la imagen, puesta al servicio de la acedia. No hay amparo legal para los sentimientos de los fieles así agredidos en su imaginario creyente. Y no estamos hablando de países musulmanes sino de países como Italia, España y Argentina, donde hay mayorías católicas ultrajadas por minorías despóticas”. (págs. 103/104).-

Nuestro P. Alberto I. Ezcurra, en la obra “Tú Reinarás – Espiritualidad del laico”, ediciones Kyrios, San Rafael, Mza., Argentina, en la pág.187, afirma hablando de las actitudes persecutorias hacia la Iglesia, que existe un nivel de “persecución con la palabra” que miente, con la palabra que calumnia, con la palabra que se burla, con la palabra que desprestigia, con la palabra que ensucia, y que hay mucho de esto en estos momentos en muchos medios de comunicación que apuntan muy particularmente a nuestra Iglesia, que tienen en su mira a la Iglesia, a las cosas de la Iglesia, a las cosas de Dios, a las cosas santas, para rebajarlas con un humor corrompido para ensuciarlas, para calumniarlas.-

Se oye por ahí que lo dicho por el padre Gómez es verdad, pero fue imprudente al decirlo por los medios, sabiendo el tratamiento que harían estos a las frases empleadas por el Sacerdote. Quizás. Aunque San Josemaría Escrivá de Balaguer ya previno sobre no caer en la cobardía: “No me gusta tanto eufenismo: a la cobardía la llamaís prudencia. Y vuestra “prudencia” es la ocasión de que los enemigos de Dios, vacío de ideas el cerebro, se den tono de sabios y escalen puestos que nunca debieron escalar” (“Camino”, Nº 35).-

A la acusación de imprudencia, quizás habría que contestar que hay una “falsa prudencia”, que es aquella que es más falaz que las agachadas, la prudencia de la carne, la astucia, el dolo, el fraude, la solicitud superflua (ver Palacios Leopoldo Eulogio, “La prudencia política”, Ed. Rialp, 3º edición, pág. 149/150).-

Mucho han sobre el tema dicho distintas personas, de todas las tendencias, en los medios de comunicación. Ninguna defiende claramente al sacerdote. Las presentes son solo algunas cosas sueltas que entiendo hay que tener en cuenta. Para entender la situación de fondo, claramente, basta con leer “Sobrevivientes y recién llegados” de Hilaire Belloc. Su atenta lectura, nos hará reflexionar claramente. Ya el primer párrafo del libro, nos indica de que se trata: “…hay una sola institución que en los últimos diecinueve siglos ha sido atacada no solamente por principios que le son opuestos, sino desde cualquier punto de vista que pueda concebirse”. Por supuesto que se está refiriendo a la Iglesia Católica.-

Es que la “supuesta” imprudencia, es solo un accidente en la cuestión debatida. Tomamos el ejemplo de Chesterton: “Mi buena criatura, lo que te disgusta es ser elefante. Lo que odias no son los colmillos ni las trompas, ni la gordura, ni las cuatro patas. Lo que odias es la “elefantidad” (“Cien años después, Ed. Vórtice, pag. 215).-

Es que “ha surgido una idea extraordinaria de que aquel mejor crítico de las instituciones religiosas es el hombre que habla con frialdad sobre la religión. Nadie supone que el mejor crítico musical sea el hombre que habla con frialdad sobre la música. Dentro de los límites razonables, cuanto más excitado está un músico con la música, tanto más probable es que juzgue correctamente sobre ella. Nadie piensa que alguien puede ser un juez correcto en materia de poesía si desprecia los poemas. Pero existe un concepto de que alguien puede ser un juez correcto en materia de religión si la desprecia (Gilbert K. Chersterton, “Cien años después, Ed. Vórtice, pag. 222).-

Estimados hermanos en la fe: analicemos la conducta de nuestro sacerdote, yendo a las verdades profundas de nuestra fe y el sentido del sacerdocio instaurado por Cristo. Con el mismo espíritu analicemos la opinión de la prensa y de los que se han expresado a través de ella: “Afortunadamente estoy bastante adentrado en los hechos del mundo moderno como para no creerles nunca a los diarios” (Gilbert K. Chersterton, “Cien años después, Ed. Vórtice, pag. 35).-

Para los que critican la ortodoxia católica del sur mendocino: No solo demuestra que la ortodoxia es buena, dado el número de vocaciones religiosas y la excelencia de sus seminarios, sino porque el progreso y los llamados progresistas son solo un fracaso, como lo demuestran la falta de vocaciones y el cierre de sus seminarios.-

