Este artículo fue difundido por la red social de Facebook. Es una interesante expresión de un católico que reflexiona sobre aquel episodio del famoso Padre "Pato" en Malargüe.
Aquí la reproduzco para que puedan apreciarla.
R.P. Gómez, de Malargüe
DISCRIMINADO ACUSADO DE DISCRIMINACIÓN
"Me lleva a escribir (mal seguramente) el interrogante que se me plantea sobre como una sacerdote de la Iglesia Católica, ataviado con sotana y poncho, se sube a un escenario, ante casi 10.000 personas y hace callar a unos artistas que se mofaban de la castidad sacerdotal. A primera vista, desde ya el hecho es curioso, como católico practicante, observo habitualmente la alegría que impera en todo sacerdote católico, y la alegría que se observa en todo espectáculo que organiza la Iglesia, etc. y también la sonrisa franca con que aparece el cura en todas las fotos aparecidas en los medios.-
El hecho que lo tuvo como protagonista al Padre “Pato” Gómez en el marco de un acto artístico tuvo gran repercusión. No solo debido a la “parada de carro” a los pícaros que se reían de la fe católica, sino también por las declaraciones periodísticas que realizó posteriormente el Padre Gómez. No conozco al cura, pero se trata de uno de aquellos curas que uno le gustaría conocer. Sin duda, uno los conoce a esta clase de cura, cuando se lo “mata” mediáticamente, por extraños y también por los propios.-
¿Qué pasó? Ya fue ampliamente publicado, por lo que lo daré por conocido, o por lo menos conocido tal como lo presentaron los distintos medios.-
Y como al Cura lo han apaleado de todos lados, escuchándose solo voces críticas a su accionar, voy a intentar humildemente, y sin su permiso, defenderlo. Y también demostrar que el Pato “puso huevos” y ha sido discriminado injustamente.-
Lo cierto es que el espectáculo de grupo artístico, ante gran concurrencia, era abiertamente burlesco de la castidad sacerdotal. Entiendo que no había desconocimiento por parte de los artistas en la presencia de sacerdotes en el lugar, ya que minutos antes el propio Padre Gómez había actuado en el festival con su grupo folklórico. Tampoco, más allá de los hábitos de monjes que se pusieron los artistas, es inocente o intranscendente el tema con que se metían: nada más ni nada menos que la castidad sacerdotal. Cualquier burla a cualquier otra religión o sectores de la sociedad, hubiese generado también un gran y justificado rechazo. Y el sacerdote, como también la gran cantidad de laicos asistentes al festival, se ofendió. Y claro, la supuesta broma ataca uno de los valores más preciados para un consagrado como lo es el celibato y la castidad (Código de Derecho Canónico, canon 277§ 1). Es que se estaba consumando un “sacrilegio”: profanar o tratar indignamente los sacramentos, o las acciones litúrgicas, así como las personas, cosas y lugares consagrados a Dios (cf. Cánon 1367; 1376). Y se estaban mofando de uno de los mayores sacrificios que hace un consagrado al abrazar su vocación religiosa: el voto de castidad. Por lo tanto, la ofensa no era menor.-
El celibato, es para la Iglesia un don que Cristo ofrece a los llamados al sacerdocio. La Encíclica Sacerdotalis caelibatus afirma: «la virginidad consagrada de los sagrados ministros manifiesta el amor virginal de Cristo a su Iglesia y la virginal y sobrenatural fecundidad de esta unión» (n. 26). El sacerdote, semejante a Cristo y en Cristo, se casa místicamente con la Iglesia, ama a la Iglesia con amor exclusivo. Por tanto, en el sacerdocio católico, el celibato constituye una de sus principales características y obligaciones, y por lo tanto no es algo de lo que se pueda burlar, como se hizo en este caso, a quienes a diario se entregan en servicio de la Iglesia, y viven castamente por el Reino de los Cielos.-
