Traducimos a continuación el interesantísimo artículo del P. Longenecker sobre la reciente votación del Sínodo General de la Iglesia de Inglaterra en favor de la ordenación episcopal de mujeres.
El P. Longenecker, primero evangélico, luego sacerdote anglicano, hoy sacerdote católico.
El P. Longenecker, primero evangélico, luego sacerdote anglicano, hoy sacerdote católico.
Sobre lo que realmente es ese voto de la Iglesia de Inglaterra...
El lunes la Iglesia de Inglaterra no sólo votó ordenar a las mujeres como obispos. Los miembros del Sínodo General llevaron a cabo una decisión aún más histórica: decidieron de una vez y para siempre la verdadera naturaleza de la Iglesia de Inglaterra.
El Sínodo General de la Iglesia de Inglaterra.
Luego de la Revolución Protestante del s. XVI fue muy claro en trescientos años que la Iglesia de Inglaterra era una Iglesia protestante. El sentimiento anti-católico volaba alto en la iglesia establecida y por trescientos años los católicos fueron una minoría perseguida. Sólo a partir de 1829, con el salvoconducto de la "Catholic Relief Act" ["Acta de Ayuda Católica" en castellano] los católicos pudieron comenzar a reclamar en Inglaterra por sus libertades.
El 14 de julio de 1833 John Keble pronunció su famoso sermón sobre la Apostasía Nacional, que es considerado por los historiadores como el comienzo del Movimiento Oxford. [Se puede leer el sermón aquí].En una de esas bellas coincidencias históricas (si se cree en esas cosas) el voto del Sínodo General de la Iglesia de Inglaterra a favor de las mujeres obispo tomó lugar en el aniversario 181 del sermón de Keble.
El punto esencial del Movimiento Oxford -que vino sólo una década después de la emancipación católica- era que la Iglesia de Inglaterra no era esencialmente una Iglesia protestante sino la antigua Iglesia católica reformada. Los miembros del Movimiento Oxford fueron llamados tractarians tras la serie de folletos o tractos escritos y publicados por John Henry Newman y sus amigos. En tractos y sermones los tractarios trataron de volver a tejer en los trescientos años de Iglesia de Inglaterra protestante una nueva hebra católica. El éxito del movimiento anglo-católico fue un testimonio de su labor. No sólo en teología, sino en literatura y liturgia, en arte y arquitectura, en música y estudios académicos hubo un floreciente renacimiento de sentimiento y espiritualidad católicos.
Fue, sin embargo, simplemente un disfraz anglicano adicional. Ya había dentro de la Iglesia de Inglaterra dos tejidos: la vieja religión protestante liberal que estaba firmemente ligada a los principios del Iluminismo, funcional al establishment político de clase alta educada y elitista. Era el metodismo del siglo XVIII injertado en el histórico liberalismo racionalista protestante en una nueva suerte de fervor evangélico, calvinista. Ahora, un siglo después de los Wesley (también surgidos de Oxford) los tractarios agregaban al tejido una "hebra" católica que vino a ser llamada anglo-catolicismo.
En los siguientes 180 años (1833-2014) los miembros de la Iglesia de Inglaterra pudieron perpetuar el mito tractario: la invención decimonónica de que la Iglesia de Inglaterra era en realidad la antigua Iglesia católica en Inglaterra pero debidamente reformada. Esta idea de la Iglesia anglicana como la Iglesia católica reformada en Inglaterra parecía suficientemente creíble. Después de todo, la Iglesia de Inglaterra ocupó todas las antiguas parroquias, catedrales y universidades católicas del país. Al fondo de la iglesia de pueblo donde fui vicario uno podía ver el rastro de todos los titulares a través de los siglos, desde el primer registro en el siglo XI hasta el día de hoy. La Iglesia de Inglaterra había ocupado los antiguos edificios y con el movimiento anglo-católico el clero ya lucía católico. Luego del triunfo de los tractarios, un número creciente del clero comenzó a usar ornamentos católicos, encendió velas, usó incienso, estudió a los Padres de la Iglesia, instaló imágenes en sus iglesias y le hicieron lugar a la Virgen María. Al final de la Segunda Guerra Mundial los anglo-católicos gozaban de una oleada de popularidad por su dedicación a los pobres de las ciudades. Con los cambios litúrgicos de los años '60, la Eucaristía -que en muchos lugares se celebrarla sólo mensualmente- vino a ser la forma de culto principal de la semana. La nueva liturgia anglicana se asemejaba a la nueva versión católica. Los arzobispos Fisher y Ramsey se entrevistaron con el Papa y comenzaron los encuentros ecuménicos. Incluso parecía que la antigua pero reformada Iglesia católica en Inglaterra se re-uniría con su iglesia madre.
Así podría haber sido, si la Iglesia de Inglaterra hubiera continuado en esa trayectoria.
En retrospectiva, vemos que la batalla real en la Iglesia de Inglaterra ha sido con sus principios fundacionales. Fue fundada en la Revolución Protestante en un principio esencialmente liberal: que la situación y circunstancias de la cultura presente determinan la identidad y misión de la iglesia. Ésta era ahora y ha sido siempre la Iglesia de INGLATERRA. Por lo tanto, las circunstancias, personalidades y factores culturales determinan por qué camino debe ir. Como la sociedad se tornó crecientemente secular, liberal y antipátíca a la cosmovisión católica, la tendencia católica en la Iglesia de Inglaterra no pudo sobrevivir.