Para terminar (extraído de “El llamado al sacerdocio”, Pbro. Ramiro Saenz, Kyrios Ediciones, págs. 20/21): Un texto del poeta Alfonso de Lamartine: “Hay en cada pueblo un hombre que no tiene familia, pero que pertenece a todas las familias, que es llamado como testigo, como consejero o como ministro de todos los actos mas solemnes de la vida; que toma en sus manos al hombre desde que nace y no lo deja hasta el sepulcro; que bendice la cuna, el anillo nupcial y el lecho de muerte; un hombre a quién los niños se acostumbran a amar, respetar y venerar; a quién los extraños llaman Padre; a cuyos pies los cristianos revelan las cosas más íntimas de su vida y derraman las lágrimas más secretas. Un hombre que por su misión es el consolador de todas las miserias del alma y del cuerpo, el medianero entre la riqueza y la pobreza; un hombre a cuya casa acude el rico y el pobre: el rico para traer la limosna oculta, el pobre para recibirla sin rubor; un hombre que, no perteneciendo a ninguna clase social, pertenece a todas: a las inferiores por su vida pobre y, a veces, por la humildad de su nacimiento; a la clase elevada por su educación, ciencia y nobleza de sentimientos que la religión católica le inspira; un hombre, en fin, que todo lo sabe, que tiene derecho de decirlo todo y cuya palabra cae de lo alto sobre las inteligencias y sobre los corazones con la autoridad que da una misión sublime y la fuerza de una fe que no engaña. Este hombre es el sacerdote”. -

Cuando se piensa (Hugo Wast): “Cuando se piensa que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote; Cuando se piensa que ni los ángeles, ni los arcángeles, ni Miguel, ni Gabriel, ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote; Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo, en la última cena, realizó un milagro más grande que la creación del universo con todos sus esplendores, y fue convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo; y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote; Cuando se piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados, y que lo que él ata en fondo de su humilde confesionario, Dios, obligado por su propia palabra, lo ata en el Cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios; Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar; Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino; Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes aullarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quién las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos; Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un político, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él; Cuando se piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor de los milagros de Dios; Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales…”.- (también extraído de “El llamado al sacerdocio”, Pbro. Ramiro Saenz, Kyrios Ediciones, págs. 47/48).-

Es por ello que debemos defender a nuestros sacerdotes de estos violentos embates. Miremos sus admirables virtudes. No hagamos hincapié en sus defectos, eso es tarea de los enemigos de la Iglesia.-

Defendamos al Pato, no seamos gallinas.-

Gracias Padre Gómez.-



San Rafael, Mendoza, 24 de enero de 2.011, festividad de San Francisco de Sales, Obispo y Doctor de la Iglesia.-

CARLOS A. HADDAD

D.N.I. Nº 20.677.445

25 de enero de 2011

Ad Orientem - I

Domingo, 13 de enero de 2008
"El Papa celebró en el Altar original de la Capilla Sixtina, que se encuentra pegado a la pared por uno de sus lados.Por primera vez desde la reforma del Concilio Vaticano II un Papa volvió a dar la espalda a los fieles, aunque por un problema logístico, la celebración se desarrolló según el Misal ordinario y en italiano."

S.S. Benedicto XVI celebra Ad orientem

Del blog http://sacramliturgiam.blogspot.com/

Un ejemplo bastante notable de una mala aplicación de la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II, debido claramente a una pésima hermenéutica de los documentos emanados del mismo, corresponde a la sistemática prohibición de la celebración Ad Orientem, y su reemplazo por la celebración Versus Populum.
Profundizaremos un poco al respecto.

I.- ORIENTACIÓN LITÚRGICA EN LA IGLESIA PRIMITIVA Y SU DESARROLLO

La Tradición de la Iglesia nos muestra que la orientación litúrgica hacia el oriente se remonta a los principios de la iglesia, en las comunidades primitivas. Dicha orientación de la oración mantiene su sentido en forma clara hasta bien entrado el segundo milenio, según nos lo enseña el Papa Benedicto XVI, durante su Cardenalato, en la obra "El Espíritu de la Liturgia". En dicha obra hace una síntesis muy precisa, avalada en reconocidos litúrgistas e historiadores sagrados.


La orientación hacia el oriente en la oración y, por ende, en la Sagrada Liturgia, contiene en si misma una expresión muy gráfica de la síntesis cristiana de la Historia de la Salvación: En ella, la oración se dirige a Dios Padre, por acción del Espíritu Santo, quien envió a su Hijo, el Verbo de Dios, para Redimirnos; que se nos entrega como Prenda de vida eterna, de manera admirable, el Santísimo Sacrificio del Altar, en el cual Jesucristo mismo se hace presente, real y sustancialmente, por obra del mismo Espíritu Santo, en medio de su Iglesia que es el Cuerpo Místico de quien Él es cabeza; y que vendrá nuevamente en las postrimerías de la historia con Gloria y Majestad. Por ello, la orientación es hacia el oriente, ya que nos muestra, en un primer aspecto, la espera vigilante del Mesías, que es el Sol que nace de lo alto, desde el Oriente; en un segundo aspecto, la orientación nos revela la importancia de que, en virtud de nuestro sacerdocio común, nos asociemos al Sacerdote, quien en virtud del Sacerdocio de Jesucristo actúa "In Persona Christi", ofreciendo al Padre el Sacrificio Puro, Inmaculado y Santo, que es su propio Cuerpo y Sangre, obteniendo de este Santo Sacrificio, la santificación de cada uno de nosotros; Finalmente, en un tercer aspecto, señala de manera elocuente la espera del Cristiano, en forma vigilante, de la segunda venida del Salvador, quien viene en Gloria y Majestad (como el Sol naciente), a juzgar el mundo y consumar todas las cosas en Él.


