21 de junio de 2011

Corpus Christi en Rusia

El Corpus Christi vuelve a las calles de San Petersburgo


Este domingo se celebrará en San Petersburgo la Procesión del Corpus, autorizada por el ayuntamiento de esta ciudad rusa. Lo confirmó el arzobispado de la Madre de Dios de Moscú a Radio Vaticano. La procesión discurrirá por la avenida Nevski, la principal de San Petersburgo, por donde se celebró en los años 1917 y 1918, hace 93 años. Será presidida por mons. Paolo Pezzi, arzobispo y presidente de la Conferencia Episcopal.

Mons. Paolo Pezzi

El Ayuntamiento de San Petersburgo (Rusia) ha concedido la autorización para que se celebre esta semana la Procesión del Corpus Christi en la avenida Nevski, la más importante de la ciudad, recorrida por multitud de turistas y en la que se encuentran las iglesias de las principales confesiones: ortodoxa, católica, luterana y armenia.

Será la segunda vez que se celebra esta procesión en la historia de la ciudad: la anterior fue hace 93 años, y varios de sus organizadores morirían mártires bajo el comunismo pocos meses o años después.

La procesión de este año estará presidida por Paolo Pezzi, el arzobispo católico de Moscú (la diócesis incluye San Petersburgo) y contará con la participación de cónsules de diversos países europeos.

1918: 40.000 católicos tomaron la calle en oración

El R.P. Alejandro, un español misionero en San Petersburgo, cuenta en el blog de la asociación "Amigos de Rusia" (http://amigosderusiasannicolas.blogspot.com ), que apoya a sus parroquias desde España, lo que significó la procesión de 1918, un gran fogonazo de alegría católica justo meses antes de apagarse en un baño de sangre y persecución.



A principios del siglo XX, antes de la Revolucion, en San Petersburgo (entonces Petrogrado) aproximadamente un 7% de la población era católica. Era la ciudad más cosmopolita de Rusia, llena de comerciantes, y a ella llegaban militares y emigrantes de las regiones católicas del Imperio, de zonas bálticas, ucranianas, bielorrusas, polacas... Con la Ley de Libertad Religosa de Nicolas II en 1907 los católicos dejaron de ser una religión "de segunda" frente a la Iglesia Ortodoxa y ganaron confianza en si mismos.


En 1917 ya realizaron una procesión multitudinaria por Corpus Christi, pero sin llegar a sacar al Santísimo a la calle. Pero el 30 de mayo de 1918 la procesión con el Santísimo fue impresionante, reuniendo a unas 40.000 personas, quizá la mitad de los católicos de la zona.

La organizó el veterano prelado Budkevich, hoy en proceso de beatificacion: los bolcheviques lo fusilaron 5 años después. Participaron el arzobispo Ropp, el siervo de Dios Obispo Jan Cieplak y el beato exarca de rito católico bizantino Fedorov. Nadie podía imaginar que 20 años después, en San Petersburgo solo quedaría una iglesia católica con unas pocas decenas de feligreses y muy vigilados por la KGB.

Un testimonio de la época



El sacerdote Francisk Rutkovskiy describió la procesión de 1918 varios años después, en su biografía sobre el obispo Cepliak:
«Antes de que el mal comenzase a imponerse, los católicos de Petersburgo vivieron todavía un momento solemne y alegre para la Iglesia. El 30 de Mayo de 1918 por primera vez en la historia de esta ciudad, la procesión del Corpus Christi recorrió sus calles. Cristo, bajo la especie del pan, en el esplendor de su majestad, como Vencedor, daba su bendicion al mundo. La procesión comenzaba en la Iglesia de Santa Catalina e iba por las Avenidas Nevskiy y Lineyniy hasta la iglesia del cementerio Viborgskiy.

Salió el clero de ambos ritos [latino y bizantino], los profesores de la Academia de Teología con el rector a la cabeza, muy despacio desfilaban las diversas órdenes vestidas con sus habitos, seguía la corriente de la multitud de la gente, desfilaban las hermandades, las diversas asociaciones civiles, las agrupaciones sociales, se oia el rumor de los estandartes, por doquier se derramaban las flores.

Desfilaban en mayor número los polacos, y con ellos los bielorrusos, los lituanos, los letones, los rusos católicos: allí estaba todo el Petersburgo católico, y el cielo inundado por la luz del sol fue golpeado por el majestuoso himno “Para Ti la gloria”. Cantaban acompañados de la orquesta de la parroquia de Santa Catalina. Y, junto con la procesión y los cantos, todo era traspasado por laprofunda corriente de un hondo y aquietado silencio, como un soplo ondulado y crístico de paz y amor.

Y tan grande era la majestad de esta marcha que todos los concurrentes [se refiere a la población básicamente rusa y ortodoxa] cayeron de rodillas, se quitaron los sombreros y con admiración contemplaron la escena incomprensible y jamás vista que tenian ante si: la unión de los ritos y de las nacionalidades bajo un solo pastor y un solo orden. Ni uno solo de los participantes se atrevía a resollar, al contemplar a tantos como caminaban en estas filas, ni uno solo de ellos, movido por el odio, se tapó la mirada ante el resplandor que emanaba de esta luminosa muchedumbre.

Presidía la muchedumbre el nuevo ordinario de la diócesis de Moguilev, el metropolita Ropp. El obispo Cepliak caminaba cerca del baldaquino, silencioso y recogido en oración. Se cumplían sus sueños, veía los ejercitos de Cristo, extendidos mas alla de las murallas de los templos... La procesion terminó. La solemne Santa Misa se celebró bajo el cielo abierto."