Por lo tanto, el número de los artistas era una “falta o contravención” en los términos y alcances del Código de Faltas de la Provincia de Mendoza. En efecto, el artículo 49 inc. “c” de dicho código castiga con arresto o multa al que, en lugar público o abierto al público, por petulancia u otro motivo reprochable, causare molestias o perturbaciones a alguien. Y el inciso “e” castiga a los que, individualmente o en grupos, provoquen en cualquier forma, en lugares públicos o abiertos al público o expuestos a que el público los vea u oiga. Y en el Título dedicado a las faltas contra la moralidad- Ofensas al pudor o decoro personal, en el art. 52, castiga al que, en lugar público o abierto o expuesto al público, importunare a otra persona en forma ofensiva al pudor o al decoro personal.-
La burla implica desconsideración, ligereza, irreverencia. Es una expresión de menosprecio. Es injuriosa, sobre todo, cuando se infiere a quién se debería honrar y respetar.-
Ante tal violación a las normas establecida por la normativa citada, nadie salió a poner orden. Seguramente había policía, que debió actuar de oficio (art. 127 del Código de Faltas) pero no lo hizo; habían funcionarios municipales que tampoco actuaron; y lo que es más grave habían laicos, que tampoco actuaron. Entonces reaccionó el cura. Y “terminó pagando el pato”.-
Es curioso, pero no tanto. Si los artistas se hubiesen burlado de alguna otra religión o grupo social, seguramente estarían siendo juzgados por los medios y por el INADI. Pero se trata de la Iglesia Católica. Y ahí todo vale, aunque no he encontrado en las leyes antidiscriminatorias que la Iglesia de Cristo y los fieles creyentes (laicos y consagrados) estén excluidos de la protección legal.-
En sentido común le dice a cualquier habitante que si ante una agresión a sus derechos, las autoridades competentes no actúan (porque no pueden o porque no quieren o porque ignoran que pueden), la persona puede defenderse sola y como pueda. O sea, hacer uso de la legítima defensa, permitida (no castigada) por el Código Penal Argentino, que en su art. 34 inc. 6º establece que no es punible el que obra en defensa propia o de sus derechos. Para eso exige tres condiciones: agresión ilegítima, necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla y falta de provocación suficiente por parte del que se defiende. Sin duda el caso Malargue cumple todas las condiciones de la defensa propia.-
Y eso es lo que debió hacer el Cura, ante la inacción de policías, autoridades y laicos, ante la ofensa, reaccionó legítimamente.-
O sea, no hubo “censura” alguna por parte del sacerdote. El dijo que había censurado. Cayó en la trampa: en realidad quieren a él censurarlo.-
Las posteriores declaraciones del sacerdote, despertaron polémicas y críticas: “la violación de la fe es más grave que la violación de una niña”. Al respecto también hay mucho para decir. Al margen del análisis de la faz “prudencial”, de “ante quién” se dijo, “cuando” lo dijo”, el “¿para qué usó ese ejemplo”, etc. Lo cierto que sin dudas que el cura ha querido en sus declaraciones explicar el porque de su actuar poniéndole énfasis a la gravedad de la burla de los artistas. Y era necesario explicar porqué, ya que reitero: parece que hoy en el país no se puede discriminar ni burlarse de nadie, salvo si es Católico, y sobre todo Sacerdote.-
Y es curioso: parece que el INADI verá que hace con el cura por sus declaraciones. Pero ¿y la libertad de expresión?. O sea, los artistas se visten con sotanas, se burlan de la castidad sacerdotal y nadie puede decir nada (ni policía, ni las autoridades, laicos o curas), pero si el cura “se expresa” de acuerdo a sus creencias, le saltan inmediatamente con críticas despiadadas y es investigado por “discriminación”. Realmente fabuloso. La lógica no me da para entender. Pero si me da la impresión que la frase del cura vino como anillo al dedo. Les vino justo a los detractores iniciales que aprovecharon no solo para criticar la toma del micrófono por parte del sacerdote, sino también para aquellos que tomaron con recelo la actitud del sacerdote pero guardaron silencio: “ya te mandaste la anterior, ahora hablás justo de este tema”.-
