Los órdenes menores eran instituciones eclesiásticas a las que antiguamente se accedía por una ceremonia o rito de ordenación realizada a clérigos que ya habían recibido la tonsura para que desempeñaran determinados servicios a la Iglesia -esto implicaba, antes de la separación Iglesia-Estado, que se pasaba a estar solo bajo jurisdicción eclesiástica y se pasaba a asumir las obligaciones que este estado conllevaba-.
Así, dentro de la jerarquía católica, había ocho órdenes: cinco menores y tres mayores. Los órdenes menores son los de ostiario, lector, exorcista, acólito y subdiácono; los mayores, el diaconado, el presbiterado y el episcopado.
Se confería la tonsura, rito por el que se ingresaba en el clero; se confería antes de las órdenes menores.
Recepción de la tonsura.
-El portero u ostiario (del latín ostiarius, que a su vez procede de ostium, que significa puerta) era el clérigo que había recibido la primera de las órdenes menores y tenía a su cargo abrir y cerrar la puerta de la iglesia, así como guardarla, llamar a tomar la comunión a los dignos (rechazando a los indignos) y conservar las cosas sagradas: es el guardián del Santísimo Sacramento que se oculta en el Sagrario.
En la ceremonia de ordenación, el obispo u arzobispo le presentaba al aspirante las dos llaves del templo sobre un plato y, mientras el aspirante las tocaba, le decía:
«Actúa de tal suerte que puedas dar cuenta a Dios de las cosas sagradas que se guardan bajo estas dos llaves...»
... y abre las puerta de la iglesia,
manifestando su responsabilidad de hacerse cargo del templo.
La orden de ostiario era el ostiariado, y fue suprimida junto con las otras cuatro órdenes menores en 1972, como queda recogido en el Motu proprio de Pablo VI.
En la ceremonia de ordenación, el obispo le presentaba el Misal Romano y, mientras el candidato lo toca con su mano derecha, le dice:
«Sé un fiel transmisor de la palabra de Dios,
a fin de compartir la recompensa con los que desde el comienzo de los tiempos han administrado su palabra...».
Es una de las dos órdenes menores reconvertidas en "ministerios laicales" que aún se conservan, junto al acólitado. Actualmente se confiere no por ordenación sacramental sino por colación, un rito de bendición en el que el fiel laico es instituido para ésta misión, sin dejar el estado laico. A pesar de ser ministerio para laicos, se suele administrar a los candidatos al sacerdocio, como preparación al mismo.
En la práctica, el oficio de leer las escrituras durante la liturgia se hace sin poseer este ministerio.
-El exorcista era a quien se le confiere el oficio de imponer las manos sobre los posesos del demonio, recitar los exorcismos aprobados por la Iglesia y presentar el agua bendita.
En la actualidad, este oficio eclesiástico es recibido por el orden sacerdotal, por lo que solo lo pueden ejercer presbíteros, de ordinario antes del bautismo, y de modo extraordinario, con un permiso especial del ordinario de su diócesis, cuando la grave ocasión lo requiera.
En la ceremonia de ordenación, el obispo le presentaba el libro de exorcismos al ordenando para que lo tocara con la mano derecha, y le decía:
«Recíbelo y confía a la memoria las fórmulas;
recibe el poder de poner las manos sobre los energúmenos que ya han sido bautizados
o sobre los que todavía son catecúmenos...».
-El acólito era a quien se le confería el poder espiritual de portar luces en el templo y de presentar el vino y el agua.
Al ordenarse, el aspirante tocaba con su mano derecha el candelero con un cirio apagado que le presentaba el obispo, mientras este le decía:
«Recibe este candelero y este cirio,
y sabe que debes emplearlos para encender la iluminación de la iglesia,
en el nombre del Señor...».
Después el obispo le entregaba una vinajera vacía, y mientras el aspirante la tocaba con los dedos de la mano derecha, le decía:
«Recibe esta vinajera
para proveer el vino y el agua en la eucaristía de la sangre de Cristo,
en el nombre del Señor...»
Éste ministro, además de ser el ayudante insitutido para la celebración eucarística -función también hoy día desarrollada por ministros no instituidos, como ocurre con los lectores-, es además Ministro Extraordinario de la Comunión (creación reciente), por lo que puede sustituir al sacerdote o al diácono para llevarla a los enfermos o impedidos, entre otras funciones.
-El subdiaconado era, por su naturaleza, un orden menor, pero en la Iglesia católica, entre el siglo XII y el XX, fue cosiderada como el primero de los órdenes mayores, por las obligaciones que implica. De hecho, el Concilio de Trento definió que la jerarquía de orden de institución Divina solo incluía los tres primeros grados de orden -episcopado, presbiterado y el diaconado (De sacramento ordinis, IV, 6). Aunque el Concilio declaró que los Padres y consejeros habían colocado el subdiaconado entre los órdenes mayores (De sacramento ordinis, II), fue considerado solo una institución eclesiástica.
Era el único orden menor que tenía un ornamento propio: la tunicela (similar, o prácticamente igual a la dalmática de diácono).
Los candidatos al subdiaconado, con tunicela y manípulo en mano.
El nuevo subdiacono cantando la Epístola de la Misa.
Gran postración y Letanía de los Santos.
Tocamiento del Cáliz.
«Ve el divino ministerio que te es confiado;
es por eso que debo advertirte que te conduzcas siempre de una forma que agrade a Dios...»
Tocamiento de las vinajeras y del Libro de las Epístolas.
«Recibe el libro de las Epístolas con el poder de leerlo para los vivos y los muertos».
Imposición de la tunicela.
El nuevo subdiacono canta la Epístola de la Misa.
La función principal del subdiácono era la leer la epístola durante la misa —función hoy dada al lector—, y servir en el altar, así como purificar fuera del altar los lienzos y vasos sagrados —funciones hoy dadas al acólito—.
En algunas ocasiones muy solemnes se ha visto que los acólitos instituidos se revestian con tunicelas. Y en las ocasiones solemnes el Obispo utiliza debajo de la casulla la dalmática y debajo de ella la tunicela (réplicas en seda sin forrar de la que visten el diácono y el subdiácono), para indicar que en él reside la plenitud del sacerdocio (Rubricarum Instructum, nrs. 134, 135 y 137).
Cabe hacer notar que el Motu proprio Ministeria Quedam (1972) suprimió las órdenes menores, pero que aún en las comunidades y sociedades religiosas más tradicionales continúan existiendo.
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