Después llegó la Revolución. En 1920 había unos 900 curas católicos en la Unión Soviética (que incluía regiones católicas de Ucrania y Bielorrusia) y unos 2 millones de fieles. Apenas 10 años después, 600 sacerdotes católicos habían sido eliminados. Entre 1937 y 1938 fueron ejecutados otros 140 curas católicos. El estudio sistemático de la persecución a los católicos aún está por realizar.


Esta semana, después de 93 años, la custodia con el Santísimo volverá a recorrer la Avenida Nievskiy.

20 de junio de 2011

El Credo Atanasiano


San Atanasio, Doctor de la Iglesia

El Credo llamado de San Atanasio, también conocido como Quicumque (quienquiera) se recitaba antes en el Oficio Divino de los domingos.

La Iglesia Anglicana y otras iglesias protestantes lo aceptan como válido.

Por mucho tiempo se ha creído que su autor fue San Atanasio (295-373), obispo de la iglesia de Alejandría en Egipto.

Sin embargo, no es probable que lo fuese porque las iglesias orientales comenzaron a conocer este Credo hasta en el siglo XII. Actualmente se considera más probable que fuese compuesto al sur de la actual Francia durante el siglo V.

La copia más antigua que se conoce pertenece a una colección de homilías hecha por San Cesáreo de Arles (503-542).

La Santísima Trinidad

Quicumque vult salvus esse, ante omnia opus est, ut teneat catholicam fidem:Quienquiera desee salvarse debe, ante todo, guardar la Fe Católica:
Quam nisi quisque integram inviolatamque servaverit, absque dubio in aeternam peribit.quien no la observare íntegra e inviolada, sin duda perecerá eternamente.
Fides autem catholica haec est: ut unum Deum in Trinitate, et Trinitatem in unitate veneremur.Esta es la Fe Católica: que veneramos a un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en unidad.
Neque confundentes personas, neque substantiam seperantes.Ni confundimos las personas, ni separamos las substancias.
Alia est enim persona Patris alia Filii, alia Spiritus Sancti:Porque otra es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo:
Sed Patris, et Fili, et Spiritus Sancti una est divinitas, aequalis gloria, coeterna maiestas.Pero la divinidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo es una, es igual su gloria, es coeterna su majestad.
Qualis Pater, talis Filius, talis Spiritus Sanctus.Como el Padre, tal el Hijo, tal el Espíritu Santo.
Increatus Pater, increatus Filius, increatus Spiritus Sanctus.Increado el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo.
Immensus Pater, immensus Filius, immensus Spiritus Sanctus.Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo.
Aeternus Pater, aeternus Filius, aeternus Spiritus Sanctus.Eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo.
Et tamen non tres aeterni, sed unus aeternus.Y, sin embargo, no tres eternos, sino uno eterno.
Sicut non tres increati, nec tres immensi, sed unus increatus, et unus immensus.Como no son tres increados ni tres inmensos, sino uno increado y uno inmenso.
Similiter omnipotens Pater, omnipotens Filius, omnipotens Spiritus Sanctus.Igualmente omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo.
Et tamen non tres omnipotentes, sed unus omnipotens.Y, sin embargo, no tres omnipotentes, sino uno omnipotente.
Ita Deus Pater, Deus Filius, Deus Spiritus Sanctus.Como es Dios el Padre, es Dios el Hijo, es Dios el Espíritu Santo.
Et tamen non tres dii, sed unus est Deus.Y, sin embargo, no tres dioses, sino un Dios.
Ita Dominus Pater, Dominus Filius, Dominus Spiritus Sanctus.Como es Señor el Padre, es Señor el Hijo, es Señor el Espíritu Santo.
Et tamen non tres Domini, sed unus est Dominus.Y, sin embargo, no tres señores sino un Señor.
Quia, sicut singillatim unamquamque personam Deum ac Dominum confiteri christiana veritate compelimur: ita tres Deos aut Dominos dicere catholica religione prohibemur.Porque, así como la verdad cristiana nos compele a confesar que cualquiera de las personas es, singularmente, Dios y Señor, así la religión católica nos prohibe decir que son tres Dioses o Señores.
Pater a nullo est factus: nec creatus, nec genitus.Al Padre nadie lo hizo: ni lo creó, ni lo engendró.
Filius a Patre solo est: non factus, nec creatus, sed genitus.El Hijo es sólo del Padre: no hecho, ni creado, sino engendrado.
Spiritus Sanctus a Patre et Filio: non factus, nec creatus, nec genitus, sed procedens.El Espíritu Santo es del Padre y del Hijo: no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente de ellos.
Unus ergo Pater, non tres Patres: unus Filius, non tres Filii: unus Spiritus Sanctus, non tres Spiritus Sancti.Por tanto, un Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos, un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos.
Et in hac Trinitate nihil prius aut posterius, nihil maius aut minus: sed totae tres personae coaeternae sibi sunt et coaequales.Y en esta Trinidad nada es primero o posterior, nada mayor o menor: sino todas la tres personas son coeternas y coiguales las unas para con las otras.
Ita ut per omnia, sicut iam supra dictum est, et unitas in Trinitate, et Trinitas in unitate veneranda sit.Así, para que la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad sea venerada por todo, como se dijo antes.
Qui vult ergo salvus esse, ita de Trinitate sentiat.Quien quiere salvarse, por tanto, así debe sentir de la Trinidad.
Sed necessarium est ad aeternam salutem, ut incarnationem quoque Domini nostri Iesu Christi fideliter credat.Pero, para la salud eterna, es necesario creer fielmente también en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo.
Est ergo fides recta ut credamus et confiteamur, quia Dominus noster Iesus Christus, Dei Filius, Deus et homo est.Es pues fe recta que creamos y confesemos que nuestro Señor Jesucristo , Hijo de Dios, es Dios y hombre.
Deus est ex substantia Patris ante saecula genitus: et homo est ex substantia matris in saeculo natus.Es Dios de la substancia del Padre, engendrado antes de los siglos, y es hombre de la substancia de la madre, nacido en el tiempo.
Perfectus Deus, perfectus homo: ex anima rationali et humana carne subsistens.Dios perfecto, hombre perfecto: con alma racional y carne humana.
Aequalis Patri secundum divinitatem: minor Patre secundum humanitatem.Igual al Padre, según la divinidad; menor que el Padre, según la humanidad.
Qui licet Deus sit et homo, non duo tamen, sed unus est Christus.Aunque Dios y hombre, Cristo no es dos, sino uno.
Unus autem non conversione divinitatis in carnem, sed assumptione humanitatis in Deum.Uno, no por conversión de la divinidad en carne, sino porque la humanidad fue asumida por Dios.
Unus omnino, non confusione substantiae, sed unitate personae.Completamente uno, no por mezcla de las substancias, sino por unidad de la persona.
Nam sicut anima rationalis et caro unus est homo: ita Deus et homo unus est Christus.Porque, como el alma racional y la carne son un hombre, así Dios y hombre son un Cristo.
Qui passus est pro salute nostra: descendit ad inferos: tertia die resurrexit a mortuis.Que padeció por nuestra salud: descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos.
Ascendit ad caelos, sedet ad dexteram Dei Patris omnipotentis: inde venturus est iudicare vivos et mortuos.Ascendió a los cielos, está sentado a la derecha de Dios Padre omnipotente; de allí vendrá a juzgar a vivos y muertos.
Ad cuius adventum omnes homines resurgere habent cum corporibus suis: et reddituri sunt de factis propriis rationem.A su venida, todos los hombres tendrán que resucitar con sus propios cuerpos, y tendrán que dar cuenta de sus propios actos.
Et qui bona egerunt, ibunt in vitam aeternam: qui vero mala, in ignem aeternum.Los que actuaron bien irán a la vida eterna; los que mal, al fuego eterno.
Haec est fides catholica, quam nisi quisque fideliter firmiterque crediderit, salvus esse non poterit. Amen.Esta es la fe católica, quien no la crea fiel y firmemente, no podrá salvarse. Amén.