Dejo las disquisiciones finas para un Teólogo (teólogo en serio, no truchos ni los mediáticos a sueldo columnistas anticatólicos). Sin embargo entiendo que la afirmación del cura es correcta: la violación a la fe es más grave que un ultraje sexual. Además de correcta es evidente: lo mayor y mejor de la persona es su alma, y la salvación de la misma, en la visión plena y definitiva de Dios. Si se ultraja a una persona se la dañará físicamente, incluso psíquicamente, pero su alma estará intacta y se salvará, alcanzará a Dios. Pero si se destruye su fe, probablemente no se dañe su cuerpo, pero sin duda dañará y destruirá su alma, y no alcanzará la salvación. Esa es una verdad, como tal, de siempre. Así la Iglesia siempre ha predicado el ejemplo de los mártires, que preferían morir o sufrir castigos físicos tremendos, antes que cometer pecado.-
En definitiva, no veo error en las palabras del sacerdote. Aunque si veo que su frase “vino al pelo” para desprestigiarlo. No solo a él en su persona, sino también a la buena actitud que había tenido en el festival. Las personas que han criticado al Padre Pato, no hubiesen soportado un solo instante los agravios que públicamente estaba soportando el sacerdote.-
Es que en realidad, el mundo de hoy no admite estas cosas raras “medievales”, menos de un sacerdote católico. Injurias, calumnias, faltas de respeto, burlas al prójimo: si, a todo hora y por cualquier medio: radio, TV, diarios; publicar y difundir cualquier idea por más absurda, mentirosa, inmoral, etc., tampoco hay problemas. Pero nada de que venga un católico a anunciar sus creencias, especialmente si son “las de siempre”: inmediatamente será tachado de nazi y medieval, y hecho a un lado inmediatamente. Todo lo contrario si es un “adaptado al mundo” (en lo posible que no utilice ningún tipo de traje eclesiástico), si sus opiniones son acordes con la modernidad: ahí tendrá inmediatamente una columna en los periódicos, y será continuamente consultado por la prensa ante cualquier manifestación del Papa o de algún sacerdote que se atreva a decir la verdad, para que lo “refute”, sin que autoridad eclesiástica alguna le salga al cruce.-
Ya decía Alberto Caturelli (“La Iglesia y las Catacumbas de hoy”, pág. 56): son funestas las consecuencias que el proceso de secularización tiene para el sacerdocio católico. Y en la misma obra se refiere a la “terrible prueba de los sacerdotes fieles” (pág. 65): es de imaginar las presiones, el dolor silencioso, cierta soledad humana, la tentación permanente a seguir la corriente de los demás…y vivir “tranquilos” de una buena vez…”; se trata de alguien que no sabe responder a tantos agravios dirigidos a su misión (que ha pasado a hacer “anacrónica”, “individualista”, en fin, no “liberadora”).-
Y también siguiendo a Caturelli, me animo a decir que lo ocurrido, no es más que el evidente intento de hacer volver a los cristianos a las catacumbas. El mundo hoy hace que la virtud de la fortaleza sea la que más se exige del cristiano, sobre todo a no tener miedo. El miedo es la más eficaz tentación del demonio.-
Y ese miedo persigue un doble efecto: impedir que otros sigan el ejemplo de la conducta ejemplar, y para el autor un “no la sigás”.-
“Al tope de esto está el deseo de no molestar. Lo que es peor, la misma filosofía de nuestros oponentes ha teñido a los que nos apoyan. Para los menos cultivados, la conexión entre la religión y sus efectos sociales secundarios es poco familiar. Entre los más cultivados existe el temor de trastornar las relaciones superficiales del mundo. Hasta en el más alto rango de inteligencia y sinceridad se ha desarrollado una especie de hábito de aceptar el insulto “vis inerte” (por fuerza de la inercia) que inhibe a los católicos para hacer libremente lo que sus oponentes hacen libremente” (Belloc Hilaire, “Sobrevivientes y recién llegados, Ed. Pórtico, 2004, pag. 298)