Inicialmente, podemos ver que en los tiempos de la "Domus Ecclesiae" primitiva, la orientación litúrgica comienza a ser hacia el oriente, dentro de las posibilidades del lugar, debido a que esto provenía directamente de la tradición judía de la sinagoga, donde todos se dirigen hacia las sagradas escrituras, que vienen a ser la forma de suplir la presencia divina contenida en el Sancta Sanctorum del templo de Jerusalén, destruido en el primer siglo de nuestra era. Por ello mismo, las Sinagogas poseían dicha orientación, y por ende, el Cristianismo primitivo la adoptó por ser la Sinagoga parte integrante de la Liturgia (lo que hoy correspondería una especie de "Liturgia de la Palabra").
Posteriormente, y con la Paz Constantiniana, se pudo comenzar a construir edificaciones, correspondientes hoy a las grandes basílicas e iglesias, las cuales fue posible orientar correctamente hacia el oriente, siguiendo la tradición judaica, pero dándole un significado diferente: La orientación litúrgica es hacia el Oriente, porque del Oriente nace el Sol, que representa a Cristo. Por ello, en las basílicas e iglesias construidas en el período, ya sea de oriente o de occidente, se encontraba, en un ábside (que corresponde al lugar orientado), una imagen del Cristo triunfante (o del Padre en algunos casos), conocida como el "Pantocrator", que era el signo visible y patente de esta orientación litúrgica hacia Dios.

Monreale, el Duomo: Cristo Pantocrátor. Á
bside mediano de la basílica

Con el nacimiento de la Reserva Eucarística en el Sagrario, éste fue colocado al centro, y con ello, se realzó con mayor fuerza la orientación de la Liturgia hacia Dios, que está también realmente presente en dicho lugar litúrgico (correspondiente, frecuentemente, con el ábside, y en algunos casos, el altar mayor, cubierto con el baldaquino, del cual se encontraba suspendida la "Paloma" que contenía la reserva eucarística).

Paloma, reserva eucarística.

Posteriormente, el desarrollo del dogma cristológico y la evolución de la tradición de la Iglesia, principalmente en cuanto a lo relacionado con la arquitectura sagrada, provocó un cambio notable, cuando el Pantocrator fue reemplazado progresivamente por crucifijos con la Imagen de la Pasión, lo cual, en cuanto al tema de la orientación, no hace más que reafirmar la orientación litúrgica hacia Dios, aunque centrándose particularmente en la Pasión, muerte y Resurrección, que son los hechos que con mayor fuerza se desarrollan en el Santo Sacrificio Eucarístico. La frase "Mirarán al que traspasaron" de San Pablo, es una forma sintética que permite describir la importancia de la orientación litúrgica durante estos tiempos, los cuales perduraron sin mayores cambios hasta los tiempos previos al Concilio Vaticano II.

(Continuará...)

PD: Este artículo se terminó de escribir precisamente el día 21 de diciembre, día en que, en las vísperas, se corresponde con la Antífona "O Oriens", tan conocida por ser una de las antífonas mayores de Adviento, en preparación a la Santa Navidad.


22 de enero de 2011

Cómo comportarse en la Santa Misa

Tomado del blog ÓpticaCatólica.
Artículo corregido y aumentado.

Estos son los principales conceptos que debiéramos recordar para mantener un comportamiento en la Iglesia, acorde con la importancia de las celebraciones a las que asistimos.

No he entrado en el cumplimiento de las normas religiosas, ni litúrgicas, pues éso les corresponde decirlo a los sacerdotes. 

Llegada y salida a la Santa Misa


No llegues tarde a la celebración. La puntualidad es una demostración de respeto.

Si no puedes llegara a la hora señalada, haz los arreglos para llegar antes.

Si llegas tarde, mantente en la parte de atrás, sin pasar a los bancos, para no distraer y molestar a los que han llegado antes. Hazlo solamente, aprovechando los cambios en las fases litúrgicas.

Al llegar, procura sentarte en la parte central del banco para que los que vayan llegando, puedan sentarse en los extremos, así molestarán lo menos posible.