18 de junio de 2011

Arte Sacro

Weißkirche
La iglesia de Weiss, Bavaria


La Iglesia de Wies (en alemán Wieskirche= "Iglesia en la pradera") es una iglesia de peregrinación en el distrito de Weilheim-Schongau en el estado federado de Baviera, Alemania. El simple edificio oval, con un extravagante interior en estilo rococó, fue realizado por los hermanos Dominikus Zimmermann y Johann Baptist Zimmermann. En 1983 la iglesia de Wies fue proclamada patrimonio de la humanidad por la Unesco.

Die Weiss Kirche Photo - Bavaria, Germany

El 14 de junio de 1738, la campesina Maria Lory vio, lo que ella pensó eran lágrimas, salir de una estatua de madera de Cristo flagelado. Este milagro generó una avalancha de peregrinos que querían ver la estatua. En 1740, se construyó una pequeña capilla para albergarla, pero pronto este edificio resultó insuficiente para acomodar al número creciente de peregrinos. El cercano monasterio de Steingaden comisionó la construcción de la presente iglesia.



La construcción y decoración de la iglesia de Wies se realizó entre los años 1745 y 1754 por los hermanos Dominikus y Johann Baptist Zimmermann, bajo la dirección del abad del monasterio de Steingaden, Marinus Mayer.

El interior esta decorado en un elaborado estilo rococó, con trabajo de estuco de la escuela de Wessobrunner.




La pintura del altar mayor fue realizada por el pintor de la corte de Múnich, Balthasar August Albrecht.




Las figuras de los grandes teólogos de Occidente (San Jerónino, San Ambrosio, San Agustín y San Gregorio Magno), son el trabajo del escultor tirolés Anton Sturm.

San Jerónimo

El órgano, reconstruido en 1957, está en la caja original hecha por Johann Georg Hörterich. La superficie aplanada de la cúpula está pintada con un fresco trampantojo.







"Todo lo posible se hizo a través de la iglesia, para hacer lo sobrenatural visible. Esculturas y murales se combinan para revelar lo divino en forma visible".




En el marco de la secularización de los bienes de la Iglesia por el estado de Baviera en los años 1802 y 1803, la iglesia de Wies y sus contenidos, estaban destinados a ser subastados y el resto demolido. La oposición de los campesinos locales logró salvar la iglesia y permitir que las peregrinaciones continuaran.


Tras ser designada Patrimonio de la Humanidad en 1983, se emprendió una restauración completa de la iglesia que duró de 1985 a 1991 y que costó 10,6 millones de marcos.