Ud. Padre Pato, no debe tener miedo (aunque ya demostró que no lo tiene), porque ud. es “pastor”. Y el pastor no tiene como función solo acariciar tiernamente a sus ovejitas. Sino que debe dar la vida por las ovejas, no debe perder las ovejas, sino también defender a las ovejas del lobo y de los demás peligros (ver Gambra, Rafael, “El lenguaje y los mitos” pag., 174/175).- El Padre San Alberto Hurtado, analizando el apostolado, se pregunta, desde la perspectiva eterna que tiene la persona ¿podré permanecer inactivo, cuando mi acción o reacción tiene un alcance eterno para tantas almas? (“Un fuego que enciende otros fuegos”, pag.137).-
Hubiese sido más cómodo para el sacerdote, “tolerar”, “quedarse piola” o “irse al mazo”. Sin embargo, esa actitud pasiva ante el injusto agravio, parece que no le está permitida a ningún católico, ni sacerdote ni laico. Así Alfredo Sáez, analizando la virtud de la magnanimidad (como una virtud “olvidada” y criticando “el cansancio de los buenos”) y los pecados contra dicha virtud, enumera como una de ellas la pusilanimidad. Y dice que actualmente al magnánimo más bien se lo desprecia y se lo margina, ya que su mera presencia constituye un reproche vivo para la mediocridad dominante. Será pues preciso renunciar a ese justo anhelo de alcanzar la consideración de los demás, y seguir tendiendo, si, a la realización de grandes proyectos, pero en la conciencia de que de ello no se seguirá el reconocimiento social ni eclesial (“Siete virtudes olvidadas”, pag. 128). Y más adelante: “El magnánimo moderno deberá tener la grandeza de mantener los principios, renunciando a la gloria, no por menosprecio o por indiferencia, sino simplemente porque de hecho contará tan solo con la estima de un puñado, de algunos que, como él, se esfuerzan en practicar el retorno a las raíces de la cultura y de la fe, y que saben que las grandes cosas comenzaron por ser pequeñas. No recibirá, por cierto, la gloria de los hombres, pero indudablemente la recibirá de Dios, y con creces.” (pág. 129).-
Es que no debe perderse de vista la persecución legal y jurídica que sufre el cristianismo, en el mundo y también en nuestro país. Como dice Bojorge (“Como ovejas entre lobos”, y “En mi sed me dieron vinagre”-La civilización de la acedia), que este tipo de persecución completa a las otras formas, discriminando y oprimiendo jurídicamente a los católicos, con oposición y obstaculización crónica e insidiosa de la vida católica por via legal. No solo imponiendo a las naciones católicas constituciones y leyes contrarias a sus creencias, sino también desamparando a los católicos en el legitimo ejercicio de sus derechos al respeto a sus símbolos e imágenes religiosas, que suelen ser profanados impunemente.-
La burla hacia la Iglesia y sus ministros no es nueva. “La burla nace del menosprecio y siembre mas menosprecio. El pueblo elegido se lamenta de que, a causa de sus pecados, el Señor los ha entregado a la burla de sus enemigos: Nos haces el escarnio de nuestros vecinos, irrisión y burla de los que nos rodean; nos has hecho el refrán de los gentiles, nos hacen muecas las naciones. Así es, por dar un ejemplo, el caso del impío Nicanor, quien se burla de los sacerdotes y de los ancianos y escupe el Templo (cf. 1 M 7, 34). En el Nuevo Testamento, la burla que padecen los buenos cristianos ya no es un castigo. Es participación en la suerte de su Maestro, que fue burlado y escupido. La Epístola a los Hebreos enumera la burla a la par de los azotes entre los sufrimientos de la persecución: unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor; otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones, apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada… (Hb 11, 35-37).