Si la iglesia está muy concurrida, no ocupes un sitio dejando bolsos o los libros sobre el banco. Ese sitio lo puede ocupar otra persona.

No salgas hasta que se termine la Celebración. La procesión de salida también forma parte de la liturgia.

No salgas hasta que no haya terminado de salir la comitiva con el Sacerdote que ha celebrado la Santa Misa.

No salgas hasta que haya terminado de cantar el coro o haya terminado la música.

Asistencia a la Santa Misa

No asistas mal presentado. Nuestra imagen honra a quien honra merece.

Es la entrevista mas importante de la semana.


El pudor y la decencia deben impedirte ir con escotes, minifaldas, ropas insinuantes, ni exageradas, para no distraer ni provocar a los asistentes.


No es una excursión, por lo que no deberás ir con pantalones cortos. Si tienes pensado ir a otro sitio después de la Santa Misa, vete a casa a cambiarte y si éso no es posible, quédate discretamente atrás.


No lleves los labios pintados si vas a Comulgar, pues puedes dejar marcas en el Cáliz y en los dedos del que te da la Sagrada Comunión.

Actitud en la Santa Misa

No comas durante la celebración. Distraes del objetivo, máxime si se va a Comulgar.


No comas chicle, caramelos, etc. ni des a los niños aperitivos para que se entretengan.

No hagas nada que no sea atender con mucha devoción a la Sagrada Misa. Es el momento mas solemne de la semana.


No reces el Santo Rosario durante la Celebración. Deberás hacerlo antes o después.


No escribas, pues también distraes la atención, aunque sean cosas relacionadas con la homilía o la Celebración. Espera a hacerlo a la salida.


No leas libros de meditación, también distraen de la Celebración.


Con los niños


No permitas que los niños alboroten o distraigan a otras personas. La buena educación principalmente, se demuestra en los sitios importantes.

Si no les puedes convencer a los niños de que estén atentos, deberás llevarles al sitio designado para ellos o ponerte en la parte de atrás.

No des a los niños juguetes o lecturas ajenas a su educación religiosa, para que se distraigan de la Misa. Deberás convencerles de la importancia de la misma para que estén atentos.

No permitas que los niños pongan los pies sobre los bancos, ni sobre los reclinatorios.

Es ideal que los niños varones asistan como acólitos en el altar: asumen una función de servicio a Dios y a la vez están inmersos en el misterio del Sacrificio de la Santa Misa.



No charles con otros dentro de la iglesia. Distraerás a los que les hablas y a los que estén cerca: ni antes, ni durante, ni después de la Misa. La iglesia es un lugar sagrado, no es un lugar de tertulias.

No tengas posturas inapropiadas. La imagen que proyectes puede servir para distraer a otros; si es buena les reforzará su piedad. Debes dar ejemplo con tu actitud.

No pongas los pies sobre los reclinatorios aunque estén subidos.

No te sientes con las piernas debajo del cuerpo, como si estuvieras viendo la televisión.

No cruces las piernas cuando estés sentado, como en los cafés.

Cuando estés de pie, sentado o de rodillas, mantén una postura respetuosa.

No estés abrazado con tu familiar o amigo, ni con la mano le acaricies la espalda, aunque algunos crean que es una señal de cariño.

No te arrodilles sin hacerlo despacio, completamente y con devoción.


Con la rodilla derecha hasta tocar el suelo (genuflexión) cuando estés delante del Sagrario.



Con las dos rodillas hasta tocar el suelo (doble genuflexión) e inclinando la cabeza cuando está expuesto el Santísimo Sacramento en el altar o en el Sagrario.


Si no esta el Santísimo en el Altar Mayor, no es necesario arrodillarse delante del altar: haz una inclinación de cabeza al pasar delante y al entrar o salir de los bancos.


Aunque no haya reclinatorio, arrodíllate en el momento de la Consagración y cuando el sacerdote presente la Comunión a todos los fieles. Estas ante Dios, tu Padre Supremo.


No te santigües o persignes sin hacerlo despacio, completamente y con devoción, diciendo las palabras correspondientes, no solo los signos. Los signos religiosos haciendo garabatos son ridículos y demuestran un desprecio por las cosas trascendentes.

Santiguarse desde la frente hasta el pecho y del hombro izquierdo hasta el derecho rezando la oración que conlleva.



Persignarse con la primera Cruz en la frente, la segunda en la boca y la tercera en el pecho, rezando la oración que conlleva.



Conclusión: La iglesia es el sitio más importante, de todos a los que acudimos y comportarse bien allí, es una obligación que todos debemos cumplir. Debemos darle el realce que se merece por derecho propio. Cada uno debe portarse en hacer las cosas lo mejor posible. Aunque estos comentarios sean mi punto de vista personal, todos deberíamos hacer un esfuerzo para ser un ejemplo perfecto ante los demás.