Hoy en día la iglesia es visitada por más de un millón de visitantes al año y es lugar de frecuentes conciertos musicales. La iglesia es la sede de la "Confraternitas Domini Nostri Flagellati" (Fraternidad de Nuestro Señor Flagelado), dedicada a honrar el flagelamiento de Cristo, que tiene 350 miembros entre clérigos y laicos. Hasta el día presente, personas que han orado frente a la estatua de madera de Cristo flagelado en el altar, proclaman haber recibido sanaciones milagrosas.

El Altar Mayor, con la imagen de Cristo Flagelado.

12 de junio de 2011

La Iglesia de Jesucristo

La Iglesia de Jesuristo
Devocionario (1931)

[annosanto31.jpg]

Esta es una transcripción de un devocionario de gran calidad -como todos los que se producían en viejas épocas- que resumen en forma sintética y verdadera todos los principios de la Santa Madre Iglesia, en forma ordenada y explícita.

Para todos los formadores de fe que lean este Blog, les aconsejo que siempre vuelvan a los viejos libros de formación que son los mejores en todo sentido. Proveen una formación seria, acabada y sintética, como se ve a continuación y que contribuyen a una formación solida de los fieles, la cual empieza desde temprano.

La Iglesia Católica

La Iglesia Católica es la sociedad de los fieles cuya cabeza es el Papa.
Para pertenecer a la Iglesia Católica es necesario:

-Estar bautizado
-Creer todas las verdades de la fe
-Reconocer al Papa como cabeza de la Iglesia
-No estar excomulgado.

No pertenecen a la Iglesia Católica: los infieles, herejes, cismáticos, apóstatas y excomulgados.

Infiel es el que no está bautizado.

Hereje es el cristiano que niega con pertinacia alguna verdad de la fe.

Cismático es el cristiano que no reconoce al Papa como cabeza de la Iglesia.

Apóstata es el que niega con acto externo la fe católica que antes profesaba.

Excomulgado es el cristiano que ha sido privado por la Iglesia de los bienes espirituales comunes a todos los fieles.

El pecado, si por él no se incurre en la excomunión, no impide el pertenecer a la Iglesia.

La verdadera Iglesia de Jesucristo

La verdadera Iglesia militante de Jesucristo es la Iglesia Católica. La Iglesia Católica se llama también Romana, porque el Jefe de ella es el Sumo Pontífice de Roma. Las notas o señales por las cuales se reconoce la verdadera Iglesia militante de Jesucristo son: una, santa, católica y apostólica.

Una: porque Jesucristo fundó una sola.

Santa: porque Jesucristo es Santo y la fundó para santificarnos.

Católica: la palabra católica significa universal; Jesucristo fundó su Iglesia para todos los hombres hasta el fin del mundo.

Apostólica: Jesucristo confió su propagación y gobierno a los apóstoles y a sus legítimos sucesores.

Estas notas o señales las reúne solamente la Iglesia Católica.


La Iglesia Católica es una: porque siempre ha tenido y tiene en todas partes una misma fe, unos mismos sacramentos y una misma cabeza. Es santa: porque su cabeza, Jesucristo, es el Santo de los santos, sus sacramentos son santos, su doctrina es santa y hace santos a los que la practican. Digan sus enemigos, si hay en la doctrina católica algo que no dirija al hombre hacia Dios, fuente de toda santidad. La religión católica prescribe una pureza de costumbres admirables. Esta es la principal causa porque es tan odiada por los malos.

Sólo la religión católica tiene santos, esto es, personas de virtudes tan extraordinarias que el mismo Dios da testimonio de ellas con hechos sobrenaturales. Nada prueba contra la santidad de la Iglesia que haya católicos, y aún ministros del altar, que observen mala conducta. La Santa Iglesia católica condena la mala conducta de toda persona, sea quien fuere. El que es malo, lo es precisamente porque no cumple con lo que prescribe la santa Iglesia Católica. Es católica por razón de la doctrina, del tiempo y del lugar.

Por razón de la doctrina. La doctrina de la Iglesia Católica ha sido siempre la misma, sin cambio alguno. Al declarar la Iglesia que una verdad es de fe, no establece una nueva doctrina; solamente obliga en conciencia a creer aquella verdad, como revelada por Dios. En materia de disciplina la Iglesia puede cambiar sus leyes según las exigencias de los tiempos y lugares.

Por razón del tiempo. La Iglesia Católica existe desde que la fundó Jesucristo. El fundador de la Iglesia Católica es Jesucristo; si hubiera sido otro, sabríamos quién fue. Las demás religiones, que se llaman cristianas, cuentan su existencia desde varios años y aún siglos después de Jesucristo. Sabemos quiénes fueron los fundadores de esas religiones; casi todos fueron católicos que se rebelaron contra la Santa Madre Iglesia.

El protestantismo empezó a existir quince siglos después de N. S. Jesucristo. Afirmar que el protestantismo es la verdadera religión cristiana es admitir que la verdadera religión cristiana empezó a existir 1500 años después de N. S. Jesucristo. Los mismos fundadores del protestantismo fueron católicos y después protestantes. El protestantismo no fue, pues, fundado por N. S. Jesucristo, y por consiguiente, no es la verdadera religión cristiana.


Por razón de los lugares. La Iglesia católica es para todos los hombres y está extendida en toda la tierra.

La catolicidad es tan propia de la Iglesia Romana, que en todas partes es llamada católica, y católicos son llamados sus hijos.

Es apostólica, porque viene de los apóstoles y tiene la misma doctrina que ellos enseñaron.