Detrás de las burlas a personas, a sus nombres, a palabras, signos y símbolos sagrados, hábitos religiosos, objetos de culto, espacios sagrados, está la acedia: tristeza e irritación por los bienes que se escarnecen. Esa burla, hija de la acedia, sigue acompañando hoy a la Iglesia como forma de persecución, y es tan habitual que a muchos ya no les causa extrañeza y pasa a menudo inadvertida hasta de las mismas víctimas".- (extraído de “En mi sed me dieron vinagre”, de Horacio Bojorge, edit. Lumen, págs. 27/28).-
El mismo autor, en la obra citada, manifiesta que tanto el creyente como las imágenes sagradas son sometidas a detorsiones que los profanan o ridiculizan, considerados abusivamente como de dominio público y desprotegidos de los más mínimos amparos legales, son llevados y traídos por todas las corrientes e intereses no eclesiales o antieclesiales con todos los fines desde los comerciales a los antirreligiosos, simplemente torpes o bien malévolos u hóstiles. (ver pág. 93).-
Y más adelante afirma el autor que la burla, como antes, sigue acompañando hoy a la Iglesia: “Pensamos en el manoseo irreverente del hábito religioso por parte de agencias de publicidad en sus avisos publicitarios; en la distorsión de la imagen sacerdotal o de las religiosas, en telenovelas que la manosean y ensucian, en espectáculos o videoclips blasfemos que hacen de la profanación una industria y de la ofensa de la sensibilidad de los creyentes un negocio. Afin a este mismo fenómeno espiritual, por otro extremo que sólo en apariencia le es opuesto, están las asociaciones negativas de los símbolos, objetos y personas sagradas en espectáculos del género de terror. Entre todas las formas de persecución, quizás sea la burla la más cobarde e innoble. Sin embargo, desde el Viernes Santo hasta el fin de los tiempos, acompaña y rodeo a la cruz, al Crucificado y a su Iglesia: “Peregrina entre las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”. (págs. 99/100).-
Al referirse a la acedia jurídica, Bojorge dice: “La indiferencia por el bien ha invadido también la órbita jurídica de nuestra cultura. El derecho es celoso en amparar los bienes económicos como si fueran sagrados. Pero no toma en cuenta, para ampararlos, los bienes sagrados. Parece que en estos asuntos el derecho se lava las manos como Pilato. Los hombres, pero particularmente los católicos, están hoy desamparados jurídicamente ante el abuso de sus símbolos sagrados, los cuales pueden ser escarnecidos, burlados, profanados públicamente con total impunidad. Pueden usarse en publicidad o en la industria del espectáculo como si fueran cosas del dominio público. El orden legal vigente ampara la propiedad intelectual y las marcas comerciales. No hace mucho, la compañía Walt Disney demandó a los organizadores del Oscar porque usaron la figura de Blancanieves sin su autorización. El personaje creado por Walt Disney es propiedad de la compañía y su uso le pertenece. Es un derecho en el que lo protege la ley. Pues bien, Blancanieves goza de mayor protección legal que un crucifico o que las personas mismas de Cristo y de María. Las imágenes sagradas de los católicos no están protegidas, no ya contra su uso, sino contra cualquier abuso. Se puede abusar de ellas para todos los fines imaginables, y los católicos no tienen ninguna forma de oponerse y reclamar por caminos legales. Se puede abusar del nombre de la Virgen como nombre de artista de una estrella porno. Se puede hacer propaganda de un fiambre, presentando risible y burlescamente el sacramento y al ministro de la penitencia. Se puede presentar una marca de reloj con una parodia de la resurrección. Se puede presentar un cosmético usurpando el hábito de las religiosas. La figura misma del sacerdote y de la religiosa son llevadas y traídas, manoseando esas imágenes en telenovelas irreverentes. Con los nombres de nuestros dogmas de fe y los artículos del credo (“sin pecado concebida”), se hace lo mismo. Habitualmente, los símbolos sagrados católicos se asocian con imágenes terroríficas en el género de terror. No hay amparo legal para este grupo humano cuyas imágenes son así manipuladas y destruidas por la más moderna y sofisticada ingeniería de la imagen, puesta al servicio de la acedia. No hay amparo legal para los sentimientos de los fieles así agredidos en su imaginario creyente. Y no estamos hablando de países musulmanes sino de países como Italia, España y Argentina, donde hay mayorías católicas ultrajadas por minorías despóticas”. (págs. 103/104).-