*Conclusión del autor original del texto.

21 de enero de 2011

Sancta Missa

La Santa Misa


Es el acto más grande, más sublime y más santo, que se celebra todos los días en la tierra. Nada hay más sublime en el mundo que Jesucristo, y nada más sublime en Jesucristo que su Santo Sacrificio en la Cruz, actualizado en cada Misa, puesto que la Santa Misa es la renovación del Sacrificio de la Cruz.


Misa, Cena y Cruz son un mismo sacrificio. Con razón decía San Bernardo: "Más merece el que devotamente oye una Misa en gracia de Dios, que si diera todos sus bienes para sustento de los pobres".

"Oir una Misa en vida o dar una limosna para que se celebre, aprovecha más que dejarla para después de la muerte." (San Anselmo)

"Más aprovecha para la remisión de la culpa y de la pena, es decir, para la remisión de los pecados, oir una Misa que todas las oraciones del mundo" (Eugenio III Papa)

Con la Misa se tributa a Dios más honor, que el que pueden tributarle todos los Ángeles y Santos del cielo. Puesto que el de éstos, es un honor de criaturas, mas en la Misa se le ofrece su mismo Hijo Jesucristo, que le tributa un Honor Infinito. (San Alfonso Mª Ligorio).

Con la asistencia a la Misa, rindes el mayor homenaje a la Humanidad Santísima de Nuestro Señor Jesucristo. Durante la Misa te arrodillas en medio de una multitud de Ángeles que asisten invisiblemente al Santo Sacrificio con suma reverencia.

A la hora de tu muerte, tu mayor consolación serán las Misas que hayas oído durante tu vida. Cada Misa que oíste, te acompañará al Tribunal Divino, y abogará para que alcances el Perdón.


Con cada Misa, puedes disminuir el castigo temporal que debes por tus pecados, en proporción con el Fervor con que la oigas.

Con cada Misa aumentas tus grados de gloria en el Cielo. En ella recibes la bendición del Sacerdote, que Dios ratifica en el Cielo.


Santa Teresa suplicaba un día al Señor, le indicara cómo podría pagarle todas las mercedes que le había dispensado y le contestó "oyendo una Misa".

"Todas las buenas obras del mundo reunidas, no equivalen al Santo Sacrificio de la Misa, porque son obras de los hombres, mientras que la Misa es obra de Dios. En la Misa, es el mismo Jesucristo Dios y Hombre Verdadero el que se ofrece al Padre para remisión de los pecados de todos los hombres y al mismo tiempo le rinde un Honor Infinito". (El Santo Cura de Ars)

El calvario fue el primer Altar, el Altar verdadero, después todo el Altar se convierte en Calvario.


No hay en el mundo lengua con que poder expresar la grandeza y el valor de la Santa Misa. Si la verdad es que Cristo se ofrece al Padre Eterno todos los días en la Santa Misa por la salvación de los hombres, por la salvación de todo el mundo ¿vamos a dejarlo sólo?.

Busquemos la media hora diaria para unirnos a Jesús en la Santa Misa, para adorar al Padre y darle el honor que se merece, para darle gracias por tantos favores recibidos, para aplacar su ira irritada por tantos pecados y darle plena satisfacción por ellos e implorar gracia y misericordia para todos los hombres del mundo, en fin, para agrandar el Cielo y hacer más Gloriosa la Pasión de Cristo.


A tí, que tanto te gusta hacer el bien, ¿ vas a dejar pasar diariamente la ocasión de unirte a la obra más grande que se realiza en la Tierra por el mismo Cristo?

Lee, piensa y medita muchas veces esta INVITACIÓN del Señor; y ten presente, siempre que..."AMOR CON AMOR SE PAGA".

Que Dios te bendiga y premie tu generosidad.

19 de enero de 2011

Los Sacramentos

Los sacramentos son signos externos de la gracia interna, instituidos por Cristo para nuestra santificación. (Catechismus concil. Trident., n.4, ex S. Aug. "De Catechizandis rudibus").


En el sentido etimológico, la palabra latina “sacramentum” es un sustantivo que se deriva del adjetivo “sacer” – “sacra” – “sacrum” que significa algo que santifica (“res sacrans”) y equivale en griego a la voz “misterio” (cosa oculta, sacra, o secreta). En ellos se realiza la acción oculta de Dios que se revela en cada acto donde existe un compromiso del hombre frente a Dios. En un principio, el Plan de Dios para los hombres era algo oculto, es en Cristo donde se logra su total manifestación. La obra de Cristo es sacramental porque el misterio de salvación se hace presente bajo la acción del Espíritu Santo.