Pentecostés y la Iglesia



El gran día que consuma la obra divina en el género humano ha brillado por fin sobre el mundo. "El día de Pentecostés -como dice San Lucas- ha cumplido" (Hechos II, 1). Desde Pascua hemos visto deslizarse siete semanas; he aquí el día que le sigue y hace el número misterioso de cincuenta. Este día es Domingo, consagrado al recuerdo de la atención de la luz y la Resurrección de Cristo; le va a ser impuesto su último carácter, y por él vamos a recibir la plenitud de Dios.

En el reino de las figuras del Antiguo Testamento, el Señor marcó ya la gloria del quincuagésimo día. Israel había tenido, bajo los auspicios del Cordero Pascual, su paso a través de las aguas del mar Rojo. Siete semanas se pasaron en ese desierto que debía conducir a la tierra de Promisión, y el día que sigue a las siete semanas fue aquel en que quedó sellada la alianza entre Dios y su pueblo. Pentecostés (día cincuenta) fue marcado por la promulgación de los diez mandamientos de la ley divina, y este gran recuerdo quedó en Israel con la conmemoración anual de tal acontecimiento. Pero así como la Pascua, también Pentecostés era profético: debía haber un segundo Pentecostés para todos los pueblos, como hubo una segunda, Pascua para el rescate del género humano. Para el Hijo de Dios, vencedor de la muerte, la Pascua con todos sus triunfos; y para el Espíritu Santo, Pentecostés, que le vio entrar como legislador en el mundo puesto en adelante bajo la ley.

Dios le entrega a Moisés las Tablas de la Ley.

Pero ¡qué diferencia entre las dos fiestas de Pentecostés! La primera, sobre los riscos salvajes de Arabia, entre truenos y relámpagos, intimando una ley grabada en dos tablas de piedra; la segunda en Jerusalén, sobre la cual no ha caído aún la maldición porque hasta ahora contiene las primicias del pueblo nuevo sobre el que debe ejercer su imperio el Espíritu de amor. En este segundo Pentecostés, el cielo no se ensombrece , no se oyen los estampidos de los rayos; los corazones de los hombres no están petrificados de espanto como a la falda del Sinaí; sino que laten bajo la impresión del arrepentimiento y acción de gracias. Se ha. apoderado de ellos un fuego divino y este fuego abrasará la tierra entera. Jesús había dicho: "He venido a traer fuego a la tierra y ¡qué quiero sino que se encienda!" Ha llegado la hora, y el que en Dios es Amor, la llama eterna e increada, desciende del cielo para cumplir la intención misericordiosa del Emmanuel.


En este momento en que el recogimiento reina en el Cenáculo, Jerusalén está llena de peregrinos, llegados de todas las regiones de la gentilidad. Son judíos venidos para la fiesta de Pascua y de Pentecostés, de todos los lugares donde Israel ha ido a establecer sus sinagogas. Asia, África, Roma incluso, suministran todo este contingente. Mezclados con los judíos de pura raza, se ve a paganos a quienes cierto movimiento de piedad ha llevado a abrazar la ley de Moisés y sus prácticas; se les llama Prosélitos. Este pueblo móvil que ha de dispensarse dentro de pocos días, y a quienes ha traído a Jerusalén sólo el deseo de cumplir la ley, representa, por la diversidad de idiomas, la confusión de Babel; pero los que le componen están menos influenciados de orgullo y de prejuicios que los habitantes de Judea. Advenedizos de ayer, no han conocido ni rechazado como estos últimos al Mesías, ni han blasfemado de sus obras, que daban testimonio de él. Si han gritado ante Pilatos con los otros judíos para pedir que el Justo sea crucificado, fue porque fueron arrastrados por el ascendiente de los sacerdotes y magistrados de esta Jerusalén, hacia la cual les había conducido su piedad y docilidad a la ley.

Pero ha llegado la hora, la hora de Tercia, la hora predestinada por toda la eternidad, y el designio de las Tres Divinas Personas, concebido y determinado antes de todos los tiempos, se declara y se cumple. Del mismo modo que el Padre envió a este mundo, a la hora de medianoche, para encarnarse en el seno de María a su propio Hijo, a quien engendra eternamente: así el Padre y el Hijo envían a la hora de Tercia sobre la Tierra el Espíritu Santo que procede de los dos, para cumplir en ella, hasta el fin de los tiempos, la misión de formar a la Iglesia esposa y dominio de Cristo, de asistirla y mantenerla y de salvar y santificar las almas.

De repente se oye un viento violento que venía del cielo; rugió fuera y llenó el Cenáculo con su soplo poderoso. Fuera congrega al rededor del edificio que está puesto en la montaña de Sión una turba de habitantes de Jerusalén y extranjeros; dentro, lo conmueve todo, agita a los ciento veinte discípulos del Salvador y muestra que nada le puede resistir. Jesús había dicho de él: "Es un viento que sopla donde quiere y vosotros escucháis resonar su voz" (Juan III, 8.); poder invisible que conmueve hasta los abismos, en las profundidades del mar, y lanza las olas hasta las nubes. En adelante este viento recorrerá la tierra en todos los sentidos, y nada puede sustraerse a su dominio.

Sin embargo, la santa asamblea que estaba completamente absorta en el éxtasis de la espera, conservó la misma actitud. Pasiva al esfuerzo del divino enviado, se abandona a él. Pero el soplo no ha sido más que una preparación para los que están dentro del Cenáculo, y a la vez una llamada para los de fuera. De pronto una lluvia silenciosa se extiende por el interior del edificio, lluvia de fuego, dice la Santa Iglesia, que arde sin quemar, que luce sin consumir ; unas llamas en forma de lenguas de fuego se colocan sobre la cabeza de cada uno de los ciento veinte discípulos. Es el Espíritu divino que toma posesión de la asamblea en cada uno de sus miembros. La Iglesia ya no está sólo en María; está también en los ciento veinte discípulos. Todos ahora son del Espíritu Santo que ha descendido sobre ellos; se ha comenzado su reino, se ha proclamado y se preparan nuevas conquistas.

