Esta mañana nos hemos desayunado en Argentina con una
inesperada columna escrita por el arzobispo de La Plata, Víctor Manuel "Tucho" Fernández, a propósito del próximo Encuentro Nacional de Mujeres que tendrá lugar en esa ciudad.
Tucho Fernández, nombrado rector de la Universidad Pontificia de Argentina y ordenado Arzobispo titular de un desaparecido caserío romano, es un
clérigo del riñón del Papa Francisco. Llamado
il cocolato en la Curia romana, fue invitado tras la elección del papa argentino junto a una horda de compatriotas para hacer sentir la "teología" argentina Roma.
Por otro lado el Encuentro Nacional de Mujeres es un evento público a nivel nacional supuestamente inspirado en sus inicios en conferencias sobre problemáticas de la mujer en el marco de la ONU. Hoy es un carnaval de feminismo radical dominado por los ideólogos de la izquierda cultural y del género. El evento se realiza cada año en diferentes ciudades de Argentina. Durante esas jornadas se organizan talleres y debates. Pero las mujeres católicas que se atreven a participar, deben ocultar su identidad para no ser discriminadas y apartadas de la participación de los talleres y los debates. Basta con googlear alguna
crónica escrita desde adentro para tener un panorama claro de lo que se vive.
Pero la frutilla del postre es bien clara: durante las noches del Encuentro marchan por las calles de la ciudad . Se dañan y destruyen edificios públicos (sobre todo Legislaturas y casas de Gobernación) pero sobre todo marchan a la catedral o a la iglesia local más importante. Escriben y pintan blasfemias, arrojan excrementos e incluso cócteles molotov para incendiarlas.
Como estas marchas contra las iglesias son sistemáticas desde hace algunos años, en cada ocasión se organizan grupos de fieles católicos para resguardar los templos, visto que las fuerzas de seguridad a veces son ineficientes o pasivas.
Toda esta situación motivó al Arzobispo Tucho a escribir una columna en un diario de tirada nacional. El motivo del escrito es supuestamente pedirle a los fieles católicos que no agredan verbalmente a las feministas abortistas que insultan a la Iglesia y pretenden destruir los templos. Ni que generen iniciativas "provocativas" (en concreto, que no vayan a la catedral). A las mujeres, fiel al estilo "patriarcal", las manda a los talleres o a rezar a su casa. Si ése hubiera sido el objeto real del escrito, seguramente habría mandado una carta episcopal a ser leída en todos los templos de la arquidiócesis, luego seguramente replicada en los medios católicos nacionales.
Sin embargo la carta va dirigida a las feministas no radicales: las que propagan las "leyendas negras" de la Iglesia, las que quieren instalar ("enriquecer", según el arzobispo) el debate público con temas como el aborto legal y gratuito, la agenda de género, y un largo etcétera de la izquierda cultural. Tucho pretende pedirles que contengan a las más enfermizas y destructivas de las feministas. Todos sabemos que eso es imposible: por el contrario, las menos violentas se someten a las órdenes y consignas de las más violentas.
El propósito de Tucho, en el fondo, es presentarse como un ser humano humanista y tolerante, pacífico, que logra la concordia de la sociedad. Implacable con los cristianos fanàticos que quieren resistir el ataque a las iglesias mediante la provocación; pero comprensivo con las "feminazis" que tienen "bronca" por "siglos de opresión" de la sociedad y de la Iglesia, que debe hacer "autocrítica". Y por supuesto, en algún lado hay que meter a los pobres para redondear la justificación en la cuestión popular: "!¿Alguien quiere pensar en los pobres?!".
En el artículo los puntos claves son: desacreditar a los católicos fanáticos que quieren reaccionar, y a la vez ganarse el respeto de las feministas "democráticas" mediante un mensaje supuestamente conciliador. El fin último es acercar posiciones, hacer política. El mensaje es: contener a los fanáticos de ambos lados y generar "cultura del encuentro" con la "democracia popular".
Arzobispos veredes.