30 de enero de 2011

Ad Orientem - II



Del blog http://sacramliturgiam.blogspot.com/

II.- EL CONCILIO VATICANO II Y LA ORIENTACIÓN LITÚRGICA.

El concilio Vaticano II no se pronunció formalmente de la orientación de la oración litúrgica en la Iglesia, por lo que cualquier debate sobre el tema fue llevado posteriormente, en los tiempos de la reforma litúrgica misma. La teología litúrgica y sacramental sobre la Eucaristía tiende a tener un cambio radical durante este tiempo, donde la noción sacrificial ha pasado a un segundo plano, siendo en algunos casos sistemáticamente rechazada y reemplazada por la noción de Banquete. 
Esto sucede porque, en tiempos del post-concilio, se realzó de forma desmesurada la vinculación Eucaristía-Última Cena, olvidando por completo que, si bien, la Última Cena del Señor se llevó acabo en el contexto (más probable) de la cena pascual judía, a ella es incorporada una novedad, que es precisamente el Sacrificio de Cristo. Por ello, lo importante no es la Cena en si misma, que es algo secundario, sino que es el Sacrificio Eucarístico que Cristo introduce en el contexto de la cena. Por ello, la repetición que Cristo nos pide no es de la cena en si misma (lo que se podría realizar solo una vez al año y en una fecha determinada), sino que pide la repetición de lo que es novedoso, es decir, del Sacrificio, que es independiente de la cena, aún cuando sea su contexto inicial.

El concilio planteó la necesidad de "acercar a los fieles al altar". Dicha frase involucraba dos aspectos fundamentales: El primero es buscar la forma en que los fieles puedan participar más activamente de la Santa Misa, elevando sus almas hacia el Santo Sacrificio del Altar, todo ello, mediante una formación litúrgica adecuada, así como de la participación en el Canto y otros oficios. El segundo aspecto es evitar las largas distancias entre el Altar y los fieles (como pasa, por ejemplo, en Iglesias con Coro, como Notre Dame de Paris, donde la distancia entre los fieles y el Altar Mayor es muy amplia), para que los fieles puedan sentirse partícipes de la Santa Misa, y contemplar con mayor detalle lo que sucede en el Altar. 
Por ello, se instruyó en la necesidad de que, en las nuevas Iglesias, se construya el Altar más cercano a los fieles. De la misma manera, se instruyó a construirlo separado de la pared, para que pudiese ser rodeado sin problemas (presumiblemente, para lo relacionado a la incensación).

Sin embargo, el Concilio no se pronunció en torno a un cambio de la Celebración de los Sagrados Misterios desde la forma Ad Orientem a una forma Versus Populum.

Pese a ello, la Instrucción "Inter Oecumenici" de 1964, preparada por el Consilium (Ente encargado de llevar a cabo las reformas propuestas por el Concilio), dió una cierta interpretación al respecto, la cual claramente fue un intento por "declarar admisible" una práctica ya extendida en algunos países desde los comienzos del Movimiento Litúrgico, en particular, lo relacionado con Guardini. La cita textual es la siguiente:

"Es aceptable construir el altar mayor separado del muro para que se facilite la vuelta y que se pueda celebrar cara al pueblo; y se colocará en el edificio sagrado de forma que sea verdaderamente el centro hacia el cual se vuelva espontáneamente la atención de la asamblea de fieles".

Sin embargo, dicha instrucción tiene dos matices a considerar: Primero, constatar que es solo una recomendación para nuevas construcciones, y en segundo lugar, que es solo una recomendación en si misma, y por tanto, no se considera como prescripción normativa. Por ello, es un segundo argumento de importancia para recalcar de que la posición Ad Orientem es la forma conciliar y litúrgicamente correcta de celebrar la Santa Misa (aún cuando se acepte la celebración Versus Populum).

Pese a las consideraciones anteriores, consonantes con la interpretación dada por J. A. Jungmann (destacado liturgista) en cuanto a la no obligatoriedad de la celebración "Versus Populum", se pudo evidenciar en los años posteriores una imposición de facto de dicha orientación (lo que es atribuíble a una interpretación rupturista), lo que conllevó a la destrucción y mutilación de muchísimos altares, de un valor cultural, patrimonial y litúrgico extraordinario. Aún asi, a nivel normativo, nunca se impuso dicha forma de celebrar.


III.- EL MISAL ROMANO

El Misal Romano, cuya primera edición data de 1970 aporta más información relevante a la orientación litúrgica de la Santa Misa.

Ejemplo de ello es la siguiente frase, tomada de la Instrucción General del Misal Romano, en la segunda edición de 1975, que es absolutamente equivalente a la que corresponde a la primera edición (1970):
"107. Vuelto al centro del altar y de cara al pueblo, extiende y junta las manos e invita al pueblo a orar, diciéndole: Orad, hermanos, etc. [...]".
Se puede evidenciar, con absoluta claridad, que se contempla la posición "Ad Orientem" como normativa de la Santa Misa (dado que el sacerdote debe pronunciar el "Orate Fratres" de cara al Pueblo, tal como se hace en la forma Extraordinaria).

Dicha frase, en la Instrucción general de la Tercera edición del Misal Romano, del año 2000, corresponde a:
"146. Después, vuelto al centro del altar, el sacerdote, de pie, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, invita al pueblo a orar, diciendo: Oren, hermanos, etc.[...]"
Por tanto, una vez más, se puede verificar como la posición "Ad Orientem" está contemplada como normativa dentro de la Santa Misa. Pese a ello, esta tercera edición contempla lo dicho por la Instrucción de 1964, diciendo que la celebración Versus Populum es "muy deseable, siempre que sea posible".

Por tanto, se puede verificar el gran cambio litúrgico entre los años 1975 y 2000, donde se transformó una "recomendación" en una "obligación", la cual, en nuestros tiempos, parece ser algo cotidiano aunque no más correcto, pues rompe con la tradición de la Iglesia, aún, desde sus comienzos, como lo puede atestiguar el Padre Louis Bouyer, quien es citado por el Cardenal Ratzinger en su célebre libro "El Espiritu de la Liturgia", así como los libros "Vueltos hacia el Señor" de Mons. Klaus Gamber, o "Volverse hacia el Señor" del Padre Michael Lang Uwe.

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