Pero admiremos el símbolo con que se obra esta revolución. El que no ha mucho se mostró en el Jordán en la hermosa forma de una paloma aparece ahora en la de fuego. En la esencia divina Él es amor; pero el amor no consiste sólo en la dulzura y la ternura, sino que es ardiente como el fuego. Ahora, pues, que el mundo está entregado al Espíritu Santo es necesario que arda, y este incendio no se apagará nunca. ¿Y por qué la forma de lenguas, sino porque la palabra será el medio de propaganda de este incendio divino? Estos ciento veinte discípulos hablarán del Hijo de Dios, hecho hombre y Redentor de todos, del Espíritu Santo que remueve las almas y del Padre celestial que las ama y las adopta; y su palabra será acogida por un gran número. Todos los que la reciban estarán unidos en una misma fe, y la reunión que formen se llamará Iglesia católica, universal, difundida por todos los tiempos y por todos los lugares. Jesús había dicho: "Id, enseñad a todas las naciones." El Espíritu trae del cielo a la tierra la lengua que hará resonar esta palabra y el amor de Dios y de los hombres que la ha de inspirar. Esta lengua y este amor se han difundido en los hombres, y con la ayuda del Espíritu, estos mismos hombres la transmitirán a otros hasta el fin de los siglos.

Sin embargo, parece que un obstáculo sale al paso a esta misión. Desde Babel el lenguaje humano se ha dividido y la palabra de un pueblo no se entiende en el otro. ¿Cómo, pues, la palabra puede ser instrumento de conquista de tantas naciones y cómo puede reunir en una familia tantas razas que se desconocen? No temáis: el Espíritu omnipotente ya lo ha previsto. En esa embriaguez sagrada que inspira a los ciento veinte discípulos les ha conferido el don de entender toda lengua y de hacerse entender ellos mismos. En este mismo instante, en un transporte sublime, tratan de hablar todos los idiomas de la tierra, y la lengua, como su oído, no sólo se prestan sin esfuerzo, sino con deleite a esta plenitud de la palabra que va a establecer de nuevo la comunión de los hombres entre sí. El Espíritu de amor hizo cesar en un momento la separación de Babel, y la fraternidad primitiva reaparece con la unidad de idioma.

¡Cuán hermosa apareces, Iglesia de Dios, al hacerte sensible por la acción divina del Espíritu Santo que obra en ti ilimitadamente! Tú nos recuerdas el magnífico espectáculo que ofrecía la tierra cuando el linaje humano no hablaba más que una sola lengua. Pero esta maravilla no se limitará al día de Pentecostés, ni se reducirá a la vida de aquellos en quienes aparece en este momento. Después de la predicación de los Apóstoles se irá extinguiendo, por no ser necesaria, la forma primera del prodigio; pero tú no cesarás de hablar todas las lenguas hasta el fin de los siglos, porque no te verás limitada a los confines de una sola nación, sino que habitarás todo el mundo. En todas partes se oirá confesar una misma fe en las diversas lenguas de cada nación, y de este modo el milagro de Pentecostés, renovado y transformado, te acompañará hasta el fin de los siglos y será una de tus características principales. Por esto, San Agustín, hablando a los fieles, dice estas admirables palabras: "La Iglesia, extendida por todos los pueblos, habla todas las lenguas. ¿Qué es la Iglesia sino el cuerpo de Jesucristo? En este cuerpo cada uno de vosotros es un miembro. Si, pues, formáis parte de un miembro que habla todas las lenguas, vosotros también podéis consideraros como participantes en este don"
(Comentarios al Ev. de S. Juan, # 22.)

Dom Gueranger, “El Año Litúrgico

Veni Sancte Spiritu


"Cum esset ergo sero die illa prima sabbatorum, et fores essent clausae, ubi erant discipuli, propter metum Iudaeorum, venit Iesus et stetit in medio et dicit eis: “ Pax vobis! ”. Et hoc cum dixisset, ostendit eis manus et latus. Gavisi sunt ergo discipuli, viso Domino. Dixit ergo eis iterum: “ Pax vobis! Sicut misit me Pater, et ego mitto vos ”. Et cum hoc dixisset, insufflavit et dicit eis: “ Accipite Spiritum Sanctum. Quorum remiseritis peccata, remissa sunt eis; quorum retinueritis, retenta sunt ”.
Evangelium secundum Ioannem XX, 19-23.

"Et cum compleretur dies Pen tecostes, erant omnes pariter in eodem loco. Et factus est repente de caelo sonus tamquam advenientis spiritus vehementis et replevit totam domum, ubi erant sedentes. Et apparuerunt illis dispertitae linguae tamquam ignis, seditque supra singulos eorum; et repleti sunt omnes Spiritu Sancto et coeperunt loqui aliis linguis, prout Spiritus dabat eloqui illis."
Actus Apostolorum II, 1-4


S.S. Benedicto XVI en la solemnidad de Pentecostés,
Basílica de San Pedro.