Nuestro P. Alberto I. Ezcurra, en la obra “Tú Reinarás – Espiritualidad del laico”, ediciones Kyrios, San Rafael, Mza., Argentina, en la pág.187, afirma hablando de las actitudes persecutorias hacia la Iglesia, que existe un nivel de “persecución con la palabra” que miente, con la palabra que calumnia, con la palabra que se burla, con la palabra que desprestigia, con la palabra que ensucia, y que hay mucho de esto en estos momentos en muchos medios de comunicación que apuntan muy particularmente a nuestra Iglesia, que tienen en su mira a la Iglesia, a las cosas de la Iglesia, a las cosas de Dios, a las cosas santas, para rebajarlas con un humor corrompido para ensuciarlas, para calumniarlas.-
Se oye por ahí que lo dicho por el padre Gómez es verdad, pero fue imprudente al decirlo por los medios, sabiendo el tratamiento que harían estos a las frases empleadas por el Sacerdote. Quizás. Aunque San Josemaría Escrivá de Balaguer ya previno sobre no caer en la cobardía: “No me gusta tanto eufenismo: a la cobardía la llamaís prudencia. Y vuestra “prudencia” es la ocasión de que los enemigos de Dios, vacío de ideas el cerebro, se den tono de sabios y escalen puestos que nunca debieron escalar” (“Camino”, Nº 35).-
A la acusación de imprudencia, quizás habría que contestar que hay una “falsa prudencia”, que es aquella que es más falaz que las agachadas, la prudencia de la carne, la astucia, el dolo, el fraude, la solicitud superflua (ver Palacios Leopoldo Eulogio, “La prudencia política”, Ed. Rialp, 3º edición, pág. 149/150).-
Mucho han sobre el tema dicho distintas personas, de todas las tendencias, en los medios de comunicación. Ninguna defiende claramente al sacerdote. Las presentes son solo algunas cosas sueltas que entiendo hay que tener en cuenta. Para entender la situación de fondo, claramente, basta con leer “Sobrevivientes y recién llegados” de Hilaire Belloc. Su atenta lectura, nos hará reflexionar claramente. Ya el primer párrafo del libro, nos indica de que se trata: “…hay una sola institución que en los últimos diecinueve siglos ha sido atacada no solamente por principios que le son opuestos, sino desde cualquier punto de vista que pueda concebirse”. Por supuesto que se está refiriendo a la Iglesia Católica.-
Es que la “supuesta” imprudencia, es solo un accidente en la cuestión debatida. Tomamos el ejemplo de Chesterton: “Mi buena criatura, lo que te disgusta es ser elefante. Lo que odias no son los colmillos ni las trompas, ni la gordura, ni las cuatro patas. Lo que odias es la “elefantidad” (“Cien años después, Ed. Vórtice, pag. 215).-
Es que “ha surgido una idea extraordinaria de que aquel mejor crítico de las instituciones religiosas es el hombre que habla con frialdad sobre la religión. Nadie supone que el mejor crítico musical sea el hombre que habla con frialdad sobre la música. Dentro de los límites razonables, cuanto más excitado está un músico con la música, tanto más probable es que juzgue correctamente sobre ella. Nadie piensa que alguien puede ser un juez correcto en materia de poesía si desprecia los poemas. Pero existe un concepto de que alguien puede ser un juez correcto en materia de religión si la desprecia (Gilbert K. Chersterton, “Cien años después, Ed. Vórtice, pag. 222).-
