9 de marzo de 2011

La Cuaresma - II

Carácter de la Cuaresma


La Cuaresma es antesala de la Pascua. Esta preparación pascual lleva en primer lugar, en los que ya han recibido el bautismo, aparejada la renovación de éste y sus promesas. En la primitiva Iglesia, cuando existía catecumenado de adultos, éstos recibían el sacramento en la Vigilia Pascual, por lo que sus escrutinios o examen general, tres, se celebraban en las liturgias occidentales los Domingos III, IV y V de Cuaresma, certificado para Roma en el siglo VI. Así se sigue señalando en el actual Misal Romano en rúbrica especial para estos días. Tienen el fin de "descubrir en los corazones de los elegidos lo que es débil, morboso o perverso para sanarlo, y lo que es bueno, positivo y santo para asegurarlo. Porque los escrutinios se ordenan a la liberación del pecado y del diablo y al fortalecimiento en Cristo".

A esto se une la práctica de la penitencia como instrumento de conversión y purificación, por lo que el tiempo de Cuaresma tiene un marcado carácter penitencial. La pedagogía litúrgica cuaresmal nos orienta decididamente sobre el mismo: imposición de ceniza -símbolo de nuestra nada ante Dios- a su comienzo, elección del morado -color penitencial por excelencia-, supresión del Aleluya -exclamación gozosa por antonomasia- y del Gloria los domingos -canto jubiloso de alabanza-, austeridad en el ornato -prohibición de flores sobre el altar- y música -eliminación de instrumentos a no ser como acompañamiento del canto-.


Una costumbre desaparecida en Occidente y que simbolizaba esta necesidad de purificación por medio de la penitencia para contemplar con corazón puro los sagrados misterios era la de correr durante la cuaresma un velo inmenso, generalmente morado, que ocultaba el altar. El mismo origen tiene la tradición de cubrir las cruces y las imágenes a partir del Domingo V de Cuaresma, aquéllas hasta después de la celebración de la Pasión del Señor el Viernes Santo y éstas hasta el comienzo de la Vigilia Pascual, adquiriendo con el tiempo idéntico significado de expresar la humillación del Redentor.

Imágenes cubiertas durante la Cuaresma.

La penitencia se nos presenta con una triple dimensión señalada por la Tradición: la oración, el ayuno y la limosna. La oración, que encierra todos los ejercicios de piedad individuales y colectivos con que el fiel se dirige a Dios supone una interiorización del perdón divino y un fortalecimiento de la gracia, sirviendo por tanto de alimento de la llama de la esperanza y de escudo contra las debilidades e imperfecciones. Se invita a profundizar en los textos bíblicos litúrgicos, sobre todo los evangélicos y a una participación más frecuente e intensa en la liturgia, sobre todo se recomienda el acercamiento al Sacramento de la Reconciliación para participar purificados en la Pascua: ya el Miércoles de Ceniza se hace al Pueblo de Dios un pregón solemne: "Convertíos y creed en el Evangelio".


El ayuno, en cuanto privación voluntaria, es signo de valoración de lo verdaderamente importante y fortalecimiento de la voluntad. Son días obligatorios durante la Cuaresma: de ayuno el Miércoles de Ceniza y de abstinencia todos los viernes. El ayuno, solidaridad con el que no tiene y signo de desprendimiento, "obliga a hacer una sola comida durante el día, pero no prohíbe tomar un poco de alimento por la mañana y por la noche, ateniéndose, en lo que respecta a la calidad y cantidad, a las costumbres locales aprobadas". La abstinencia, práctica simbólica y solidaria, "prohíbe el uso de carnes, pero no de huevos, lacticinios y cualquier condimento a base de grasa de animales". Hay que apuntar que "a la ley de la abstinencia están obligados cuantos han cumplido los catorce años; a la ley del ayuno, en cambio, están obligados todos los fieles desde los veintiún años cumplidos hasta que cumplan los cincuenta y nueve".

La limosna, hermana de la oración y del ayuno, que engloba todas las obras de misericordia, testimonia que el mundo es una gran familia que tiene como único Padre a Dios, al tiempo que ayuda a restablecer el orden de justicia divina lesionada por el pecado. Es la puesta en práctica de la caridad, reina de las virtudes. Según las especiales condiciones sociales de la comunidad deberá primarse la más necesaria sobre las demás.

La Iglesia invita a vivir la penitencia cuadragesimal no sólo de un modo interno e individual, sino también externo y social, por el carácter comunitario de ésta y por la dimensión colectiva del pecado, como signo de la conversión del corazón. En esta misión tienen parte importante nuestras cofradías: "precisamente en este tiempo, en el que muchísimos hombres experimentan un vacío interno y una crisis espiritual, la Iglesia debe conservar y promover con fuerza el sentido de la penitencia, de la oración, de la adoración, del sacrificio, de la oblación de sí mismo, de la caridad y de la justicia. La piedad popular, que posee muchos de estos valores, puede contribuir decisivamente a llenar este vacío y a promover la vida en el Espíritu".

Se recomienda el fomento de ejercicios piadosos de carácter cuaresmal, entre los que podemos incluir nuestros numerosos novenas, quinarios, septenarios, triduos, así como los múltiples Via Crucis, práctica expresamente citada.

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