El Santo Padre ha explicado que “el Credo de la Iglesia, no es otra cosa de lo que se dice en esta simple afirmación: "Jesús es Señor"” y que “si queremos estar en el Espíritu Santo, debemos adherir a este Credo” porque “haciéndolo nuestro, accedemos a la obra del Espíritu Santo.

“La expresión "Jesús es el Señor" se puede leer en dos sentidos. Significa: Jesús es Dios, y contemporáneamente: Dios es Jesús. El Espíritu Santo ilumina esta reciprocidad: Jesús tiene dignidad divina, y Dios tiene el rostro humano de Jesús”. Y en el Credo, ha subrayado el Pontífice, “se forma la nueva comunidad de la Iglesia de Dios”.

“Con el Bautismo y la Confirmación nos es dado este don específico, y con los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia esto se repita continuamente: el Señor sopla en nuestra alma un aliento de vida. Todos los sacramentos, cada uno de manera propia, comunican al hombre la vida divina, gracias al Espíritu Santo que obra en ellos”.

Benedicto XVI ha subrayado la relación entre Espíritu Santo y la Iglesia. "El Espíritu Santo anima a la Iglesia. Ella no deriva de la voluntad humana, de la reflexión, de la habilidad del hombre y de su capacidad organizativa, porque si fuera así se habría extinguido hace tiempo, así como pasan las cosas humanas. La Iglesia, en cambio, es el Cuerpo de Cristo animado por el Espíritu Santo". El Espíritu Santo anima la catolicidad de la Iglesia:

“Con esto se nos dice una cosa muy importante: que la Iglesia es católica desde el primer momento, que su universalidad no es el fruto de la inclusión sucesiva de diversas comunidades. Desde el primer instante, de hecho, el Espíritu Santo la ha creado como la Iglesia de todos los pueblos; ella abraza el mundo entero, supera todas las fronteras de raza, clase, nación; abate todas las barreras y une a los hombres en la profesión del Dios uno y trino”.

Y también es el Espíritu Santo quien confiere la santidad a la Iglesia: “Ella es santa, no gracias a la capacidad de sus miembros, sino porque Dios mismo, con su Espíritu, la crea y la santifica siempre”.

Finalmente, el Santo Padre comentando de nuevo el Evangelio, ha recordado la alegría que los discípulos tuvieron en la Pascua: Jesús “lo que dona no es una alegría cualquiera, sino la alegría misma, don del Espíritu Santo”.

11 de junio de 2011

Momento decisivo para la FSSPX

En numerosos medios católicos se está dando un intenso movimiento de análisis acerca de los próximos pasos en el diálogo entre la FSSPX y Roma, al punto de plantearse una pronta reconciliación y el planteo de un posible otorgamiento de status canónico a dicha Fraternidad en los próximos días. Estas noticias fueron primero difundidas por el sitio Messainlatino, cuyo artículo original en italiano les dejé en un link; posteriormente fue confirmada esta noticia por otros medios de confianza, y aquí les presento la traducción al castellano del artículo -que no es de mi mano (no tuve tiempo de terminar la traducción) pero es fiel a su original.
Momento decisivo para la FSSPX; momento de oración para toda la Iglesia



Presentamos un artículo del blog Messainlatino, cuya información ha sido confirmada por otros sitios católicos, sobre la posibilidad de que en los próximos días sea ofrecida a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X un status canónico que regularice su situación. Por esta razón, se propone una oración especial durante la octava de Pentecostés. Nos unimos a esta sugerencia, recordando las palabras del Santo Padre, según las cuales “si el compromiso laborioso por la fe, por la esperanza y el amor en el mundo es en estos momentos (y, de modos diversos, siempre) la auténtica prioridad para la Iglesia, entonces también forman parte de ella las reconciliaciones pequeñas y medianas”. Con el Papa Benedicto XVI recemos, entonces, para que esta reconciliación interna en el seno de la Iglesia pueda hacerse realidad.

Pentecostés 2011: sobre la base de las informaciones que hemos podido recoger, todo indica que hemos llegado, en este mes de junio de 2011, al momento más crucial de las relaciones entre la Fraternidad San Pío X y Roma desde el comienzo del pontificado de Benedicto XVI.

Pentecostés 2011: el procedimiento que había indicado Mons. Fellay, superior de la FSSPX, llega a su conclusión:
a) El Motu proprio del 7 de julio de 2007, confirmado por la Instrucción aplicativa del 30 de mayo de 2011, reconoce a todo sacerdote católico de rito romano el derecho a celebrar la Misa según el antiguo uso: se trataba de la primera condición preliminar puesta por Mons. Fellay para una eventual reconciliación.
b) El decreto del 21 de enero de 2009 levanta las excomuniones de los cuatro obispos de la Fraternidad: se verifica así la segunda condición preliminar, puesta por Mons. Fellay.
c) Una comisión teológica de la Fraternidad es invitada a Roma para afrontar coloquios doctrinales con la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una mesa de discusión con tres teólogos de la FSSPX y tres teólogos romanos: como fue expresamente pedido por la Fraternidad con el fin de poder verificar las hipótesis para reparar la ruptura entre Roma y los herederos de Mons. Lefebvre.