Estimados hermanos en la fe: analicemos la conducta de nuestro sacerdote, yendo a las verdades profundas de nuestra fe y el sentido del sacerdocio instaurado por Cristo. Con el mismo espíritu analicemos la opinión de la prensa y de los que se han expresado a través de ella: “Afortunadamente estoy bastante adentrado en los hechos del mundo moderno como para no creerles nunca a los diarios” (Gilbert K. Chersterton, “Cien años después, Ed. Vórtice, pag. 35).-
Para los que critican la ortodoxia católica del sur mendocino: No solo demuestra que la ortodoxia es buena, dado el número de vocaciones religiosas y la excelencia de sus seminarios, sino porque el progreso y los llamados progresistas son solo un fracaso, como lo demuestran la falta de vocaciones y el cierre de sus seminarios.-
Para terminar (extraído de “El llamado al sacerdocio”, Pbro. Ramiro Saenz, Kyrios Ediciones, págs. 20/21): Un texto del poeta Alfonso de Lamartine: “Hay en cada pueblo un hombre que no tiene familia, pero que pertenece a todas las familias, que es llamado como testigo, como consejero o como ministro de todos los actos mas solemnes de la vida; que toma en sus manos al hombre desde que nace y no lo deja hasta el sepulcro; que bendice la cuna, el anillo nupcial y el lecho de muerte; un hombre a quién los niños se acostumbran a amar, respetar y venerar; a quién los extraños llaman Padre; a cuyos pies los cristianos revelan las cosas más íntimas de su vida y derraman las lágrimas más secretas. Un hombre que por su misión es el consolador de todas las miserias del alma y del cuerpo, el medianero entre la riqueza y la pobreza; un hombre a cuya casa acude el rico y el pobre: el rico para traer la limosna oculta, el pobre para recibirla sin rubor; un hombre que, no perteneciendo a ninguna clase social, pertenece a todas: a las inferiores por su vida pobre y, a veces, por la humildad de su nacimiento; a la clase elevada por su educación, ciencia y nobleza de sentimientos que la religión católica le inspira; un hombre, en fin, que todo lo sabe, que tiene derecho de decirlo todo y cuya palabra cae de lo alto sobre las inteligencias y sobre los corazones con la autoridad que da una misión sublime y la fuerza de una fe que no engaña. Este hombre es el sacerdote”. -
Cuando se piensa (Hugo Wast): “Cuando se piensa que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote; Cuando se piensa que ni los ángeles, ni los arcángeles, ni Miguel, ni Gabriel, ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote; Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo, en la última cena, realizó un milagro más grande que la creación del universo con todos sus esplendores, y fue convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo; y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote; Cuando se piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados, y que lo que él ata en fondo de su humilde confesionario, Dios, obligado por su propia palabra, lo ata en el Cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios; Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar; Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino; Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes aullarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quién las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos; Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un político, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él; Cuando se piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor de los milagros de Dios; Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales…”.- (también extraído de “El llamado al sacerdocio”, Pbro. Ramiro Saenz, Kyrios Ediciones, págs. 47/48).-
Es por ello que debemos defender a nuestros sacerdotes de estos violentos embates. Miremos sus admirables virtudes. No hagamos hincapié en sus defectos, eso es tarea de los enemigos de la Iglesia.-
Defendamos al Pato, no seamos gallinas.-
Gracias Padre Gómez.-
San Rafael, Mendoza, 24 de enero de 2.011, festividad de San Francisco de Sales, Obispo y Doctor de la Iglesia.-
CARLOS A. HADDAD
D.N.I. Nº 20.677.445