Por ello, Jesucristo instituye los sacramentos que “son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina” (Cat. n.1131). Ellos son un puente entre Dios y el hombre, donde se obtiene plena comunicación. Son signos sensibles de una realidad sagrada, espiritual, invisible – no se puede palpar la gracia – y trascendente. Mediante ellos, los fieles se unen a Dios y participan – de manera misteriosa y real – de la vida divina. Poseen una “eficacia” sobrenatural que hace posible que la gracia se produzca, no son algo que significa la gracia, sino que la producen.

Al haber sido confiados los sacramentos a la Iglesia, ellos son de la Iglesia Cat. n.1118. La Iglesia es considerada como sacramento de la acción de Cristo – que actúa en ella por medio del Espíritu Santo- y por ser signo e instrumento de la unión con Dios y de la unidad de todo el género humano. (Cfr. Vaticano II, Const. Lumen gentium, n.1). Por lo tanto, los sacramentos existen “por ella” y “para ella” porque son los que constituyen la Iglesia.


Lo que Cristo da en los sacramentos, por medio de la Iglesia y sus ministros, tiene su fundamento en los misterios de la vida de Cristo. Los sacramentos son las obras maestras de Dios. 

La Iglesia – sacramento universal de salvación – es el signo visible de la presencia de Cristo presente entre los hombres. Cristo le da a su Iglesia los sacramentos – “maravillas de Dios” – y estos hacen que Ella cumpla con la misión de santificar, distribuyéndolos a los fieles, como camino hacia la santificación.

El número de los sacramentos son siete, no porque sea un número simbólico o sagrado, sino porque Cristo no instituyó ni mas ni menos. Todos tienen una materia y una forma, pues en todos hay algún objeto-gesto exterior y en todos hay unas palabras. En todo sacramento hay un ministro que lo confiere, debe ser el ministro legítimo para que Cristo actúe por él.

El Bautismo


En la historia de la Iglesia encontramos el uso del rito del bautismo desde el principio. Inicialmente se confería sólo a los adultos y se realizaba por inmersión (entrar y salir del agua o sea morir y resucitar a una nueva vida). Desde el siglo V D.C. se empezó a administrarlo también a los niños.

Anunciado por los profetas Ez. 36,25-28, "Derramaré sobre ustedes agua purificadora y quedarán purificados. Los purificaré de toda mancha y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo, y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Les quitaré del cuerpo el corazón de piedra y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes para que vivan según mis mandamientos y respeten mis órdenes. Habitarán en la tierra que yo di a sus padres. Ustedes serán para mí un pueblo y a mí me tendrán por su Dios."

El bautismo cristiano consiste en una determinada aplicación del agua sobre una persona, invocando a la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (o a Jesús solo, en algunas versiones del cristianismo), con el fin de hacer participar a quien lo recibe en la muerte y la resurrección de Jesucristo, constituyéndole: profeta, sacerdote y rey junto con Cristo, hijo(a) de Dios y heredero(a) de su Reino, e integrándole a la comunidad de la Iglesia, como miembro vivo del Cuerpo Místico de Cristo.

La Iglesia Católica define el sacramento del bautismo como: «Un signo sensible instituido por nuestro Señor Jesucristo para perdonar el pecado original y cualquiera otro que hubiese en el que se bautiza.»

Materia: agua verdadera y bendecida (fuera del caso de necesidad)
Forma: Las palabras, YO TE BAUTIZO EN EL NOMBRE DEL PADRE DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO.
Sujeto: la persona, (niño o adulto).
Ministro: el ordinario es el obispo, el sacerdote y el diácono. Mc 16,15-16; Mt 28,18-20; Jn 3,5-6; Mt 3,16.

La Confirmación


Está considerado entre los sacramentos de iniciación cristiana siendo recibido en segundo lugar (tras el bautismo) o en cuarto (tras la Penitencia y la Eucaristía) en la Iglesia católica, sacramento por el que las personas bautizadas se integran de forma plena como miembros de la comunidad.
La confirmación se efectúa mediante la imposición de manos y la unción con óleos sagrados.

Lc. 24, 49-53: "Ahora yo voy a enviar sobre ustedes al que mi Padre prometió. Por eso, quédense en la ciudad hasta que hayan sido revestidos de la fuerza que viene de arriba. Jesús los condujo hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos se postraron ante él y volvieron muy alegres a Jerusalén, donde permanecían constantemente en el Templo alabando a Dios".
El Señor resucitado, antes de su Ascensión al cielo, exhorta expresamente a los apóstoles a que no salieran de Jerusalén, sino esperaran la promesa del Padre. Sólo la fuerza del Espíritu Santo los capacitaría para su función apostólica de testigos.

Materia: el sacramento de la Confirmación se administra por la unción con el crisma en la frente, que se hace con la imposición de las manos.
Forma: "Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo"
Ministro: El Obispo es ministro ordinario
Sujeto: Cristiano bautizado en gracia antes de recibirlo. "Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo" Hech 8,17
La Penitencia


Es el sacramento mediante el cual los cristianos reciben el perdón de Dios por sus pecados.

