Con este nombre de "cisma silencioso" se ha etiquetado a una serie de movimientos con fines similares que se han desatado con mayor vigor en estos últimos años. Hablamos sin lugar a dudas de la corriente desatada en Europa (particularmente Austria y Bélgica) y que se ha ido extendiendo o ha encontrado amigos en diversos puntos del globo. Algo que preocupa -o debería preocuparnos, al menos- por la clase de petitorios o exigencias que se le hace a la Santa Sede, que ya dejan de ser asuntos menores para convertirse en cuestiones escandalosas para cualquier religioso católico que se tome las cosas en serio.
Es realmente una pena que países de tradición católica antigua como Austria o Bélgica salgan a hacer peticiones imposibles o exigencias insolentes hacia la Santa Sede. Pero de alguna manera hay que tener cierta comprensión de sus realidades, aunque desde luego no justifiquen esta indeseable situación: son países que han tenido que lidiar con las herejías protestantes desde hace rato, con el germen del Demonio que se cuela por cada fisura que encuentra. Además son dos países que han sufrido durísimos golpes en temas tan aberrantes como el de casos de pedofilia infestados en el clero local, etc. Ello, reitero, no justifica estas acciones, pero nos muestran una desgastada identidad católica, una tensa relación con la jerarquía eclesiástica (que muchas veces a ocultado, no hay que negarlo) muchos de estos escándalos, y por supuesto, esto siempre termina pegándole en la cabeza, de un modo u otro, a la Santa Sede, al Santo Padre.
Volviendo al tema que nos ocupa.
Entre otras cosas, estos religiosos (me aventuraría a entrecomillarlo) piden (o exigen): la admisión de los divorciados en nueva unión a la Comunión, la eliminación del celibato sacerdotal, la ordenación de mujeres, así como la posibilidad para los laicos de realizar la homilía durante la Misa dominical.
Como ya sabemos todos estos puntos son imposibles de llevar a cabo, de una forma u otra. Algunos por las inconveniencias que conllevarían, en primera instancia; luego por toda clase de razones ya canónicas, litúrgicas, magisteriales, teológicas, etc. (como la eliminación del celibato o el hacer la homilía un laico).
Con respecto al divorciado en nueva unión, es decir que ha cometido adulterio (violación directa al Sexto Mandamiento, Ex 20, 14; Dt 5, 17) y que vive en ese estado de pecado y que no podría dejarlo (por ser una nueva unión, civil al menos). Una persona que no está en Estado de Gracia no puede comulgar. Y un divorciado no puede confesar realmente el pecado porque no tiene intención de no reincidir (es decir, de cortar con esa vida de pecado).
Y finalmente, con respecto a la ordenación de mujeres, es imposible también. Escribió al respecto el Beato Juan Pablo II en la Carta apostólica Ordinatio sacerdotalis (1994):
“Si bien la doctrina sobre la ordenación sacerdotal, reservada sólo a los hombres, sea conservada por la Tradición constante y universal de la Iglesia, y sea enseñada firmemente por el Magisterio en los documentos más recientes, no obstante, en nuestro tiempo y en diversos lugares se la considera discutible, o incluso se atribuye un valor meramente disciplinar a la decisión de la Iglesia de no admitir a las mujeres a tal ordenación”.
“Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos, declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”.
El tema es sencillo para quien entiende la posición de la Iglesia, es decir, la voluntad del Señor.
Resulta entre patético y triste tratar de comprender cómo estos sacerdotes o religiosos, que alguna vez se formaron en un Seminario (es decir, recibieron educación católica de acuerdo a su estado) han terminado con estas ideas en la cabeza, que van contra la enseñanza que ellos mismos han recibido. No sé si es bronca contra la institución de la Iglesia, si es ignorancia respecto a su Magisterio y Tradición, o si es simplemente un brote de "anarquía-reformista" parecida a los tiempos de la "Reforma protestante", que por cierto terminó bastante mal. O si es una suma de todas las anteriores.
Conclusión: acá se está gestando algo muy desagradable (el líder del "Llamado a la desobediencia" en Austria ya declaró lo poco que le importaría ser excomulgado, por ejemplo) que, si no se contiene/ resuelve pronto va a hacerse bastante más serio de lo que ya es.
Orate pro Ecclesia unitatis.
Se puede consultar aquí un artículo de Andrea Tornicelli sobre el tema, traducido por La Buhardilla de Jerónimo.
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