11 de junio de 2015

El pope incrédulo y la Iglesia Triunfante

Traducimos a continuación un relato extraído del libro « Experiencias durante la Divina Liturgia » del Protopresbítero Stephanos Anagnostopoulos.


Cierta vez un sacerdote que no quería oficiar la Liturgia porque era un día de invierno muy frío.
Hacía 10 grados bajo cero y el sacerdote sabía que la única persona que posiblemente fuera a la celebración era el cantor. El cura no tenía idea de la enseñanza de la Iglesia sobre la presencia de la Iglesia Triunfante y o de cómo la Divina Liturgia beneficia a los vivos y a los que ya han partido. Con dificultad, se forzó a sí mismo a ir a la iglesia. En el camino seguía deseando que el cantor no apareciera de modo que él no tuviera que oficiar y pudiera volver a casa. Aún así, el cantor sí fue.
El sacerdote ofició la Prothesis (o Proskomedia, el rito de preparar los dones sagrados) apresuradamente y comenzó la Divina Liturgia. Poco después llegaron algunos obispos, sacerdotes, monjes y monjas, y algunos laicos. La mayoría se sentó en la parte del coro y comenzó a cantar tan bellamente que el cura olvidó cuán helado y solo estaba antes. Su cuerpo estaba caliente y todo su ser era como una llama... Cuando hizo la pequeña entrada [antes de las lecturas] notó que la iglesia estaba llena de gente --la mayoría de ellos le resultaban familiares-- pero no prestó mucha atención y continuó con la Divina Liturgia.
Cuando llegó el momento de la Consagración de los Dones Sagrados vio entrar al [santuario del] Santo Altar a tres obispos, radiantemente revestidos con brillantes ornamentos. Se postraron con él y rezaron. El sacerdote se levantó entonces muy cuidadosamente y con temor, tomó el incensario y en viva voz, exclamó:
« Especialmente nuestra Toda Santa, Inmaculada, Benditísima y gloriosa Señora Madre de Dios y Siempre Virgen María... » [letanía bizantina].
Luego cantaron el himno de la Santa Comunión:
« Prueben y vean que el Señor es bueno, Aleluia ».
El sacerdote se preguntaba qué hacer: ¿debía tomar parte en la Santa Comunión primero, o hacerse a un lado por los tres obispos que estaban presentes? Justo cuando estaba pensando en esto, uno de los obispos le indicó con un gesto que recibiera la Santa Comunión y luego Unificara y Situara las porciones restantes del Cordero (N.de.T.: hostia con levadura de la cual se cortan fragmentos con los cuales se comulga) en el cáliz, junto con las porciones en memoria de la Santa Madre de Dios y los Santos.


Habiendo realizado esto, el sacerdote abrió las Puertas Reales... y no vio a nadie en la iglesia. Se volvió y buscó en el santuario, miró a la derecha, a la izquierda. Los obispos habían desaparecido. Se quedó ahí parado, sin palabras, atónito. Lentamente abrió su boca y cantó la siguiente súplica:
« Con temor de Dios y fe y amor, acérquense... ».
Y el cantor se acercó lentamente a comulgar. ¡El sacerdote todavía estaba asombrado, todavía preguntándoselo todo! La Iglesia Triunfante estaba presente por entero. Todos aquellos presentes en la iglesia eran personas que le eran familiares, personas que habían partido de esta vida y cuyos nombres él recordaba algunas veces en cada Liturgia: « Es por eso que estaban presentes, es por eso que todos me resultaban tan familiares », pensó.
En cuanto a los obispos en el santuario, eran los Tres Pontífices: San Juan Crisóstomo, San Basilio el Grande y San Gregorio el Teólogo.
Tantos años de estudio en la universidad, tanta investigación y tantas noches en vela había pasado estudiando, y esos esfuerzos habían sido incapaces de darle siquiera una gota de la dulzura y el conocimiento divino que esta Divina Liturgia le había dado.

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