El catecismo de la Iglesia Católica menciona diversos nombres que ha tomado la penitencia. Son los siguientes:
-Sacramento de conversión, ya que es un signo de la conversión a la que el mismo Jesucristo ha llamado (cf. Lc 15 18).
-Sacramento de la confesión, pues una de sus partes principales es la confesión de los pecados cometidos por el penitente.
-Sacramento del perdón, pues a través de la absolución sacramental el penitente recibe el perdón de Dios.
-Sacramento de la reconciliación, pues junto al perdón de Dios se otorga la reconciliación con Dios (cf. 2 Cor 5 20) y con la Iglesia.

Toma también el nombre de penitencia porque ésta es la última parte del camino de conversión que, según la teología del sacramento, realiza el penitente para recibir el perdón de sus pecados.
El cristiano acude a él para:
-El perdón de los pecados.
-Obtener la fuerza para luchar contra infidelidades, costumbres torcidas, hábitos de rutina y dispersión, y tendencias incontroladas de concupiscencia y amor propio.
-Purificación interior.
-La firmeza de voluntad en su lucha por el Reino.
-Nuevas fuerzas para cumplir su misión.
El cristiano encuentra a Cristo en el sacerdote que administra los sacramentos in persona Christi.

Materia: Pecados mortales y aún los veniales.
Forma: Las palabras, "yo te absuelvo en nombre del padre del hijo y del espíritu santo" Jn 20, 22-23
Ministro: El presbítero o sea el sacerdote.
Sujeto: Toda persona bautizada.
La Eucaristía
(La Primera Comunión)


La verdad de la presencia real, corporal y substancia de Jesús en la Eucaristía, fue profetizada por el mismo Señor antes de instituirla, durante el discurso que pronunció en la Sinagoga de Cafarnaúm, al día siguiente de haber hecho el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. "Yo soy el pan de la vida, si uno come de este pan vivirá para siempre, pues el pan que yo os daré es mi carne, para la vida del mundo" (Jn.6,32-34, 51).
El signo externo del sacramento, son la materia (pan y vino) y las palabras de la consagración (forma).

Confiere la gracia, como afirma el mismo Cristo: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna".(Jn 6,54), o sea, la gracia, que es prenda de vida eterna.

Fue instituido por Jesucristo en la Ultima Cena, como consta repetidamente en la escritura: "Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y dándoselo a los discípulos, dijo: "Tomad y comed, esto ES mi cuerpo". Y tomando el cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo: "Bebed de el todos, que esta ES mi sangre del Nuevo Testamento; que será derramada por muchos para remisión de los pecados". (Mt.26,26-28).

La materia para la confección de la Eucaristía es el pan de trigo y el vino de la vid. Esta es una verdad de fe definida en el Concilio de Trento.

Materia: pan de trigo ácimo, y el vino de uva puro.
Forma: Las palabras con las que Cristo en la cena entregó su cuerpo y su sangre a los apóstoles, tal como se han conservado en el Canon de la Misa. Mt 26,26.
Ministro: El sacerdote
Sujeto: Toda persona bautizada y en estado de gracia.

La Iglesia ordena en su tercer Mandamiento de La Santa Madre Iglesia, que al menos una vez al año y por Pascua de Resurrección, todo cristiano con uso de razón debe recibir la Eucaristía. También hay que comulgar cuando se está en peligro de muerte.


"Si eres débil debes comulgar para volverte fuerte. Si has pecado mucho te conviene comulgar (después de confesarte bien) para que la presencia de Jesucristo te traiga fuerzas para no seguir pecando tanto. Si te domina el mal genio, al recibir en la comunión al que es "manso y humilde de corazón", El te irá contagiando de su bondad y su buen genio. Si tienes inclinación a la impureza y al vicio, la presencia en tu alma de Cristo el Cordero Inmaculado que jamás tuvo la más mínima mancha de pecado, te irá dando fortaleza hacia todo lo que es impuro, y amor por la virtud. Si te vence el orgullo, Jesús que es humilde te irá haciendo semejante a El. No comulgas por que ya eres santo, sino porque deseas llegar a la santidad. Y sin comulgar no lo lograrías quizá jamás." San Francisco de Sales

El Matrimonio


El matrimonio fue instituido por Dios y elevado a Sacramento por Cristo y que es un signo visible de la gracia. El Catecismo de la Iglesia Católica y el Código de Derecho Canónico lo define como una "alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole".

El sacramento del matrimonio es la presencia de Cristo, presencia sacramental. Es decir siendo el matrimonio un sacramento, se convierte en un medio de comunicación de la gracia de Dios. Es un camino para la salvación de los que lo integran. Como sacramento es un signo del amor y de la alianza de Cristo con su Iglesia. La finalidad del sacramento del matrimonio es la santificación de los esposos mediante: la Unión y la procreación y educación de los hijos. Es la manera de ayudarse mutuamente con la gracia de Dios en la realización de la propia vocación.