Pentecostés 2011: en su última entrevista concedida en Gabón, y publicada en el sitio de la Fraternidad DICI, se puede constatar que Mons. Fellay se plantea dos preguntas sobre los eventos que podrían ocurrir. Éstas, precisamente, sus palabras en la entrevista:

Entrevistador: Permítame concluir, Excelencia, con dos preguntas. La primera concierne a la relación entre la Fraternidad y Roma. ¿En qué punto estáis en vuestros contactos? Pregunta complementaria: ¿podemos esperar a mediano plazo una normalización de estas relaciones?
Mons. Fellay: Los contactos continúan. Llegamos probablemente al final de una fase de discusiones. Todavía no está completamente claro. ¿Qué ocurrirá? ¿Cuál será el resultado de esta fase? Esto responde a la segunda pregunta. ¿Qué prevé ahora Roma para nosotros? No debemos ilusionarnos: estamos en medio de la crisis de la Iglesia; ciertamente no ha terminado. ¿Cuál es nuestro destino en esta crisis? Pienso que de algún modo el buen Dios nos ha vinculado a esta crisis, para que trabajemos en la restauración de la Iglesia pero ésta podría durar todavía una década, tal vez dos. Se debe tener gran valentía y perseverancia. Todo puede resolverse mañana, o bien pasado mañana. Todo está en las manos del buen Dios. Permanezcamos simplemente fieles.

La primera pregunta concierne a la continuación que se ha de dar a los coloquios doctrinales: estos están ya concluidos. Se puede pensar que las síntesis de los mismos serán ahora examinados, como está previsto, por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Aparecerán entonces claramente tanto las convergencias como las divergencias sobre el Concilio Vaticano II y sobre la nueva liturgia. Después de una larguísima maduración, seguramente providencial, habrá sin duda una mayor claridad y al mismo tiempo la gracia, inesperada por ambas partes hasta hace pocos años atrás, de haber podido afrontar una discusión sobre la sustancia de los problemas. Sin embargo, la constatación final (sobre el subsistir de divergencias que sólo el futuro podrá allanar) no será radicalmente diverso de la que había hecho en 1988 el cardenal Ratzinger, cuando decidió igualmente firmar con Mons. Lefebvre un acuerdo canónico (acuerdo que luego fracasó en la cuestión del nombramiento de obispos solicitado por el prelado francés).

Y esto responde a la segunda pregunta de Mons. Fellay: “¿Qué prevé ahora Roma para nosotros?”. El Papa está por proponer a Mons. Fellay la constitución de un Ordinariato, para regularizar la situación de la FSSPX y de sus comunidades aliadas, dejándole la plena (e indispensable, vistos ciertos obispos en circulación) autonomía respecto a los obispos diocesanos. Algunos miembros de una comunidad Ecclesia Dei han podido precisar que ésta propuesta será hecha en el curso del presente mes de junio a Mons. Fellay.

Pentecostés 2011: el actual pontificado ha efectuado aperturas inmensas y generosas para llegar a la pacificación: el discurso del Papa a la Curia sobre la interpretación del Vaticano II, en el 2005; el Motu Proprio Summorum Pontificum para la liberalización de la celebración de la liturgia tradicional, en el 2007; el gesto, cuyo precio ha sido lamentablemente muy alto para el Santo Padre, del levantamiento de las excomuniones de los cuatro obispos de la FSSPX, en el 2009. Ahora parece haber llegado el momento para cruzar hacia otra etapa: que la Fraternidad pase de la situación irregular de “ilegitimidad” a un status canónico de “reconocimiento”. Es una solución win-win, en el que todos tendrían muchísimo por ganar: por un lado, Roma repararía una dolorosa ruptura y encontraría tropas nuevas y determinadas para conducir la batalla de la recuperación de lo que las últimas décadas han disipado; por otro lado, la FSSPX se limpiaría del estigma de rebelión y de “cisma”, lo que le permitiría desarrollar un apostolado mucho más eficaz y sin sufrir los mil prejuicios que la acompañan en la mente del católico medio, conservando al mismo tiempo la actual libertad de movimiento y de acción.

Una gran esperanza nos anima. Pero también nos asalta el temor de que una ocasión decisiva, probablemente única, pueda fallar. Todos los católicos (incluidos aquellos que aman el Vaticano II – o, mejor, una cierta idea del Vaticano II – más que a la Iglesia) no pueden más que desearlo.

Es por eso que, por amor a la Iglesia, al Santo Padre, y en pro del mejor uso posible de la “misión” de la FSSPX, Messainlatino se toma la libertad de suplicar a todos que se unan en la oración durante toda la octava de Pentecostés, invocando al Omnipotente para que la Fraternidad San Pío X pueda recuperar un status oficial en la Iglesia.

Por esta intención, con el consejo y la aprobación de sacerdotes que colaboran con este sitio, desde el domingo de Pentecostés hasta el de la Trinidad, pedimos a todos rezar esta oración:

V/.Veni, Sancte Spiritus,
R/. Reple tuorum corda fidelium, et tui amoris in eis ignem accende.

V./ Emitte Spiritum tuum et creabuntur;
R./ Et renovabis faciem terrae.

Oremus

Deus, qui corda fidelium Sancti Spiritus illustratione docuisti, da nobis in eodem Spiritu recta sapere, et de eius semper consolatione gaudere. Per Christum Dominus nostrum. Amen.

Y ofrecer por esta intención el rosario cotidiano.

Fuente: Messainlatino
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

Diario Italia Oggi informa sobre posibles avances en reconciliación de la FSSPX
Del blog http://secretummeummihi.blogspot.com
El diario Italia Oggi informa sobre reconciliación de la FSSPX en su edición impresa de Jun-11-2011, página 8 (copia facsimilar en la imágen). No es nada esencialmente diferente a lo que se supo ayer, informado por Messa in Latino (ver aquí), pero es significativo que un medio impreso reproduzca la información.