Desde las primeras conversaciones sobre la posibilidad de la ordenación de mujeres, las autoridades ortodoxas y católicas recordaron a los líderes de la Iglesia de Inglaterra que tal decisión no sería católica y apostólica. La Iglesia de Inglaterra comenzó a entender gradualmente que no era una Iglesia católica histórica, y mediante su voto informó a los católicos y ortodoxos de su decisión. Éstos deberían entender que la mayoría de los anglicanos (por razones muy diferentes) no se han considerado católicos nunca. Su actitud se resumió para mí en una discusión con una seminarista anglicana a mediados de los '80. Cuando puntualicé que la ordenación de mujeres era un obstáculo para la unidad con la Iglesia católica, ella elevó el tono y protestó: "¡No lo captas! No soy católica y no quiero serlo. No me importa nada la así llamada unidad con la Iglesia católica. ¡Eso no es algo que quiera, en absoluto!".
Ella manifestó los verdaderos deseos no sólo de la mayoría del clero anglicano sino de la mayoría de los anglicanos de parroquia. El movimiento ecuménico, para la mayoría de ellos, nunca ha sido más que la linda idea de cantar ocasionalmente un himno con las otras iglesias y de quizás llevar adelante juntos un comedor de beneficencia. La idea de ser "católicos romanos" era aborrecible para la mayoría de los anglicanos, dado que la mayoría de quienes lo consideraron estaban convencidos por el mito tractario de que ya eran católicos... sólo que no católicos romanos.
Por lo tanto el voto del lunes del Sínodo General no era realmente sobre mujeres obispo. Era la Iglesia de Inglaterra ratificando su carácter original: ser la Iglesia de Inglaterra y hacer lo que Inglaterra quiere. El voto significó la propia identificación de la Iglesia de Inglaterra -clara e inconfundiblemente- como una secta cristiana protestante progresista, junto con los episcopalianos y luteranos. El voto del lunes concluyó el interesante capítulo de la historia anglicana llamado "El movimiento anglo-católico". El voto del lunes fue un claro repudio a cualquier semblanza de auténtico catolicismo y una confirmación de los principios del Protestantismo.
¿Esto significa que el ecumenismo con los anglicanos terminó? En absoluto. Las conversaciones ecuménicas continúan. Es sólo que ahora todo el mundo debería tener más en claro la identidad de nuestros compañeros ecuménicos.
El Papa Benedicto, en la celebración ecuménica de Vísperas en la abadía de Westminster, portando la estola del Papa León XIII, autor de Apostolicae Curae (1896). Este documento decretó la nulidad de las consagraciones anglicanas. Visita Apostólica a Inglaterra, 17 de septiembre de 2010. |
Interesantísimo. Gracias por tu traducción. La verdad es que la clave está en este estracto: "dado que la mayoría de quienes lo consideraron estaban convencidos por el mito tractario de que ya eran católicos... sólo que no católicos romanos. (...)ser la Iglesia de Inglaterra y hacer lo que Inglaterra quiere."
ResponderBorrarAlejándonos del chauvinismo o fanatismo, qué opinas del orgullo hacia la patria? Partiendo del principio "estar en el mundo pero sin ser del mundo" está contradicción con el sentido católico-universal? Si bien es cierto que al sentir orgullo no mal sano de tu tierra, no siempre puede ser un camino seguro.
Es cierto que yo como español, vivo en un país como sabes cainita. Todo lo que sea orgullo o amor a tu país es tachado de fascista. Y ese apego a la nación puede tener algo positivo en el tema espiritual.
Por otra parte, en Fátima supimos que cada país tenía un ángel y la diversidad es apreciada por Dios. Es riqueza. Suma y no resta.
No sé, no me hagas mucho caso. Estoy divagando. Gracias por el artículo.
Estimado Pepe:
ResponderBorrarEl verdadero orgullo por la patria es bueno. Recordemos aquel versículo de Lucas: "Entonces El les dijo: Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (Lc. XX, 25). Esa es la base para el pensamiento político cristiano.El cristiano vive en la creación, vive en comunidad, es un ser social; por eso debe respetar el orden político (si es justo, si su fin último es el Bien Común); en esto sobreabunda Santo Tomás.
Es curioso, la famosa regla para eremitas de fray Alberto Justo comienza diciendo: "Para los que vivimos en cualquier parte. En el mundo o fuera de él, más allá de todo mundo y en cualquier tiempo". No importa nuestro estado, si religioso o laico, el Señor llama a despreciar las riquezas, la vanagloria, etc., que no dan paz verdadera al hombre: "La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da", dice (Jn. XIV, 27). De esto trata largamente el Eclesiastés.
Son los vicios y la maldad del mundo lo que hay que evitar. También son las ideologías falsas o incompatibles con el cristianismo (liberalismo, marxismo, comunismo, fascismo, nazismo, etc) las que hay que desterrar. Pero no el sano y legítimo amor por nuestra tierra, que es la que Dios nos ha dado por herencia; es por eso que consagramos la Patria a la Virgen, que tenemos santos patrones para las ciudades, que rezamos a Dios por la conversión de nuestros gobernantes, etc.
Amor por la patria pero sin dejar nunca de lado el que estamos de paso, y que nuestra verdadera patria es la Celestial.
Saludos en Cristo!