Materia: es el Si en cuanto donación total al otro.
Forma: es el Si en cuanto aceptación del otro cónyuge.
Ministros: son los mismos contrayentes.
Sujetos: el hombre y la mujer bautizados que cumplan con las condiciones para la validez del sacramento y que no sean impedidos por lo prescrito por el Derecho Canónico. Mt 5,32; Mt 19,6.

El Orden Sagrado


Consiste en la consagración de un varón al ministerio del servicio a la Iglesia, lo que le exige dedicación plena y libre disposición: toda persona consagrada, adquiera o no la plenitud de orden, lleva una vida sacerdotal.
La doctrina Católica indica que este sacramento se confiere a aquellos que, habiendo recibido un particular llamado de Dios y luego de haber discernido su vocación a la vida sacerdotal, son considerados idóneos para el ministerio pastoral correspondiente.

Archivo:Priestly ordination.jpgGrados del Sacramento del Orden:
a) EL EPISCOPADO: o ministerio apostólico que se deriva directamente del ministerio de los apóstoles. El obispo es quien preside una comunidad de fieles, de la cual es también pastor. El posee el orden en toda su plenitud.
b) EL PRESBITERADO: este grado no llega a la cumbre del episcopado, sin embargo, los presbíteros (los que llamamos sacerdotes) están unidos a sus obispos en el sacerdocio, de ellos dependen en su ministerio y, en virtud del sacramento del orden, han sido consagrados como verdaderos sacerdotes participando, en su grado, del ministerio de Cristo, único mediador. 1 Tes. 2,5.
c)EL DIACONADO: es el grado inferior del orden sacerdotal. El diácono (que existe desde la Iglesia Apostólica) tiene las siguientes funciones:
-Administrar solemnemente el sacramento del Bautismo.
-Conservar y distribuir la Eucaristía.
-Bendecir los matrimonios.
-Llevar el viático a los enfermos.
-Leer a los fieles la Sagrada Escritura.
-Predicar.
-Bendición e imposición de las cenizas.
-Presidir los ritos funerales y sepelios (sin la celebración eucarística.

Un sacerdote es un hombre, elegido por Dios para servir a los hombres, en las cosas de Dios.

La Extremaunción


Se le da una gracia especial a los enfermos o ancianos, fortaleciendo y reconfortando al cristiano debilitado por la enfermedad, y lo prepara para el encuentro definitivo con Dios. Como los demás sacramentos, fue instituido por Jesucristo aunque no consta un momento preciso en el que lo hubiese delegado. Se suele indicar que el texto de la carta de Santiago como contexto de la función y efectos del sacramento: "¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados" (St 5, 14-15).

Su finalidad es ayudar al enfermo a vivir cristianamente su período difícil: el sacramento produce el consuelo y la fortaleza del enfermo ante su enfermedad. Confiere el perdón de los pecados, en el caso de que no tenga conciencia de ellos, en caso contrario debe confesarse. Une sus sufrimientos a la pasión de Cristo, convirtiendo su mal físico en un bien redentor.

Institución:
Mc. 6,7
Mc 6,13
Santiago 5, 14.

Materia: Aceite consagrado por el Obispo o por el sacerdote en caso de necesidad.
Forma: Las palabras de la oración que acompaña la unción:
"Por esta santa Unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad. Amén. St 5, 13-15
Ministro: Todo sacerdote.
Sujeto: El cristiano enfermo que reúna las condiciones prescritas por el código de derecho canónico.

Efectos del sacramento de la Unción:

-Un don particular del Espíritu Santo. La primera gracia es de consuelo, paz y ánimo para vencer las dificultades propias de la enfermedad o la fragilidad de la vejez. Es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, como el desaliento y la desesperación.
-El perdón de los pecados. Se requiere además el arrepentimiento y confesión de la persona que recibe el sacramento.
-La unión a la Pasión de Cristo. Se recibe la fuerza y el don para unirse con Cristo en su Pasión y alcanzar los frutos redentores del Salvador.
-Una gracia eclesial. Los enfermos que reciben este sacramento, uniéndose libremente a la Pasión y Muerte de Jesús, contribuyen al bien del Pueblo de Dios y a su santificación.
-Una preparación para el paso a la vida eterna. Este sacramento acaba por conformarnos con la muerte y resurrección de Cristo como el bautismo había comenzado a hacerlo. La Unción del Bautismo sella en nosotros la vida nueva, la de la Confirmación nos fortalece para el combate de la vida. Esta última unción, ofrece un escudo para defenderse de los últimos combates y entrar en la Casa del Padre. Se ofrece a los que están próximos a morir, junto con la Eucaristía como un "viático" para el último viaje del hombre.